martes, 19 de enero de 2010

Francisco Fernando

Francisco Fernando (nombre completo en alemán: Franz Ferdinand Karl Giuermo Anikò Strezpek Belschwitz Mòric Pinche Bálint Szilveszter Gömpi Maurice Bzoch János Frajkor Ludwig van Haverbeke Josef von Habsburg-Lothringen) nació en Graz, Austria, hijo mayor del Archiduque Carlos Luis de Austria, (hermano menor del Emperador Francisco José) y de su segunda esposa, la Princesa Maria Annunciata de las Dos Sicilias. Cuando sólo tenía doce años, su primo, Francisco V de Módena murió, y nombró a Francisco Fernando su heredero a condición de que añadiera el apellido De Este al propio. Francisco Fernando entonces se convirtió en uno de los hombres más ricos de Austria.

Cuando nació, no había motivo para creer que se convertiría en el heredero del trono austrohúngaro. Se le proporcionó la estricta educación que era normal en un Archiduque con énfasis en el aprendizaje de la historia y en la formación de un carácter moral. Desde 1855 hasta 1876 su tutor fue el historiador Onno Klopp. En 1877 Francisco Fernando entró en el ejército, con el rango de tercer teniente.

De joven, Francisco Fernando desarrolló dos grandes pasiones: la caza y viajar. Se calcula que mató más de cinco mil ciervos a lo largo de su vida. En 1883, visitó Italia por primera vez para ver las propiedades que le había dejado el Duque Francisco V de Módena. En 1885 visitó Egipto, Palestina, Siria y Turquía. En 1889 viajó a Alemania.

En 1889, la vida de Francisco Fernando cambió radicalmente, Su primo, el Príncipe Heredero Rodolfo, se suicidó en su pabellón de caza en Mayerling, dejando al padre de Francisco Fernando, el Archiduque Carlos Luis, como el primero en la línea sucesoria al trono. Por lo tanto, lo más probable era que Francisco Fernando, a su vez, lo sucediera.

SU FAMILIA:
En 1895 Francisco Fernando conoció a la Condesa Sofía Chotek en un baile en Praga. Para ser una posible pareja de un miembro de la Dinastía Habsburgo, uno debía pertenecer a una de las dinastías reinantes -o que hubiera reinado- en Europa. Los Chotek no eran una de esas familias, aunque ellos incluyen entre sus antepasados, en la línea femenina, a Príncipes de Baden, Hohenzollern-Hechingen, y Liechtenstein.
Sofía era Dama de compañía de la Archiduquesa Isabel, esposa del Archiduque Federico, Duque de Teschen. Francisco Fernando comenzó a visitar la villa del Archiduque Federico en Pressburgo/Pozsony (actualmente Bratislava). Sofía escribió a Francisco Fernando durante su convalecencia por tuberculosis cuando fue enviado a la isla de Lošinj en el Mar Adriático. Mantuvieron su relación en secreto durante más de dos años.
La Archiduquesa Isabel asumió que Francisco Fernando estaba enamorado de una de sus hijas. En 1889, sin embargo, dejó su reloj en uno de los campos de tenis de su casa. Ella abrió el reloj, esperando encontrar allí la fotografía de una de sus hijas; en su lugar, encontró la foto de Sofía. Sofía fue inmediatamente despedida.

Francisco Fernando rechazó la posibilidad de casarse con nadie más. El Papa León XIII, el Zar Nicolás II de Rusia, y el Emperador alemán Guillermo II, enviaron representaciones para hablar en favor de Francisco Fernando ante el Emperador Francisco José, argumentando que un desacuerdo entre Francisco José y Francisco Fernando sería perturbador para la estabilidad de la monarquía.

Finalmente, en 1899, el emperador le permitió casarse con Sofia, a condición de que el matrimonio fuera morganático y que sus descendientes no tuvieran derechos sucesorios. Sofía no compartiría el rango de su esposo, ni su título, precedencia o privilegios; como tal, no aparecería normalmente en público a su lado.

La boda se celebró el 1 de julio de 1900, en Reichstadt (hoy Zákupy) en Bohemia; Francisco José no acudió, ni lo hizo ningún Archiduque, incluidos los hermanos de Francisco Fernando. Los únicos miembros de la familia imperial que estaban presentes eran la madrastra de Francisco Fernando, Maria Teresa, y sus dos hijas. Después del matrimonio, Sofía recibió el título de Princesa de Hohenberg (Fürstin von Hohenberg) con el trato de Su Serena Alteza (Ihre Durchlaucht). En 1909, se le dio el más importante título de Duquesa de Hohenberg (Herzogin von Hohenberg) con el tratamiento de Su Alteza (Ihre Hoheit). Esto incrementó su estatus considerablemente, pero aún estaba en el ceremonial de la corte por detrás de todas las Archiduquesas. Cuando alguna ceremonia requería que la pareja apareciera, con otros miembros de la realeza, Sofía era forzada a permanecer muy por debajo de la línea de importancia, separada de su marido.

La guerra del opio

La guerra del Opio o Guerra anglo-china ocurrió entre 1839 y 1860 y fue el resultado de los conflictos comerciales entre China y el Reino Unido. China estaba intentando prohibir el consumo de drogas, particularmente del destructivo opio que generaba fuertes adicciones entre su población con las graves consecuencias sociales y económicas mientras que Gran Bretaña contrabandeaba el opio procedente de la India británica y lo introducía en China.

Durante el siglo XVI China y Europa comenzaron su intercambio comercial marítimo. Se establecieron colonias portuguesas en India y Macao, España adquirió las Filipinas, y el comercio creció aceleradamente. Desde Manila partían galeones cargados con las riquezas de Oriente.
El emperador Qing intentó limitar el contacto con Occidente permitiendo que solamente Cantón estuviese abierto al comercio, imponiendo a los europeos pesados trámites y restricciones para la venta de sus productos y protegiendo sus propios monopolios de producción de la competencia, con lo que los precios subieron y la demanda china de productos europeos bajó; España inició la venta de opio a los chinos, junto con tabaco y maíz para equilibrar el déficit.

En el Reino Unido, había gran demanda de té, seda y porcelana chinas, pero los productos británicos no estaban posicionados en China, por lo que el país tenía un fuerte déficit comercial y los artículos chinos tenían que pagarse con plata. Para compensar el déficit, siguió el ejemplo de España, vendiendo a los chinos el opio que se cultivaba en la India británica. El comercio del opio creció y la plata británica disminuyó en China.

En 1729, el emperador Yongzheng prohibió su comercio, por la gran cantidad de adictos que generaba. La prohibición generó el conflicto, pues mientras el emperador chino veía en la droga un peligro para la población, los británicos veían en el comercio del opio una manera de compensar el comercio con China, pues la droga les generaba ganancias cercanas al 400 por ciento. Las guerras que se entablaron por esta razón y los acuerdos y tratados que les siguieron, llevaron a abrir los puertos chinos al comercio y a colapsar la economía china.

La droga se cultivaba en China desde el siglo XV, se mezclaba con tabaco de acuerdo con una receta inventada por los españoles, los holandeses dominaron el mercado a partir del siglo XVII y el consumo se generalizó tras el contrabando británico en el XVIII. Tras percatarse de los problemas de salud vinculados con el opio, en 1829 el gobierno imperial chino prohibió su consumo; la droga comenzó a circular clandestinamente.

El Emperador Daoguang, alarmado ante el creciente y desenfrenado consumo de Opio en China , encomendó a Lin Hse Tsu su combate. Lin Hu Tsu ordenó la destrucción de cerca de veinte mil cajas de opio y envió un correo a la Reina Victoria pidiendo que respetase las reglas del comercio internacional, no introduciendo más opio a suelo chino. Por toda respuesta, en noviembre de 1839, la reina Victoria envío a la flota británica para atacar a la armada china en Hong Kong, iniciándose la contienda, de la resultaría derrotada China. En la guerra del Opio estarían implicadas otras naciones, como Francia, aliada y socia comercial de Gran Bretaña y Alemania.
Tras perder, China se vio obligada a tolerar el comercio del opio y a firmar tratados unilaterales y humillantes en los que se le forzaba a abrir sus puertos, en el Tratado de Nankín, China cedió Hong Kong a Gran Bretaña y amplió el territorio de concedido a los portugueses.

El sentimiento de vergüenza y humillación provocaría otras rebeliones en China como la Rebelión Taiping en 1850 y que se consideró una segunda guerra del opio, la Rebelión Boxer en 1899, y finalmente el levantamiento armado encabezado por Sun Yan-set y el Kuomintang, que traería como consecuencia el derrocamiento, en 1911, de la Dinastía Qing.

Livingstone

Se cuenta que, en Glasgow, después de haber pasado 16 años de su vida en el Africa, Livingstone fue invitado a pronunciar un discurso ante el cuerpo estudiantil de la universidad. Los alumnos resolvieron mofarse de quien ellos llamaban "camarada misionero", haciendo, el mayor ruido posible para interrumpir su discurso. Cierto testigo del acontecimiento dijo lo siguiente: "A pesar de todo, desde el momento en que Livingstone se presentó delante de ellos, macilento y delgado, como consecuencia de haber sufrido más de treinta fiebres malignas en las selvas del Africa, y con un brazo apoyado en un cabestrillo, resultado de un encuentro con un león, los alumnos guardaron un gran silencio. Oyeron, con el mayor respeto, todo lo que el orador les relató, y cómo Jesús le había cumplido su promesa: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."

Su nacimiento:

David Livingstone nació en Escocia. Su padre, Neil Livingstone, acostumbraba relatar a sus hijos las proezas de 8 generaciones de sus antepasados. Uno de los bisabuelos de David tuvo que huir, con su familia, de los crueles partidarios de los pactos o "covenanters" a los pantanos y montes escabrosos donde podían adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pero aun esos cultos que se realizaban entre los espinos y a veces sobre el hielo, eran interrumpidos de vez en cuando por la caballería, que llegaba galopando para matar o llevarse presos tanto a hombres como a mujeres.Los padres de David educaron a sus hijos en el temor de Dios. En su hogar siempre reinaba la alegría y servía como modelo ejemplar de todas las virtudes domésticas. No se perdía una sola hora de los siete días de la semana, y el domingo era esperado y honrado como un día de descanso. A la edad de nueve años David se ganó un Nuevo Testamento, como premio ofrecido por repetir de memoria el capítulo más largo de la Biblia, el Salmo 119."Entre los recuerdos más sagrados de mi infancia", escribió Livingstone, “ están los de la economía de mi madre para que los pocos recursos fuesen suficientes para todos los miembros de la familia. Cuando cumplí diez años de edad, mis padres me colocaron en una fábrica de tejidos para que yo ayudara a sustentar a la familia. Con una parte de mi salario de la primera semana me compré una gramática de latín.

"David iniciaba su día de trabajo en la fábrica de tejidos a las seis de la mañana y, con intervalos para el café y el almuerzo, trabajaba hasta las ocho de la noche. Sujetaba su gramática de latín abierta sobre la máquina de hilar algodón y mientras estaba trabajando, estudiaba línea por línea. A las ocho de la noche, se dirigía sin perder un minuto, a la escuela nocturna. Después de las clases, estudiaba sus lecciones para el día siguiente, a veces quedándose hasta la media noche, cuando su madre tenía que obligarlo a que apagase la luz y se acostase.La inscripción sobre la lápida de la tumba de los padres de David Livingstone indica las privaciones del hogar paterno:
Para marcar el lugar donde descansanNeil Livingstone y Agnes Hunter, su esposa ypara expresar a Dios la gratitud de sus hijos:Juan, David, janet, Charles y Agnespor haber tenido padres pobresy piadosos

Los amigos insistieron en que él cambiase las últimas palabras de esa inscripción para que dijese
"padres pobres, pero Piadosos". Sin embargo, David rehusó aceptar esa sugerencia porque, para él, tanto la pobreza como la piedad eran motivos de gratitud. Siempre consideró que el hecho de haber aprendido a trabajar durante largos días, mes tras mes, año tras año, en la fábrica de algodón, constituyo una de las mayores felicidades de su vida.En los días feriados, a David le gustaba ir a pescar y a hacer largas excursiones por los campos y por las márgenes de los ríos.

Esos extensos paseos le servían tanto de instrucción como de recreo; salía para verificar en la propia naturaleza lo que había estudia en los libros sobre botánica y geología. Sin saberlo, de ese modo se fue preparando, en cuerpo y mente, para las exploraciones científicas y para lo que escribiría con exactitud acerca de la naturaleza del Africa.A los veinte años se produjo un gran cambio espiritual en la vida de David Livingstone, que determinó el rumbo de todo el resto de su vida. "La bendición divina le inundó todo el ser, como había inundado el corazón de San Pablo o el de San Agustín, y de otros del mismo tipo, dominando sus deseos carnales...
Actos de abnegación, muy difíciles de realizar bajo la ley férrea de la conciencia, se convirtieron en servicio de la voluntad libre bajo el brillo del amor divino.

Es evidente que a él lo había impulsado una fuerza, pasiva pero tremenda, dentro del propio corazón, hasta el fin de su vida. El amor que había comenzado a conmoverlo en la casa paterna, continuó inspirándole durante todos los largos y pesados viajes que realizó por el Africa, y lo llevó a arrodillarse a media noche en el rancho en Ilala, de donde su espíritu, mientras aún oraba, regresó a su Dios y Salvador.

Sus comienzos:

Desde su infancia, David había oído hablar de un misionero valiente destacado en la China, cuyo nombre era Gutzlaff. En sus oraciones de la noche, al lado de su madre, oraba también por él. A la edad de dieciséis años, David comenzó a sentir un deseo profundo de que el amor y la gracia de Cristo fuesen conocidos por aquellos que permanecían aún en las densas tinieblas. Por ese motivo, resolvió firmemente en su corazón dar también su vida Como médico y misionero al mismo país. la China.Al mismo tiempo el maestro de su clase en la Escuela Dominical, David Hogg, lo aconsejó de esta manera: "Ora, muchacho; haz de la religión el motivo principal de tu vida Cotidiana y no una cosa inconstante, si quieres vencer las tentaciones y otras cosas que te quieren derribar." Y David resolvió sinceramente dirigir su vida futura bajo esa norma.
Cuando cumplió nueve años de servicios en la fábrica, fue promovido para un trabajo más lucrativo. Consiguió completar sus estudios, recibiendo el diploma de licenciado de la Facultad de Medicina y Cirugía de Glasgow, sin recibir de nadie ningún auxilio económico que lo ayudase a completar su carrera. Si los creyentes no lo hubiesen aconsejado a que hablase a la Sociedad Misionera de Londres acerca de enviarlo como misionero, él habría ido por sus propios medios, según declaró más tarde.

Durante todos los años de estudios para llegar a ser médico y misionero, se sintió impelido para ir; a la China. Cierta vez, en una reunión, oyó el discurso de un hombre, de larga barba blanca, alto, robusto y de ojos bondadosos y penetrantes, llamado Robert Moffat. Ese misionero había regresado del Africa, un país misterioso, cuyo interior era todavía desconocido. Los mapas de ese continente tenían en el centro enormes espacios en blanco, sin ríos y sin sierras. Hablando sobre el Africa, Moffat dijo al joven David Livingstone: "Hay una vasta planicie al norte, donde he visto en las mañanas de sol, el humo de millares de aldeas, donde ningún misionero ha llegado todavía."Conmovido, al oír hablar de tantas aldeas que permanecían todavía sin el evangelio y sabiendo que no podía ir a la China por causa de la guerra que se había desencadenado en aquel país, Livingstone resndió: "Iré inmediatamente para el Africa."

Los hermanos de la misión concordaron con esa resolución y David volvió a su humilde hogar de Blatire para despedirse de sus padres y hermanos. A las cinco de la mañana del día 17 de noviembre de 1840, la familia se levantó. David leyó los Salmos 121 y 135 junto con su familia. Las siguientes palabras quedaron impresas en su corazón, y lo fortalecieron para resistir el calor y los peligros durante los largos años que pasó después en el Africa: "El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche...

Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre." Después de orar, se despidió de su madre y de sus hermanas y viajó a pie, junto con su padre que lo acompañó, hasta Glasgow. Después de despedirse uno del otro, David se embarcó en el navío para no volver a ver nunca más, aquí en la tierra, el rostro del noble Neil Livingstone.

El viaje desde Glasgow a Río de Janeiro y luego a Ciudad del Cabo en el Africa, duró tres meses. Pero David no desperdició su tiempo. El capitán se volvió su amigo íntimo y lo ayudó a preparar los cultos en los que David predicaba a los tripulantes del navío. El nuevo misionero aprovechó también la oportunidad de aprender, a bordo, el uso del sextante y a saber exactamente la posición del barco, observando la luna y las estrellas. Ese conocimiento le fue más tarde de incalculable valor para orientarse en sus viajes de evangelización y exploración en el inmenso interior desconocido, del cual "subía el humo de mil villas sin misionero".Desde Ciudad del Cabo, el viaje de 190 leguas (1.058 km) lo hizo a tropezones, en un carro de buey, traqueteando a través de campos incultos. El viaje duró dos meses, hasta llegar a Curumá, donde debía esperar el regreso de Robert Moffat.

Deseaba establecerse en un lugar que estuviese situado a 50 ó 60 leguas (280 ó 330 km) más al norte de cualquier otro en que existiese ya una obra misionera.A fin de aprender la lengua y las costumbres del pueblo, nuestro explorador empleaba su tiempo viajando y viviendo entre los indígenas.

Su buey de transporte se pasaba la noche amarrado, mientras él se sentaba con los africanos alrededor del fuego, oyendo las leyendas de sus héroes; Livingstone por su parte les contaba las preciosas y verdaderas historias de Belén, de Galilea y de la cruz. Continuó estudiando siempre mientras viajaba, trazando mapas de los ríos y de las sierras del territorio que recorría. En una carta a un amigo suyo le escribió que había descubierto 32 clases de raíces comestibles y 43 especies de árboles y arbustos frutales que se producían en el desierto sin ser cultivados. Desde un punto que alcanzó en esos viajes, le faltaron apenas 10 días de viaje para llegar al gran lago Ngami, que descubrió siete años más tarde.

Desde Curumá, el misionero, licenciado de la Facultad de Medicina y Cirugía de Glasgow, escribió a su padre: "Tengo una clientela bien grande. Hay pacientes aquí que caminan más de 60 (330 km) leguas para recibir tratamiento médico. Esas personas, al regresar, envían otras con el mismo fin."Estableció su primera misión en el lindo valle de Mabotsa, en la tierra de Bacatla. En una carta, que escribió desde Curumá, Livingstone se expresó de la siguiente manera sobre el lugar que había escogido para su centro de evangelización: "Está situado en una comunidad de seres que se llama “Mabotsa”, que quiere decir “Cena de Bodas”. Que Dios nos ilumine con su presencia, para que por intermedio de siervos tan débiles, mucha gente encuentre la entrada para la Cena de las Bodas del Cordero.

"Fue en Mabotsa donde tuvo lugar el histórico encuentro con un león. Acerca de ese acontecimiento David escribió lo siguiente: "El saltó y me alcanzó el hombro; ambos rodamos por el suelo. Rugiendo horriblemente cerca de mi oído, me sacudió como un perro lo hubiese hecho con un gato. Los sacudones que me dio el animal, me produjeron un entorpecimiento igual al que debe sentir un ratón, después de la primera sacudida que le da el gato. Me atacó entonces una especie de adormecimiento, y no sentí ningún dolor ni ninguna sensación de temor."
No obstante, antes de que la fiera tuviese tiempo de matarlo, lo dejó para atacar a otro hombre que con una lanza en la mano había entrado en la lucha. El hombro desgarrado de Livingstone nunca sanó completamente; él nunca más pudo apuntar un rifle o llevarse la mano a la cabeza sin sentir dolores.

Su matrimonio y las misionesFue en la casa de Robert Moffat, en Curumá, que llegó a conocer a María, la hija mayor de ese misionero. Después de abrir la misión en Mabotsa, los dos se casaron. Seis hijos fueron el fruto de ese enlace.

Después que Livingstone se casó, la Escuela Dominical de Mabotsa se transformó en una escuela diaria, pasando su esposa a ser la maestra. Schele, el jefe de la tribu, se volvió un gran estudiante de la Biblia, pero quería "convertir" a todo su pueblo a fuerza de "litupa", es decir, de látigo de cuero de rinoceronte. El "inició un culto doméstico en su casa, y el propio Livingstone se admiró de su manera sencilla y natural de orar".

Era costumbre de Livingstone comenzar el día con un culto doméstico, y no es de admirarse que el jefe la adoptase también.Livingstone se vio obligado a mudarse para Chonuane, situada a diez leguas, y más tarde, por falta de agua, él y todo el pueblo, para Colobeng. Fue en ese último lugar que el jefe de la tribu construyó una casa para los cultos, y Livingstone construyó, con gran sacrificio de dinero y mucho trabajo, su tercera casa de residencia. En esa casa vivió durante cinco años, y nunca más consiguió fijar residencia en otro lugar de la tierra.Acerca del trabajo en ése lugar, se expresó así: "Aquí tenemos un campo sumamente difícil de cultivar... Si no confiásemos en que el Espíritu Santo obra en nosotros, desistiríamos en desesperanza."
A través del desierto de Calari llegaban rumores de un inmenso lago y de un lugar llamado "Humazo Ruidoso", el cual se creía que era una gran catarata de agua. Las sequías lo oprimían tanto en Colobeng, que Livingstone resolvió hacer un viaje de exploración para encontrar un lugar más apropiado para establecer su misión. Así fue como el l de julio de 1849, David Livingstone, junto con el jefe de la tribu, sus “guerreros”, tres hombres blancos y su propia familia, salieron para atravesar el gran desierto de Calari.

El guía del grupo, Romotobi, conocía el secreto de subsistir en el desierto cavando con las manos y chupando el agua de debajo de la arena mediante una caña sorbedora.Después de viajar durante muchos días, llegaron al río Zouga. Al preguntarles a los indígenas, ellos les informaron que el río tenía su naciente en una tierra de ríos y bosques. Livingstone quedó convencido de que el interior del Africa no era un gran desierto, como el mundo de entonces suponía, y su corazón ardía con el deseo de encontrar una vía fluvial, para que otros misioneros pudiesen ir y penetrar el interior del continente con el mensaje de Cristo.

"La perspectiva", escribió él, "de encontrar un rió que diese entrada, a una vasta, populosa y desconocida región, fue creciendo constantemente desde entonces, creció tanto que cuando por fin llegamos al gran lago, ese importante descubrimiento, en sí mismo, nos pareció de poca importancia".Fue el 1 de agosto de 1849 que el grupo llegó al lago Ngami; era un lago tan grande que desde una orilla no se podía ver la orilla opuesta. Habían sufrido largos días de sed atormentadora sin haber podido obtener una sola gota de agua, pero habían vencido todas las dificultades y habían descubierto ese lago, mientras que otros pretendientes, mucho mejor equipados que ellos pero menos persistentes, habían fallado.

Las noticias de ese descubrimiento fueron comunicadas a la Real Sociedad Geográfica, la cual le concedió una hermosa recompensa de 25 guineas, por haber descubierto una tierra importante, un importante río y un enorme lago".El grupo tuvo que volver a Colobeng. Sin embargo, algunos meses después, inició un nuevo viaje para el lago Ngami. No quería separarse de su familia y la llevó en un carro tirado por bueyes. Pero al llegar al río Zouga, sus hijos fueron atacados por la fiebre y tuvo que volver con la familia.

Le nació una hija, la cual murió luego de fiebre. Con todo, Livingstone permaneció más firme que nunca en su resolución de encontrar un camino para llevar el evangelio al interior del continente africano.Después de descansar durante algunos meses con su familia en la casa de su suegro en Curumá, salieron con el propósito de encontrar un lugar saludable donde pudiese establecer una misión más al interior. Fue en ese viaje, en junio de 1851, que descubrió el río más grande del Africa oriental, el Zambeze, río del que el mundo de entonces nunca había oído hablar.

En un párrafo que escribió, Livingstone, se descubre algo de lo que habían sufrido durante esos viajes: "Uno de los ayudantes desperdició el agua que llevábamos en el carro y en la tarde apenas si quedaba un poquito para los niños. Pasamos esa noche muy angustiados, y al día siguiente, a medida que iba disminuyendo más y más el agua, tanto más la sed de los niños iba en aumento. El pensar que fuesen a perecer ante nuestros ojos, nos llenaba de angustia. En la tarde del quinto día sentimos un gran alivio cuando uno de los hombres volvió trayendo tanto de ese precioso líquido, como jamás antes lo habíamos pensado.Livingstone, convencido de que era la voluntad de Dios que saliese para establecer otro centro de evangelización, y con una indómita fe de que el Señor supliría todo lo necesario para que se cumpliese su voluntad, avanzaba sin vacilar.Después de descubrir el río Zambeze, Livingstone vino a saber que los lugares saludables eran lugares sujetos a saqueos inesperados por parte de otras tribus.

Solamente en los lugares plagados de enfermedades y azotados por la fiebre era donde se encontraban tribus pacíficas.Resolvió, por tanto, enviar a su esposa a descansar en Inglaterra, mientras él continuaba sus exploraciones con el fin de establecer un centro para su obra de evangelización. Se veía obligado a establecer tal centro, porque los bóers holandeses invadían el territorio, robando las tierras y el ganado de los indígenas¡ y poniendo en práctica un régimen de la más vilesclavitud. Livingstone enviaba a creyentes fieles para evangelizar a los pueblos que estaban a su alrededor, pero los boérs acabaron con su obra, matando a muchos de los indígenas y destruyendo todos los bienes que el misionero poseía en Colobeng.

Livingstone llevó a su familia para Ciudad del Cabo, desde donde sus seres queridos se embarcaron en un navío con destino a Inglaterra.Fue en ese tiempo, cuando Dios le proveyó todo lo necesario para que su necesitada familia volviese a Inglaterra, que dijo: "Oh, Amor divino, no te amo con la fuerza, la profundidad y el ardor que convienen."La separación de su familia le causó profunda pena , pero, de nuevo, dirigió su rostro heroicamente hacia su meta que era ir a socorrer a las desgraciadas tribus del interior del Africa.

Un viaje de Exploración:

Había tres motivos para hacer un viaje de exploración: Primero, quería encontrar un lugar donde residir con su familia en medio de los barotses para evangelizarlos. Segundo, la comunicación entre el territorio de los barotses y Ciudad del Cabo era muy demorada y difícil, y por lo tanto, quería descubrir un camino para un puerto más próximo. Tercero, quería hacer todo lo posible para influir a las autoridades contra el horrendo tráfico de esclavos.Fue en esa época de su vida que Livingstone, debido a sus hazañas, se volvió mundialmente conocido.En su fervor, deseando que Dios le conservase la vida y lo usase como medio para que el evangelio penetrase en el continente africano, Livingstone oró así: "Oh Jesús, te ruego que ahora me llenes de tu amor y me aceptes y me uses un poco para tu gloria. Hasta ahora no he hecho nada por ti, pero quiero hacer algo. Oh Dios, te imploro que me aceptes y me uses, y que sea tuya toda la gloria.

" Además, escribió lo siguiente: "No tendría ningún valor nada de lo que poseo o llegare a poseer, si no tuviese relación con el reino de Cristo. Si algo de lo que poseo, puede servir para tu reino, te lo daré a ti, a quien debo todo en este mundo y en la eternidad."Livingstone atravesó, ida y vuelta, el continente africano, desde la desembocadura del río Zambeze hasta San Pablo de Luanda, siendo él el primer blanco en realizar semejante hazaña. En sus memorias, que escribía diariamente, se nota cómo él admiraba los lindos paisajes de un país que el mundo consideraba como un vasto desierto, pues lo desconocía por completo.Llegó a Luanda flaco y enfermo. A pesar de la insistencia del cónsul británico para que regresase a Inglaterra, a fin de recuperar la salud quebrantada, él volvió nuevamente por otro camino, para llevar a sus fieles compañeros hasta su casas conforme les había prometido antes de iniciar el viaje.

En ese viaje, Livingstone descubrió las magníficas cataratas de Victoria, nombre que él dio a esas grandes caídas de agua en honor de la reina de Inglaterra. En ese lugar el río Zambeze tiene un ancho de más de un kilómetro; allí las aguas de ese gran río se precipitan espectacularmente desde una altura de cien metros.Continuó predicando el evangelio constantemente, a veces a auditorios de más de mil naturales del país. Sobre todo, se esforzaba en ganar la estimación de las tribus hostiles por donde pasaba, con su conducta cristiana que era un gran contraste con la de los mercaderes de esclavos.En un período, de siete meses estando acompañado sólo de sus fieles macololos, cayó con fiebre en la selva treinta y una veces. Pero no era sólo el sufrimiento físico lo que lo afligía.

Sus cartas revelan su angustia moral, al ver los horrores del pueblo africano masacrado y arrebatado de sus hogares, conducido como ganado para ser vendido, en el mercado. Desde un lugar alto a donde subió contó diecisiete aldeas en, llamas, incendiadas por esos nefandos mercaderes de seres humanos. Prometió a su esposa que se reuniría con su familia después de dos años, pero, ¡transcurrieron cuatro años y medio antes que ella recibiese alguna noticia de él!
Regreso a casaPor fin, después de una ausencia de diecisiete años de su patria, regresó a Inglaterra. Volvió a la civilización y a reunirse con su familia, como quien vuelve de la muerte. Antes de desembarcar supo que su querido padre había fallecido. En toda la historia de David Livingstone, no se cuenta un acontecimiento más conmovedor que su encuentro con su esposa y sus hijos.

En Inglaterra fue aclamado y honrado como un heroico descubridor y gran benefactor de la humanidad. Los diarios publicaban todos sus actos de valentía. Las multitudes afluían para oírlo contar su historia. "El doctor Livingstone era muy humilde... No le gustaba andar por la calle, por temor a ser atropellado por las multitudes. Cierto día, en la calle Regent en Londres, fue apretado por una multitud tan grande, que sólo con gran dificultad logró refugiarse en un coche. Por la misma razón evitaba ir a los cultos.

Cierta vez, deseoso de asistir al culto, mi padre lo persuadió a ocupar un asiento debajo de la galería, en un lugar no visible para el auditorio. Pero fue descubierto y la gente pasó por encima de los bancos para rodearlo y estrecharle la mano." Una de las muchas cosas que llevó a efecto, mientras permaneció en Inglaterra, fue la de escribir su libro: Viajes misioneros, obra que alcanzó una enorme circulación, y produjo más interés sobre la cuestión africana que, cualquier otro acontecimiento anterior.

Regreso a Africa:

En el mes de marzo de 1858, a la edad de 46 años, Livingstone, acompañado de su esposa y el hijo menor Osvaldo, se embarcaron nuevamente para el Africa. Dejando a los dos en casa de su suegro, el misionero Moffat, Livingstone continuó sus viajes. En el año siguiente descubrió el lago Nyasa. Recibió también una carta de su esposa desde la casa de los padres de ella, en Curumá, informándole el nacimiento de una nueva hija... ¡Hacía casi un año! Sólo entonces pudo su padre conocer el acontecimiento.Realizó exploración de los ríos Zambeze, Téte y Shiré, y la del lago Nyasa, con el propósito de saber cuáles eran los puntos más estratégicos para la evangelización, y luego enviaron misioneros desde Inglaterra para que ocupasen esos lugares.

En 1862 su esposa se reunió con él, de nuevo, y lo acompañó en sus viajes; pero tres meses después falleció víctima de la fiebre, y fue enterrada en una ladera verdeante en las márgenes del río Zambeze. En su diario, Livingstone escribió al respecto de esta manera: "La lloré, porque merece mis lágrimas la amé cuando nos casamos y cuanto más tiempo vivíamos juntos, tanto más la amaba. Que Dios tenga piedad de nuestros hijos. . ."Uno de los mayores obstáculos que Livingstone enfrentó en su obra misionera, fue el terror de los indígenas al ver un rostro de hombre blanco. Las aldeas enteras en ruinas; fugitivos escondiéndose en los campos de hierba alta, sin tener nada para comer; centenares de esqueletos y cadáveres insepultos; caravanas de hombres y mujeres espesados a los troncos asegurados al cuello, eran conducidos a los puertos - es difícil concebir la magnitud de la desolación creada por los hombres crueles que participaban del tráfico de la esclavitud.

Esos hombres procuraban también, con odio cruel y arte diabólica, acabar con la obra. de Livingstone.

Finalmente consiguieron por medio de la política de su país, inducir a Inglaterra a que lo llamase de regreso a su tierra. Fue así como Livingstone llegó de nuevo a su patria, después de una ausencia de cerca de ocho años.
Los creyentes y amigos de Inglaterra, animados por la visión de Livingstone, comenzaron a orar y a enviarle dinero para que continuase su obra en el continente negro. Y nuestro héroe desembarcó por tercera y última vez en el Africa, en Zanzíbar.En la expedición que inició en Zanzíbar, descubrió los lagos Tanganyka (1867), Mocro (1867) y Bangüeolo (1868). Pasó cinco largos años explorando las cuencas de esos lagos. La constante oración y el pan de la Palabra de Dios fueron su sustento espiritual durante todos esos años de prueba que sufrió debido a las crueldades de los negociantes de esclavos.

Resolvió entonces, hacer todo lo posible para descubrir la cabecera del río Nilo y resolver un problema que durante millares de años se había burlado de los geógrafos. Sabía que si descubriese el nacimiento del famoso Nilo, el mundo le daría oídos acerca de la llaga abierta que tenía el Africa con el comercio de los esclavos. Es interesante conocer lo que él escribió: "El mundo cree que yo busco fama; sin embargo, yo tengo una regla, es decir, no leo nada sobre los elogios que me hacen." El sabía que al acabarse la esclavitud, el continente se abriría para dejar entrar el evangelio.Durante los largos intervalos que había entre los períodos en que sus cartas eran recibidas en Inglaterra, llegadas desde el corazón del Africa, circularon rumores de que Livingstone había muerto.

No eran solamente los hombres que traficaban con esclavos, los que querían matarlo, sino también muchos de los propios naturales, que no creían que existiese un hombre blanco que fuese amigo de verdad. El mismo contó muchos hechos relacionados con las celadas que le prepararon en la tierra de Maniuema para matarlo. En ese lugar él escribió en su diario lo siguiente: "Leí toda la Biblia cuatro veces mientras estuve en Maniuema." En la soledad encontró un gran alivio en las Escrituras.

Reconocía siempre la posibilidad de perecer en manos de los enemigos, pero siempre respondía así a la insistencia de los amigos: "¿No puede el amor de Cristo constreñir al misionero a que vaya adonde el comercio ilegal lleva al mercader de esclavos?Por primera vez, en los millares de leguas que caminó, los pies del explorador le fallaron. Obligado a quedarse por algún tiempo en una cabaña, todos sus compañeros lo abandonaron, con excepción de tres que se quedaron con él.
Su enfermedad y su muertePor fin, llegó a Ujiji, reducido a piel y huesos, por causa de la grave enfermedad que sufrió en Maniuema.

No había recibido cartas desde hacía dos años y esperaba recibir también las provisiones que había enviado para allá. Sin embargo, las cartas no habían llegado, entonces, con el cuerpo enflaquecido y carente de ropas y de alimentos, vino a saber que le habían robado todo. En esa situación él escribió: "En mi pobreza me sentí como el hombre que, descendiendo de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de ladrones. No tenía esperanza de que un sacerdote, un levita o un buen samaritano viniese en mi auxilio. Sin embargo, cuando mí alma estaba más abatida, el buen samaritano ya se hallaba muy cerca de mí."El "buen samaritano" era Henry Stanley, enviado por el diario New York Herald, a insistencia de muchos millares de lectores de ese periódico, para saber con seguridad si Livingstone todavía vivía o, en el caso de que hubiese muerto, para que su cuerpo fuese devuelto a su patria.

Stanley pasó el invierno con Livingstone, quien se negó a ceder a la insistencia de volver a Inglaterra. Podía volver y descansar entre amigos con toda comodidad, pero prefirió quedarse y realizar su anhelo de abrir el continente africano al evangelio.
Realizó su último viaje con el propósito de explorar el Luapula, para, verificar si ese río era el origen del Nilo o del Congo. En esa región llovía incesantemente. Livingstone sufría dolores atroces; día tras día se le iba volviendo más y más difícil caminar. Fue entonces que tuvo que ser cargado por vez primera, por sus fieles compañeros: Susi, Chuman y Jacó Wainwright, todos indígenas.En su diario, las últimas notas que escribió, dicen lo siguiente: "Cansadísimo, estoy... recuperada la salud... Estamos en las márgenes del Mililamo."

Llegaron a la aldea de Chitambo, en Ilala, donde Susi hizo una cabaña para él. En esa cabaña, el 1' de mayo de 1873, el fiel Susi encontró a su bondadoso maestro, de rodillas, al lado de su cama muerto. ¡Oró mientras vivió y partió de este mundo orando!Sus dos fieles compañeros, Susi y Chuman, enterraron el corazón de Livingstone debajo de un árbol en Chitambo, secaron y embalsamaron el cuerpo y lo llevaron hasta la costa - viaje que duró varios meses, a través del territorio de varias tribus hostiles. El sacrificio de esos valientes hijos del Africa sin que tuvieran ningún propósito de recibir remuneración económica alguna, no será olvidado por Dios, ni por el mundo.

El cuerpo después que hubo llegado a Zanzíbar, fue transportado para Inglaterra, donde fue sepultado en la Abadía de Westminster, entre los monumentos de los reyes y héroes de aquella nación. No había dudas con respecto al cuerpo de Livingstone; era fácil de identificarlo; el hueso por encima del brazo izquierdo tenía bien patentes las marcas de los dientes del león que lo atacara años atrás.
Entre los que asistieron a su entierro, se encontraban sus hijos y el viejo misionero Robert Moffat, padre de su querida esposa. La multitud estaba compuesta tanto de un pueblo humilde, que lo amaba, como de los grandes, que lo honraban y respetaban.

Se cuenta que entre la multitud que permanecía en las aceras de las calles de Londres, el día en que el cortejo que llevaba el cuerpo de David Livingstone pasó, había un viejo llorando amargamente. Al preguntarle por qué lloraba,- respondió: "Es porque Davidcito y yo nacimos en la misma aldea, cursamos el mismo colegio y asistimos a la misma escuela dominical; trabajamos en la misma máquina de hilar, pero, Davidcito se fue por aquel camino y yo por éste. Ahora él es honrado por la nación, mientras que yo soy despreciado, desconocido y deshonrado. El único futuro para mí es el entierro del borracho."

No es solamente el ambiente, sino las preferencias de nuestra juventud lo que determina nuestro destino, no solamente aquí en este mundo, sino para toda la eternidad.Cuando Livingstone hablaba a los alumnos de la Universidad de Cambridge, en 1857, dijo lo siguiente: "Por mi parte, nunca ceso de regocijarme porque Dios me haya designado para tal oficio. El pueblo habla del sacrificio que yo he hecho en pasarme tan gran parte de mi vida en el Africa. ¿Es sacrificio pagar una pequeña parte de la deuda, deuda que nunca podremos liquidar, y que debemos a nuestro Dios? ¿Es sacrificio aquello que trae la bendita recompensa de la salud, el conocimiento de practicar el bien, la paz del espíritu y la viva esperanza de un glorioso destino? ¡No hay tal cosa! Y lo digo con énfasis: No es sacrificio... Nunca hice un sacrificio. No debemos hablar de sacrificio, si recordamos el gran sacrificio que hizo Aquel que descendió del trono de su Padre, de allá de las alturas, para entregarse por nosotros."

Si Livingstone no se hubiese enfermado, habría descubierto la cabecera del Nilo. Durante los treinta años que pasó en el Africa, nunca se olvidó del propósito que tenía de llevar a Cristo a los pueblos de ese obscuro continente. Todos los viajes que realizó, eran viajes misioneros.Grabadas en su tumba se pueden leer estas palabras: "El corazón de Livingstone permanece en el Africa, su cuerpo descansa en Inglaterra, pero su influencia continúa."Pero grabadas en la historia de la iglesia de Cristo están los grandes éxitos alcanzados en el Africa durante un período de más de 75 años después de su muerte, éxitos inspirados en gran parte, por las oraciones y por la gran persistencia de ese gran siervo que fue fiel hasta la muerte.

Richard Burton y Speke

Sir Richard Francis Burton (1821-1890), fue cónsul británico en Trieste, Damasco y Fernando Poo y nombrado también caballero, pero sobre todo un explorador de los grandes, notable personaje, traductor y apasionado orientalista, célebre por sus audaces incursiones en Asia y África así como por su extraordinario conocimiento de lenguajes y culturas. Según se cuenta, llegó a dominar 29 lenguas de Europa, Asia y Africa.

Vivió en la India durante siete años, completó los mapas de la zona colindante al Mar Rojo, viajó en solitario para conocer la Meca, para lo que se disfrazó de árabe, hizo la primera traducción integral al inglés de Las mil y una noches, el Kama Sutra y el Ananga Ranga (traducciones que aún no han sido mejoradas). Junto a John Hanning Speke viajó a África donde descubrió el lago Tanganika. También viajó por Estados Unidos y parte de Brasil. Fue cofundador de la Sociedad Antropológica de Londres.

Burton había nacido en Torquay, Devon, siendo hijo de un militar británico de origen irlandés. Vivió con su familia los primeros años a caballo entre Inglaterra, Francia e Italia y muy temprano mostró gran facilidad para los idiomas: aprendió con rapidez francés, italiano y latín (en el futuro aprendería todo tipo de lenguajes índicos con una facilidad casi sobrenatural). Se llegó a contar que cuando vivió en la India Burton mantenía un grupo de monos domesticados con la idea de aprender su lenguaje.

Ingresó en el Trinity College de Oxford donde se hizo notar por su rebeldía y carácter contrario a las rígidas normas victorianas. Estudió árabe, cetrería y esgrima (con el tiempo fue considerado el tercer espadachín del imperio británico, pues la esgrima fue otra de sus grandes pasiones). En 1842 Burton es expulsado por participar en carreras de caballo campo a través, que estaban prohibidas en Oxford. Al abandonar el Trinity se dió una pequeña satisfacción vengativa arrasando los parterres de flores del colegio con su carruaje.

Richard Burton se alistó en el ejército de la Compañía de las Indias Orientales y le destinaron a Bombay bajo el mando del general Charles James Napier. Durante su estancia se convirtió en fluido hablante de hindi, gujaratí y maratí así como de persa y árabe. Su acusado interés y participación en las culturas y religiones de la India no fueron bien vistos por sus camaradas militares que lo acusaron de “volverse nativo” y le llamaron “el negro blanco”. En esos tiempos también se ganó otro apodo: “Dick el rufián”, por su ferocidad como luchador.

Participó en la elaboración de la cartografía del Sindh, gracias a lo cual aprendió a utilizar instrumentos de medición. Trabajó como agente para el general Napier en misiones específicas como informante y espía, precisamente cuando tomó por costumbre viajar disfrazado y pasar así desapercibido entre los nativos. Se sabe que anduvo investigando un burdel del que se decía que era frecuentado por soldados ingleses y donde en realidad las prostitutas eran jovencitos.
En 1849 regresó a Europa y poco después escribía su primer libro: “Goa y las montañas azules”, una guía de la región de Goa, en la costa occidental de la India. De viaje por Boulogne para visitar la escuela de esgrima conocería a Isabel Arundell, quien sería su futura esposa.

Ansiando nuevas aventuras, en 1853 Burton consiguió la autorización de la Royal Geographical Society para explorar la zona de La Meca. Ahora estaba familiarizado con las costumbres musulmanas y tenía además un minucioso plan para llegar disfrazado como un peregrino más (incluso se hizo circuncidar para no ser descubierto). Aunque Burton no fue el primer occidental que penetró en La Meca (le precedieron el italiano Ludovico di Barthema a principios del S. XVI y en el XIX el español Domingo Abadía, alias “Ali Bey”, su peregrinaje es el más famoso y mejor documentado. Como él mismo escribió: “Aunque ni el Corán ni el Sultán piden la muerte del judío o cristiano que traspasen las columnas que denotan los límites del santuario, nada puede salvar a un europeo descubierto por el populacho o a uno que tras la peregrinación se ha mostrado a sí mismo como infiel.”

Se cree que después de esa aventura, Richard F. Burton continuó espiando para el general Napier en distintas misiones, pero en cualquier caso en 1854 conoce al capitán -entonces teniente- John Hanning Speke, quien lo acompañaría en su exploración más famosa por tierras africanas. Cito a Javier Reverte, de su magnífico libro “El sueño de Africa”
“Richard Francis Burton y John Hanning Speke (..) eran dos personalidades por completo opuestas, pero a ambos les unía una ambición y compartían el mismo sueño: encontrar las fuentes del Nilo, el gran reto de la exploración de su tiempo. El río marcaría sus biografías y sería la causa de una de las más agrias disputas en la historia de los descubrimientos. A Burton le cupo la gloria de diseñar la ruta que habría de conducir hasta su nacimiento, mientras que Speke logró otro mayor: ser el primer hombre blanco que alcanzó el lugar”.

El viaje comenzó con la exploración de la región de Somalia (en realidad todo lo comprendido dentro del llamado “cuerno de Africa”), donde las autoridades británicas querían proteger el comercio por el Mar Rojo y, recabando datos geográficos de estas poco conocidas tierras, abrir nuevos enclaves comerciales.

Burton emprendió la primera parte de su viaje en solitario hacia la ciudad prohibida de Harar, donde no había entrado ningún europeo. La vuelta estuvo plagada de problemas por falta de suministros y a punto estuvo de morir de sed.
Después continuó acompañado por Speke en una accidentada expedición que pretendía atravesar África de Nordeste a Sudoeste. En un ataque de tribus somalíes Speke recibe múltiples heridas, mientras que una jabalina atravesó la cara de Burton (en los retratos posteriores se aprecia la gran cicatriz de la mejilla). El fracaso de este viaje hizo que en 1855 Burton regresara al ejército y participara brevemente en la Guerra de Crimea contra los rusos.

En 1856 la Real Sociedad Geográfica financia una nueva expedición a Africa que, partiendo de Zanzíbar, permitiera explorar un “mar interior” que se sabía que existía. Misión: estudiar las tribus locales y averiguar qué exportaciones se podían realizar desde esa región. Aunque no explícitamente, también existía un notorio interés por llegar a descubrir la ubicación del nacimiento del río Nilo.

Hasta entonces todos los intentos por hallar las míticas fuentes del Nilo se habían planteado partiendo desde la desembocadura del río en el Mediterráneo. Burton investigó a fondo e imaginó otra alternativa: salir desde las costas del Indico y avanzar hacia el oeste siguiendo las rutas de las caravanas de esclavos árabes, a través de rutas jamás realizadas por europeos. Hay que recordar que para los geógrafos europeos el centro de Africa permanecía siendo misterioso. Continúo con Javier Reverte:

“Tan sólo dos misioneros alemanes, Rebmann y Krapf, cuya misión estaba en Mombasa, se había internado en los territorios hacia el oeste, en la década de los cuarenta, y habían descubierto los montes Kilimanjaro y Kenia, los dos techos de Africa. Pero no habían ido más lejos”.
Burton invitó a Speke para que le acompañara de nuevo. Era 1857. Desde el comienzo el viaje hacia el interior estuvo plagado de problemas con porteadores, robo de suministros, enfermedades tropicales. Speke estuvo una temporada casi ciego y sordo de un oído debido a una infección causada por intentos de retirar un escarabajo que se le había introducido en él. Burton fue incapaz de andar durante parte del viaje y hubo de ser llevado en camilla, convencido de que iba a morir. Pero ninguno de los dos se planteaba el regreso.

La expedición llegó al Lago Tanganika en febrero de 1858. Burton quedó asombrado por la vista del inmenso lago, pero apenas se pudieron realizar mediciones ya que buena parte del equipo topográfico se había perdido. Para entonces ambos exploradores apenas se soportaban. Estando recuperándose en Tabora, unos informantes les hablaron de la existencia de otro lago, mayor que el Tanganika, yendo hacia el norte. Speke insistió en ir, Burton no quiso; discutieron y Speke se fue solo. El 3 de agosto Speke alcanzaba la orilla sur del lago al que llamaban Nyanza, sin saber que en lengua bantú significa tan sólo “lago”. Lo bautizó Victoria en honor de la reina. La falta de instrumentos adecuados le impidió topografiar la zona pero quedó convencido en su fuero interno que el lago era la tan largamente buscada fuente del Nilo.

Tanto Burton como Speke estaban en un estado de salud penoso después de su expedición y regresaron a casa por separado. Como era habitual en él, Burton realizó detalladas anotaciones, no sólo de la geografía, sino también de los lenguajes, costumbres y hábitos sexuales de las gentes que se encontró. Aunque fue la última de las grandes expediciones de Burton, sus notas geográficas y culturales fueron de gran valor para subsiguientes expediciones de Grant, Samuel Baker, Livingstone y Stanley.

Speke había llegado primero a Londres y se adelantó a dar una conferencia en la Real Sociedad Geográfica, donde proclamó que su descubrimiento, el lago Victoria, era la fuente del Nilo. Cuando Burton regresó se encontró con Speke tratado como héroe y preparando nuevas expediciones. En los meses que siguieron, Speke intentó constantemente dañar la reputación de Burton y éste acusó a aquél de fantasioso, arrojando todas las dudas posibles sobre sus tesis sobre el nacimiento del gran río.

Tras interminables y agrias polémicas entre geográfos enfrentados, se decidió organizar un debate científico que dejase zanjada la cuestión sobre el origen real del Nilo para septiembre de 1864. Los periódicos de entonces hablaban del “duelo del Nilo”, pero nunca se celebró, ya que un día antes del debate, mientras cazaba en sus propiedades del sur de Inglaterra, a John Speke se le disparó en el pecho una pistola que llevaba al saltar una valla. Hubo quienes pensaron que se trataba en realidad de un suicidio, pues opinaban que Speke no se sentía con argumentos suficientes para combatir a Burton. Años después erigieron en Londres un obelisco en su memoria, cuando ya era reconocido como indiscutible descubridor de las fuentes del Nilo.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, no se puede negar que Richard F. Burton fue dotado por la naturaleza con grandes cualidades. Era atractivo, fuerte, culto y un apasionado de la aventura. Pero además un sólido antropólogo, extraordinario políglota y magnífico escritor. Dentro de la tradición de viajeros ilustrados del S. XIX, Burton representa uno de los más perfectos ejemplos de intelectual y hombre de acción a partes iguales.

Su patria no le concedió sin embargo grandes reconocimientos. En realidad hubo de vivir con el rechazo del puritanismo social británico a su carácter controvertido y sus puntos de vista poco ortodoxos (inusualmente francos y abiertos) sobre la sexualidad, la poligamia o la esclavitud así como por haber desposado con una ciudadana católica. Más de una vez describió en sus escritos las técnicas sexuales comunes de los lugares que visitó, ofreciendo indicios de que había participado. Fue también continua su búsqueda espiritual interesándose por la cábala, la alquimia y diversas religiones de oriente. Acabó convertido a la disciplina mística del sufismo.

domingo, 17 de enero de 2010

La guerra cantonal

El 12 de julio de 1873 estalló la insurrección en Cartagena. Nació el Cantón de Cartagena, un ente de naturaleza nacional que mantuvo su independencia de la República durante seis meses. Surgió debido a la enérgica repulsa al régimen unitario de la Primera República y al envío de jovenes a las guerras coloniales que mantenía España, como la de Cuba de 1868.Federales intransigentes tomaron el ayuntamiento y nombraron una junta revolucionaria, apoderándose del arsenal y del puerto, donde estaba estacionada la mayoría de la flota española, la cual se unió a la sublevación. El cantón de Cartagena, bien pertrechado gracias a las armas del arsenal y a la posesión de la flota, acuñó moneda propia y resistió los ataques de las tropas del gobierno. El líder del Cantón de Cartagena fue el murciano Antonete Gálvez, militar progresista de origen humilde que entonces era diputado a Cortes por la provincia de Murcia.

Final de la Primera República

El 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos se pronunció en Sagunto a favor de la restauración en el trono de la monarquía borbónica en la persona de don Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II. El gobierno de Sagasta no se opuso a este pronunciamiento, permitiendo la restauración de la monarquía. El triunfo de la restauración borbónica se logró gracias al trabajo previo de Antonio Cánovas del Castillo, que sin embargo era contrario al pronunciamiento militar.
Hasta 1931, los republicanos españoles celebraban el 11 de febrero, aniversario de la Primera República. Posteriormente, la conmemoración se trasladó al 14 de abril, aniversario de la proclamación de la Segunda República, que además, entre 1932 y 1938 fue fiesta nacional.

Amadeo de Saboya delante del cadaver del general Primm


Concentración de campesinos en Cuba




La reconcentración de campesinos se implementó por primera vez en Cuba cuando el tiempo de la colonia, por el gobernador Valeriano Weyler, 1896.Casi 70 años después, los comunistas que tomaron el poder pusieron de nuevo en practica esta horrenda e inhumana acción, para restarle logística a las guerrillas democráticas del Escambray. Estos humildes guajiros (campesinos), fueron hacinados en lugares apartados al otro extremo de la Isla, en lo que se dio en llamar, "Los pueblos cautivos de Pinar del Río"

Alfonso XII

El único rey español que se ha proclamado abiertamente liberal -antes incluso de subir al trono- fue el hijo de Isabel II que, de sostenida, mimada y hasta pervertida por los liberales de su época, pasó a ser destronada en la revolución de 1868. Era tal el hartazgo que aquellos hombres, generalmente uniformados, a menudo masones, casi siempre aventureros, tenían de la reina y su familia que uno de los más ilustres, Don Juan Prim, explicó en las Cortes su oposición a los borbones con sólo tres palabras: «Jamás, jamás, jamás».Pero sí, sí, sí...
De la milicia a Amadeo, de Amadeo a la República y al caos, y del caos a la milicia, el Sexenio Revolucionario (1868-1874) fue un alegato a favor de la Restauración. Faltaban aún tres cosas: un proyecto serio, una opinión pública dispuesta a olvidar la bochornosa experiencia isabelina y un rey español. Cánovas creó el proyecto y la opinión; y al rey, ya que no pudo engendrarlo, también lo creó políticamente.En la paternidad física, parece que se le adelantó uno de los amantes más apuestos de la reina castiza, don Enrique Puig Moltó. Lo ha mostrado Ricardo de la Cierva en uno de sus mejores libros: La otra vida de Alfonso XII, tan entretenido como silenciado.Nació alfonso el 28 de noviembre de 1857 y fue presentado en público, sobre la ritual bandeja de oro, mientras Narváez iba dejando paso a O4Donnell en el gobierno. Y llegó el rorro con acompañamiento popular de alegría y jolgorio. Si por falta de sucesión masculina en Fernando VII llevaban isabelinos y carlistas 20 años matándose, es muy comprensible la algazara.Alfonso llevó siempre con discreción y sufrimiento íntimo la mala fama de su madre y la no mejor de su padre oficial. Una, por escandalosa en su licenciosidad; el otro, por escandaloso en su inclinación sexual, que le hacía poco propicio y físicamente poco eficaz para la procreación. Ninguno dejó de fastidiar al vástago durante toda su vida.Cuando fue proclamado Príncipe de Asturias en Covadonga, la reina añadió a todos sus nombres el de Pelayo.

Acierto indudable, porque a los 11 años le tocó emprender la reconquista del trono español, perdido por Isabel II para siempre jamás, jamás, jamás.Entonces empezó de verdad su vida. En el amargo exilio del que ha nacido príncipe y se ve en la calle, fue educándose bajo la tutela de unos maestros que fueron también amigos. Entre ellos destaca el Duque de Sesto, sombra y apoyo durante toda su existencia. Liberal en sus ideas y en la utilización de su enorme fortuna, el duque estaba casado con una rusa hermosísima, Sofía Trubetzkoy, que pasaba por hija natural del zar y que compartía con su marido cosmopolitismo, liberalismo y entusiasmo monárquico (hubiera sido excesivo pedirles aversión al adulterio).Ambos desarrollaron la trama civil de la Restauración en la alta sociedad madrileña mientras Antonio Cánovas del Castillo dirigía la política y trataba esforzadamente de que no fuera estorbada o suplantada por la trama militar. No fueron los únicos pero sí decisivos.Alfonso estudió tres años en el Colegio Theresianum de Viena, para aprender lo germánico sin olvidar lo católico.

Después le eligieron la Academia Naval de Sandhurst, la mejor de Europa, para mejorar su inglés y acrecentar su amor al parlamentarismo británico, aunque en ella sólo pasó una temporada antes de volver a casa, o sea, a Palacio. Fue notable estudiante, precoz en lo político, valeroso y buen patriota. ¿Se puede pedir más a un hijo de Isabel II y nieto de Fernando VII? Cuando el general Martínez Campos, adelantándose y contrariando a Cánovas, se pronunció en Sagunto por Alfonso, éste hizo pública su identidad política, en forma de carta pública, con fecha de 1 de diciembre de 1874, aunque fuera más temprana su redacción.Ese texto, conocido por Manifiesto de Sandhurst y redactado cuidadosamente por Cánovas, dice entre otras cosas de sustancia: «Huérfana la nación ahora de todo derecho público e indefinidamente privada de sus libertades, natural es que vuelva los ojos a su acostumbrado derecho constitucional y a aquellas libres instituciones que ni en 1812 le impidieron defender su independencia ni acabar en 1840 otra empeñada guerra civil (...).

Sea la que quiera mi propia suerte, ni dejaré de ser buen español, ni, como todos mis antepasados, buen católico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal». Y firma: «Alfonso de Borbón».Cánovas, historiador de fuste, hacía al posible rey hijo de las cortes de Cádiz; de religión católica, como los carlistas que le hacían la guerra; y dispuesto a favorecer la modernización de España, que ya entonces llamaban regeneración. El primero que lo entendió así fue el generalísimo carlista don Ramón Cabrera, El Tigre del Maestraztgo, que brindó público apoyo en Londres al futuro rey. Estaba en el aire la necesidad de paz civil.Alfonso entró en España al comenzar el año 1875, por Barcelona, que le recibió entusiásticamente. Lo mismo pasó en Valencia, donde Martíenz Campos presumió lo suyo. Pero fue en Madrid, faltaría más, la apoteosis.Con sus 17 años flacos encaramados a un imponente corcel blanco, el rey adolescente apenas podía avanzar por la Castellana entre los vivas de la muchedumbre.

Y Borbón al fin, saltándose el protocolo, provocó una anécdota que sería fabulosa si no fuera simplemente cierta: viendo Alfonso a unas mozas muy bullangueras, que se ganaban la vida en el mercado de la Plaza de la Cebada, cedió a su instinto político y se acercó caracoleando para agradecerles sus vítores. «¡Más gritábamos cuando echamos a la puta de tu madre!», le explicó una moza enardecida. Por si no sabía el rey a qué atenerse.Puede decirse que la coronación popular de Alfonso XII terminó ahí, tras lo cual marchó inmediatamente a visitar al ejército que luchaba contra los carlistas, mietras Cánovas preparaba la Constitución más longeva de nuestra Historia.Pero su vida personal, como siempre en los reyes, marcó la trayectoria de la institución. Al visitar la primera línea de las tropas en la batalla de Lácar estuvo a punto de ser hecho prisionero. Escapó de milagro, como algún tiempo después a un atentado anarquista, pero su salud se la guardaba. Tuvo en 1876 un vómito de sangre que, si bien no trascendió fuera de su círculo íntimo, delataba una tuberculosis sorprendentemente inadvertida en la infancia, escondida en la adolescencia y que lo emplazaba fatalmente antes de cumplir los 20 años.

Se hacía urgente encontrarle novia y, por una vez, contrarió a Cánovas eligiendo a su guapa prima hermana Mercedes, hija de Luisa Fernanda y el Conde de Montpensier. Este era uno de los asesinos de Prim según el sumario instruido tras el crimen y Cánovas, como otros liberales, lo sabía.Varios se negaron a votar en las Cortes a la hija de un asesino como reina de España, aunque Mercedes nunca supo la razón. Isabel II, para romper el idilio, fue más lejos y le echó por delante a una belleza extraordinaria, la cantante de ópera Elena Sanz, a la que ya había mandado a visitarle -tal vez a iniciarle en el sexo- al colegio vienés.Cantando con Gayarre La Favorita -nombre que se le adjudicó-, Elena hechizó al Príncipe, que dejó a su primera contralto, Adelina Borghi, y le puso a Elena un piso junto a Palacio. La boda, tras el acuerdo de las cortes, se celebró pese a todo, con la poco lamentada ausencia de Isabel II.

Pero desde la ultratumba masónica, Prim se vengó: a los cinco meses moría de tifus, larvado como la tuberculosis de Alfonso, la reina Mercedes, que pasó inmediatamente al romancero popular.Alfonso le guardó luto... a su modo. Tuvo dos hijos con Elena Sanz y aceptó casarse con María Cristina de Austria, inteligente, devota, fría, celosa y, por fortuna, constitucional. El rey, aburrido en Palacio y enfebrecido por su enfermedad, comenzó una carrera contrarreloj para disfrutar de la vida que se le escapaba. No dormía, apenas comía y pasaba las noches de cama en cama. Tuvo aún tiempo para tener dos hijas legítimas y dejar a la reina embarazada de un niño, el futuro monarca Alfonso XIII.Vio asentarse el turno de partidos y quiso el destino que su último gobierno fuera de Cánovas, vuelto al poder en 1884. El 25 de noviembre de 1885, tras verle cumplir sus obligaciones hasta el último día, España perdió al rey más popular de su historia moderna. Le faltaban tres días para cumplir los 28 y llevaba tres años muriéndose. Tuvo el final romántico que merecía: muy español, muy liberal.

La "marcha verde"

Canción de Alfonso XII

De los árboles frutales,

me gusta el melocotón;

y de los reyes de España,

don Alfonso de Borbón.

¿Dónde vas, Alfonso Doce,

dónde vas triste de ti?

Voy en busca de Mercedes

que hace tiempo no la vi.

Ya Mercedes está muerta,

muerta está, que yo la vi,

cuatro duques la llevaban

por las calles de Madrid.

Su carita era de cera,

y sus manos de marfil,

y el velo que la cubría,

de color de carmesí.

Sandalias bordadas de oro

llevaba en sus lindos pies,

que se las bordó la infanta,

la infanta doña Isabel.

El manto que la envolvía

era rico terciopelo,

y en letras de oro decía:

“Ha muerto cara de cielo”.

Los caballos de palacio

ya no quieren pasear,

porque se ha muerto Mercedes

y luto quieren llevar.

Los faroles de las calles

con grasas negras están,

porque se ha muerto Mercedes

y luto quieren llevar.

Ya murió la flor de mayo,

ya murió la flor de abril,

ya murió la blanca rosa,

rosa de todo Madrid.

Al entrar en el Palacio,

una sombra negra vi;

cuanto más me retiraba,

más se venía hacia a mí.

No temas Alfonso Doce,

ni te asustes; ¡ay de mí!

que soy tu esposa Mercedes,

que te viene a recibir.

Cásate, buen caballero;

cásate y no estés así;

la primera hija que tengas,

la llamarás como a mí.

El golpe de estado sobre la primera república

La Primera República Española fue el régimen político que hubo en España desde su proclamación por las Cortes, el 11 de febrero de 1873, hasta el 29 de diciembre de 1874, cuando el pronunciamiento del general Martínez Campos dio comienzo a la Restauración borbónica en España.
El primer intento republicano en la Historia de España fue una experiencia corta, caracterizada por la profunda inestabilidad política y social y la violencia. La República fue gobernada por cuatro presidentes distintos hasta que, tan sólo once meses después de su proclamación, se produjo el golpe de Estado del general Pavía y la instauración de una república unitaria dominada por el Duque de la Torre.
El período estuvo marcado por tres guerras civiles simultáneas: la Tercera Guerra Carlista, la sublevación cantonal en la península Ibérica y la Guerra de los Diez Años en Cuba. Los problemas más graves para la consolidación del régimen fueron la falta de verdaderos republicanos, la división de éstos entre federalistas y unitarios y la falta de apoyo popular.

Rafael del Riego

(Rafael de Riego y Núñez; Santa María de Tuñas, Asturias, 1785 - Madrid, 1823) Militar español. Miembro de los Guardias de Corps, luchó contra los franceses en la Guerra de la Independencia (1808-14). Estuvo prisionero en Francia, en donde recibió la influencia ideológica del liberalismo revolucionario.
En 1819 fue destinado como comandante al ejército que se estaba concentrando en Andalucía con la intención de partir hacia América y restablecer allí el dominio colonial español, que las rebeliones de los criollos habían eliminado durante la ocupación francesa de la metrópoli. Riego participó en las conspiraciones liberales encaminadas a sublevar al ejército contra el régimen absolutista impuesto por Fernando VII; y en 1820 se pronunció públicamente en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) a favor de la Constitución de Cádiz de 1812, que el rey había abolido nada más regresar.
El descontento de las tropas por las condiciones en que iban a ser enviadas a América (en una flota poco fiable) facilitó el éxito del pronunciamiento. Riego recorrió Andalucía al frente de una columna, animando a la insurrección a los liberales y sin encontrar apenas resistencia, hasta que Fernando VII se decidió a jurar la Constitución.
Se abrió así un periodo de monarquía constitucional (el Trienio Constitucional de 1820-23), enormemente difícil por la deslealtad del rey al régimen que le habían impuesto los liberales. El propio Riego se convirtió en símbolo del liberalismo radical y colaboró con los gobiernos liberales como capitán general de Galicia y de Aragón y presidente de las Cortes (1822).

Cuando se produjo la invasión francesa de los «Cien mil hijos de San Luis», que venía a restablecer el absolutismo, Riego encabezó la resistencia en Andalucía (1823); pero fue derrotado, capturado y ejecutado. Pervivió, sin embargo, en la memoria popular como un héroe mítico de la lucha por la libertad; la marcha que tocaban sus tropas durante los hechos de 1820 siguió sonando como himno revolucionario a lo largo del siglo XIX y fue declarada himno nacional de España por la Segunda República (1931-39).

El Sahara

El Sahara, Sáhara o Sahara Occidental (antiguo Sahara Español) es un territorio de África situado en el extremo occidental del desierto del Sahara, a orillas del océano Atlántico. Es uno de los dieciséis territorios no autónomos bajo supervisión del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, con el fin de eliminar el colonialismo. Su proceso de descolonización fue interrumpido en 1976, cuando su antigua potencia colonial, España, abandonó el Sahara occidental en manos de Marruecos y Mauritania (conforme a lo dispuesto en los Acuerdos de Madrid). Su suelo se encuentra ocupado actualmente casi en su totalidad por Marruecos, aunque la soberanía marroquí sobre el mismo no es reconocida por las Naciones Unidas y es rechazada por el grupo armado Frente Polisario, que proclamó su independencia en 1976 creando el estado de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) que hasta el momento ha sido reconocido por 82 países. La RASD administra de facto la zona del Sahara Occidental no controlada por Marruecos, que denomina oficialmente al territorio como sus Provincias Meridionales. Por otro lado, Mauritania ocupa la ciudad sureña de La Agüera

LA HISTORIA DEL SAHARA:

Marruecos, que fue durante mucho tiempo el motor económico del Oeste sahariano y el punto de derrame de las mercancías procedentes del Oeste africano, extendía su influencia más allá de Tagart y a lo largo de las pistas del Sáhara desde el arco Agadir-Sijilmassa-Tuat, englobando a la vez las ciudades del Norte de Marruecos y los valles de los ríos Senegal y Níger. En esta vasta región que iba de Tánger a la cuenca del río Senegal, la influencia marroquí se manifestaba por la circulación de una moneda única y por el mismo sistema de peso y de medida. Las mercancías circulaban sin obstáculos aduaneros, porque se trataba de intercambios internos practicados en los límites de un solo conjunto cultural y económico. En la segunda parte del siglo XIX, Marruecos conoció acontecimientos políticos graves que provocaron que el poder del Sultán se debilitase. El país fue entonces dividido por Francia y España, y el Sáhara no escapó a la politica colonial Europea. A causa de sus potencialidades pesqueras y gracias a las salinas de las Islas Canarias que permitían la conservación y el transporte del pescado, España tuvo rápidamente una posición regionalmente dominante. Desde el siglo XV, los españoles fueron atraídos por el litoral del Sahara. Su primer establecimiento sobre esta parte del litoral sahariano data de 1476 cuando Diego García De Herrera, señor de Lanzarote hizo edificar un fuerte que bautizó "Santa Cruz de la Mar Pequeña" y que fue destruido más tarde por el sultán El Wartassi en 1527. En 1860, la guerra hispano-marroquí se acaba con la victoria de los españoles en la batalla de Tetuán, que les permitió apoderarse de la ciudad de Tetuán y en el tratado de paz, insertaron el artículo n° 8 que les permitió controlar posteriormente el Sáhara.
Reclamada como territorio por España en 1885, la ocupación efectiva del territorio no se realizó hasta 1934. El 6 de noviembre de 1975 la Marcha Verde traspasó la frontera internacionalmente reconocida del Sahara Occidental. En virtud de los acuerdos de Madrid de 1975, se estableció una administración temporal tripartita constituida por España, Marruecos y Mauritania. El 26 de febrero de 1976 España abandonó el territorio, tras lo cual el Frente Polisario (apoyado por Argelia) proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y emprendió una guerra de liberación del territorio contra estos dos países.

Muros marroquíes en el territorio del Sahara Occidental. En amarillo el territorio ocupado por el Frente Polisario
En 1979 Mauritania, derrotada, firmó la paz con el Frente Polisario renunciando a sus pretensiones en el territorio, al mismo tiempo Marruecos materializó la ocupación, con el apoyo de Estados Unidos. En la ocupación Marruecos bombardeó a la población saharaui con napalm y fósforo blanco con el objetivo de cometer genocidio, lo que ocasionó la huída de muchos al exilio en el desierto. En 1991, Marruecos y el Frente Polisario firmaron un alto al fuego auspiciado por la ONU que estableció la Misión de Naciones Unidas para el referendo en el Sahara Occidental (MINURSO), que se celebraría en febrero de 1992. El Frente Polisario acusa a Marruecos de ir aplazando la convocatoria del referéndum mediante apelaciones para que la población no saharaui instalada por el gobierno marroquí en la zona durante los últimos años (que ya es mayoría) tenga derecho a voto. Marruecos rechaza estas acusaciones y acusa a Argelia y el Polisario de aumentar la población de la RASD con el aporte de Saharauis Argelinos; por el momento, Argelia no permite ningún tipo de censo de la población de los campos de Tinduf y sólo existen estimaciones.
Para superar el estancamiento del proceso de paz, las Naciones Unidas designaron a James Baker como Enviado Personal del Secretario General de las Naciones Unidas para el Sahara Occidental. Bajo sus auspicios, en 1997 Marruecos y el Frente Polisario firmaron los Acuerdos de Houston. En enero de 2000 se finalizó el proceso de identificación de votantes para el referéndum de autodeterminación. Se presentaron 120.000 apelaciones pero, en lugar de tramitarlas de acuerdo con los procedimientos pactados por las dos partes, el Secretario General de la ONU congeló el proceso. Para superar el bloqueo, el secretario general propuso un plan para la repartición del Sahara entre Marruecos y el Frente Polisario, solución que fue aceptada por el Frente pero rechazada por Marruecos. Para superar de nuevo este bloqueo James Baker propuso otro plan, el llamado plan Baker II que en 2003 fue avalado por unanimidad por el Consejo de Seguridad (Resolución 1495). Marruecos, sin embargo, no aceptó dicho plan, porque según los responsables marroquíes el plan no garantiza la participación de todos los saharauis en el referéndum de autodeterminación. Marruecos propuso en su lugar conceder al Sahara Occidental una amplia autonomía bajo su soberanía (cuyas condiciones no han sido todavía concretadas) y la creación de CORCAS (Consejo Real para los Asuntos del Sahara) compuesta por miembros de distintos clanes y tribus saharauis designados por el rey de Marruecos, pero esta solución fue rechazada por el Frente Polisario.
Actualmente, el territorio del Sahara Occidental se halla dividido por un muro de más de 2.000 km de largo que divide de norte a sur el Sahara Occidental. La zona al oeste del muro de protección marroquí es el territorio ocupado por Marruecos, llamado "Sahara Marroquí", mientras que la zona al este del muro constituyen los denominados por el Polisario "territorios liberados" o "zona defensiva" para Marruecos.

El general Primm

El atentado que costó la vida al general Prim cuando ocupaba la presidencia del Gobierno provocó una dramática alteración del liderazgo político en el país en la medida en que el militar era una figura de gran prestigio entre los impulsores de la revolución de 1868. Además, era el más capacitado de todos ellos, según la opinión del historiador inglés Nigel Townson (Historia virtual de España, Taurus), quien traza un imaginario sobre los acontecimientos en la España pos isabelina en el supuesto de que no se hubiera producido el magnicidio, que nunca fue aclarado por las autoridades.

Juan Prim y Prats (Reus, 1814-Madrid, 1870) fue desde muy joven militante del Partido Progresista y obtuvo un acta de diputado a Cortes por Tarragona. Comenzó su carrera militar en el batallón de tiradores de Isabel II, intervino en las luchas políticas bien contra el regente Espartero o para combatir a los moderados.Perseguido, procesado y expatriado en diversos periodos, fue capitán general de Puerto Rico, desempeñó diversos cometidos en la guerra de Africa al mando de los voluntarios catalanes, expedicionario en México, recibió los títulos de conde Reus y de marqués de los Castillejos. Lideró la revolución que destronó a Isabel II, pero ejerció el poder al frente del Gobierno de manera dictatorial. Hizo proclamar a Amadeo de Saboya rey de España, y dos días antes de la llegada de aquel a Madrid fue mortalmente herido en la calle del Turco el 27 de diciembre de 1870.

Al anochecer de ese día, Prim salió del palacio de las Cortes en berlina acompañado por sus dos ayudantes. En el cruce de la calle del Turco con la de Alcalá, un carruaje de alquiler obstruía la salida, mientras que otro, en sentido contrario, obligó a detenerse el coche del primer ministro. Según confusas versiones, entre ocho y diez embozados corrieron hacia el coche y descargaron sus escopetas y trabucos a través de las ventanillas. Seis de los disparos impactaron en el cuerpo de Prim, aunque en un primer momento nadie se percató de la gravedad de su estado. Incluso subió por su propio pie las escaleras de su residencia en el palacio de Buenavista, donde fue atendido por médicos militares.Juan Prim falleció el 30 de diciembre sin que nunca se haya llegado a conocer el menor rastro de los autores directos o indirectos de un crimen que tuvo tan amplias repercusiones.

«Nadie ha poseído jamás como Prim el don de conmover y persuadir a las muchedumbres haciendo vibrar con el soplo de la elocuencia las fibras más delicadas del corazón», escribió José Coroleu en Memorias de un menestral de Barcelona. «Su oratoria era brillante y apasionada, sin ampulosidad ni amaneramiento, y tenía la sobriedad y el vigor tan propios de la raza catalana ». Estos ditirambos no impieron que un vespertino barcelonés titulado El Centralista publicara unos versos poco acordes: «¡Ay, ay, ay, chirivit, madura a la paella! ¡Ay, ay, ay, chirivit, en Prim será fregit!» O aquellos otros: «Cristina, Prim, Narváez i tots los moderats, dintre de la paella purgarán sos pecats »

Del impacto de la muerte de Prim se ocupa Nigel Townson, quien no sólo resalta sus dotes como estadista sino también su liderazgo sobre el Ejército. El general era la clave del arco revolucionario y durante bastante tiempo fue capaz de mantener una política conciliadora con las distintas fracciones.

Prim quería un estado fuerte en España en torno a una monarquía parlamentaria, y el historiador justifica su fuerte sentido de la autoridad y el orden público, que considera perfectamente compatibles con los principios liberales que abrazaba.
De no haberse producido el asesinato, es probable, según Townson, que las rivalidades internas entre los liberales no hubieran desembocado en ruptura, y que la monarquía amadeísta se habría escorado hacia la izquierda con Prim al frente del Gobierno, quizá turnándose con otro partido dinástico más conservador formado por los políticos y militares unionistas detrás de Serrano. Una monarquía de este tipo habría podido hacer frente con mayores garantías de éxito al boicoteo de la aristocracia. El propio Prim era un outsider de los medios madrileños, pero había ido ganándose la aceptación de la alta sociedad española y europea, en parte gracias a su carrera militar y en parte por un matrimonio muy bien planeado desde el punto de vista de su ascenso social.Su esposa tampoco era madrileña, ni española, sino mexicana pero cargada de dinero y con los buenos modales procedentes de una larga educación londinense y parisiense.
Lo probable, de acuerdo con las mismas especulaciones, es que el carlismo habría sido derrotado de forma más contundente y que el mundo católico conservador habría tenido que resignarse a una situación como la italiana, llegando finalmente -quizá décadas después, como en Italia- a un acuerdo entre la Iglesia y el Estado que incluiría el reconocimiento de la monarquía y el levantamiento de la excomunión contra los Saboya. En pleno proceso revolucionario, Prim representaba la autoridad del Estado y la unidad del Ejército. Su muerte sumió la revolución en el caos, que es justamente lo que sus enemigos habían predicho desde el principio y él estaba dispuesto a evitar.

De acuerdo con el análisis de Nigel Townson, lo peor que hizo Juan Prim a lo largo de toda su carrera política fue morirse, o dejarse matar, de forma tan inoportuna. «No es una humorada: en cierto modo, Prim se dejó matar. Habiendo recibido repetidos avisos de conspiraciones para asesinarlo, se negó a tomar las precauciones que le recomendaron sus amigos y consejeros. Una actitud que, esta vez, no respondía a una genialidad personal sino a la cultura propia de su época y grupo profesional. Como militar que había participado en varias guerras con audacia teatral, de la que había sabido sacar provecho profesional, Prim se jactaba de enfrentarse con el peligro físico y lo menospreciaba en exceso.Pero las maquinarias del atentado político son más frías, más indiferentes al valor personal que los ataques en el campo de batalla. Prim, que desde hacía tiempo era mucho más un político que un militar, adoptó ante el riesgo de un atentado la actitud de un militar, y de un militar de la era romántica. No entendió bien el nuevo mecanismo de poder en que se había metido. En un momento en que cometía ya pocos errores, cometió el más grave de su vida.»

Himno del comandante Riego

El caballo de Espartero

En Madrid hay un dicho popular que hace referencia a la estatua de Espartero, en la cale de Alcalá, que dice: “Tiene los cojones como el caballo de Espartero“, “Tienes más huevos que el caballo de Espartero” o “le ha echado más huevos que el caballo de Espartero” en referencia al tamaño de los testículos del caballo de la estatua. Se usa para aludir la valentía o bravura de alguien en alguna situación complicada.

Patrona de S/C de La Palma (Águeda)