domingo, 7 de marzo de 2010

El padre Jose de Arce y Rojas

Nació en Santa Cruz de La Palma el 8 de noviembre de 1651 en el seno de una familia acomodada. Su padre D. José de Arce y Escobar, natural de la isla Terceira del archipiélago de Azores se estableció en La Palma en 1640 y contrajo matrimonio el 17 de mayo de 1644 con Dña. María de Rojas y Lima del que nacieron 3 hijos: Juan, José y Luis de Arce y Rojas.
Los tres hermanos se educaron en el convento de Santo Domingo de la capital palmera.
En 1668 José de Arce llega al colegio de San Hermenegildo (Sevilla) para estudiar Derecho, carrera que abandonó al año siguiente por sentir una fuerte vocación religiosa e ingresa, el 30 de julio de 1669, en el colegio de San Ambrosio, noviciado de Villagarcía de Campos (Valladolid).
Tenía 18 años, blanco de piel, alto, de pelo castaño y un lunar en el carrillo derecho. Su carácter vivo y fácil elocuencia le confiere una gran reputación como educador y orador en los primeros destinos en Sevilla, Valencia, Valladolid y Salamanca. Había terminado los estudios de Filosofía y Artes.
Sus enormes deseos de pasar a las misiones de las Indias los rentabilizó al aprovechar la llegada a España del Procurador General de la provincia del paraguay, el P. Cristóbal Altamirano s.j.
Pudo entrar en la expedición de 33 religiosos concedida el 20 de octubre de 1672, aunque no salió hasta el 15 de diciembre de 1673 con dirección a Buenos Aires (Argentina).
Inicia aquí la etapa americana que durará 41 años de dedicación a la conversión de los indios chiriguanos y chiquitos.
Llegó a Buenos Aires el 15 de marzo. Se desplazó a la ciudad argentina de Córdoba donde estudió y terminó de especializarse en Teología. Enfermó gravemente de tisis hasta casi fallecer.
El 7 de noviembre de 1677 es ordenado sacerdote, un día antes de cumplir los 26 años. Sus últimos votos los profesó en San Ignacio Guasu (Paraguay), el 15 de agosto de 1686, día de Nuestra Señora de la Asunción, patrona de Asunción, capital de Paraguay.
El siguiente trienio lo encontramos enseñando Filosofía y Humanidades en Tarija (Bolivia).
Sus dotes para la labor misionera las puede llevar a la práctica en octubre de 1689 cuando sale de Córdoba. Estudió y dominó las lenguas de chiquitos, quichuo, guaraní, chiriguaná y payaguá.
En compañía de 5 jesuitas más, marchan a Tarija para fundar allí un colegio e iniciar su sueño dorado, la conversión de los chiriguanos. En estos momentos el P. Arce inicia los contactos políticos con el Cabildo y sociales con los caciques de distintos grupos de indígenas que querían abrazar la nueva religión y demandaban la presencia de los padres jesuitas para que defendiesen sus tierras y cuidaran de ellos como sus parientes guaraníes. Estos indios desean abrir el camino por Pilcomayo para el Paraguay porque sabían de la abundancia de vacas, remedio de tantas hambrunas que padecían por las plagas de langosta.
El 26 de septiembre de 1690 logra pacificar un grave conflicto de guerra entre dos caciques en Pilcomayo.
El 21 de noviembre funda una reducción en el río Guapay, la de «Presentación de Nuestra Señora».
El 31 de julio de 1691 funda la reducción de «San Ignacio» en el valle de Tarequena.
Su labor debía continuar hasta el lago Xarajes, poniéndose en marcha el 9 de diciembre con su acompañante y dos mozos que le servirían de guía hasta las primeras rancherías de las Piñocas, para penetrar en la tierra de los chiquitos. A finales de mes llegó a un lugar en el que encontró los indios contagiados de viruela y decidió quedarse con ellos. El día de final de año levantó una cruz delante de la cual rezó el P. Arce la letanía lauretana con los indios arrodillados.
El 14 de enero de 1692 tenía ya acabada la iglesia que llamó de» San Francisco Javier de las Piñocas»; en honor de su santo devoto, por el cual llegó incluso a firmar como José Francisco de Arce y Rojas. Esta es la tercera fundación de una reducción por el P. Arce. La cuarta fue la de» San Rafael». Fue nombrado Padre Superior de las reducciones chiriguanas.
A mediados de febrero llega la noticia de que los paulistas (portugueses de Sao Paulo) habían pasado en enero el río Paraguay para destruir Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). El P. Arce pidió ayuda al Gobernador que le mandó un grupo de 130 soldados a los que se unieron 500 indios flecheros, al tiempo que el P. Arce dispusiera que la reducción de San Francisco Javier se trasladase a un sitio más cómodo y abierto, más seguro y fuerte, sobre el río aperé o San Miguel. La victoria es para los españoles y chiquitos, siendo el P. Arce agasajado en todas las reducciones por él fundadas a su paso.
En 1693 indios enemigos destruyen el pueblo de Presentación de Nuestra Señora.
Las constantes amenazas de paulistas y cruceños por hacer esclavos fácilmente en las reducciones hace que el P. Arce traslade las misiones hacia lugares más seguros.
En 1701 realiza un memorial sobre la» yerba mate» que envía al General de la Compañía, siendo el impulsor de este cultivo como manera de acabar con el alcoholismo entre los indios y como fuente de ingresos para las reducciones.
Pero en su mente siempre estaba el encontrar la ruta que uniera las 30 reducciones guaraníes con las 10 de Chiquitos por el río Paraguay, ya que la otra ruta desde Asunción por Tucumán y Santa Cruz era larga y costosa.
Con esta idea llega a Asunción en 1703 y monta una expedición con salida el 26 de junio. Frustrado por no hallar el camino regresa el 7 de enero de 1704, momento en el que se aprueba su proyecto sobre la» yerba mate». Son unos 3.000 los indios que están reducidos.
Numerosos y frustrados fueron los intentos por abrir la ruta.
Sabemos que en 1706 el P. Arce era cura del pueblo de San Miguel.
Existe un vacío cronológico de la vida del P. Arce hasta 1713 en el que nuevamente lo encontramos de cura en San Miguel. De seguro seguía con las misiones en Chiquitos, pues en estos años hubo una Prohibición Real de las expediciones.
A finales de enero de 1715 se inicia la definitiva expedición encabezada por el P. Arce y el P. Bartolomé Blende en busca de Chiquitos por el río Paraguay. A lo largo de la ruta tuvieron varios contratiempos con los payaguás y los guaycurús, llegando en barcas hasta la laguna de Mayore. A mediados de agosto inicia el camino por tierra con 12 indios, dejando al P. Blende y un grupo de guaraníes.
Por fin, después de un accidentado y penoso viaje cumple su viejo sueño al llegar a la misión de San Rafael de los Chiquitos. De regreso, en Pataguá (Bolivia), encuentra al P. Blende y los indios muertos y cae en la mortal emboscada que le tendieron los payaguás. Sus últimas palabras, antes de perder la vida, fueron: «Hijos míos, muy amados, ¿por qué hacéis esto?». Era diciembre de 1715 cuando ocurrió el martirio del P. Arce, de 65 años de edad, después de 41 años en misiones y 45 de vida religiosa en la Compañía de Jesús.
Su recuerdo quedó grabado en la lista de mármol de los mártires del Paraguay que se encuentra en la capilla de los Mártires en el Colegio Cristo Rey (Asunción), en el que es considerado como «venerable».

La semana trágica de Barcelona

En el año 1909, pues tal fue el que albergó esta algarada, la Restauración cuenta con más de treinta años ya de existencia. Es cierto que el rey que reina ya no es el mismo, pues Alfonso XII ya está muerto y ha sido sucedido por su hijo, Alfonso XIII, aún joven. Pero permanece el sistema puesto en marcha por Cánovas del Castillo, muy de corte anglosajón, basado en el turno pacífico de dos grandes partidos, el conservador y el liberal. Los dos arquitectos del bipartidismo civilizado, Cánovas y Sagasta, han muerto ya. Al frente del liberalismo se encuentra un político provecto, Segismundo Moret, quien siente ya en su nuca el aliento de otro político liberal entonces joven que aprovechará, en los próximos años, su gran cercanía con el rey para urdir mil maniobras; se trata de Álvaro de Figueroa, conde de Romanones.

En el campo conservador, a la herencia de Cánovas y de Francisco Silvela se ha seguido la de un político originariamente liberal: Antonio Maura. Maura manda en el partido conservador y el partido conservador es el que gobierna. La segunda gran pieza de ese gobierno, tras su cabeza, es el ministro que hoy denominaríamos del Interior, Juan de la Cierva. De la Cierva es un hombre de ideas claramente conservadoras y muy amigo del orden; es, un poco, el Fraga Iribarne de su tiempo.Hasta 1909, y aunque ha habido algunos episodios chuscos (algún día escribiremos sobre el debate de investidura más corto de la Historia y de la inacabable moral del marqués de la Vega de Armijo), el turno entre los dos partidos más o menos se ha respetado. Pero se romperá en 1909. Y será a causa de la Semana Trágica.España es un país hasta cierto punto agostado.

Hay síntomas muy preocupantes. Por ejemplo, los ejércitos modernos, como el inglés, el francés o el alemán, registran entonces una tasa de un oficial por cada 20 soldados, más o menos; en el español hay un oficial por cada 5 o 6 soldados. El país tiene una caterva de 60.000 funcionarios, un montón, de los cuales la mitad son… sacerdotes, pues España es un país católico y confesional en el que quienes dicen misa cobran por ello, como cobra quien extiende los certificados de penales. La nómina pública tiene a un maestro o catedrático por cada seis curas. Se hace un padrón en Madrid, del que resulta una población de 595.586 personas.España sestea. Hasta el 9 de julio, cuando estalla la guerra.Ese día, un grupo de marroquíes ataca y mata a unos obreros de las obras del ferrocarril de Melilla. El comandante de las tropas de Melilla contesta atacando a los moros hasta hacerlos retroceder, no sin antes sufrir la muerte de un oficial y de varios soldados. Esta acción provocará el inicio de la guerra de Marruecos, cuyo clímax, el desastre de Annual, provocará, dentro de 14 años, el golpe de Estado del general Primo de Rivera.

La guerra de Marruecos, como problema social, no es, como podría serlo hoy, un problema entre pacifistas y belicistas. Lo que emponzoñará la vida de España desde aquel día hasta el final de las hostilidades es la intrínseca discriminación existente en la recluta de soldados.Unos ochenta años antes de los hechos que relatamos, un personaje bastante conocido de la Historia de España, Juan Álvarez Mendizábal (el de la desamortización), había llegado a la presidencia del gobierno (1835) en unas condiciones harto complicadas a causa de la sangría de la primera guerra carlista. En el intento de allegar recursos para dicha guerra, Mendizábal inventó una medida transitoria que habría de durar décadas: un impuesto sobre el servicio militar. El sujeto pasivo de dicho impuesto era quienes, debiendo combatir, no lo hacían, e importaba la suma (fabulosa) de entre 1.000 a 4.000 reales, más un caballo en buen estado. En la práctica, esta medida transitoria provocó que, durante todo el siglo XIX y parte del XX, la guerra (o el servicio militar, en tiempo de paz) fuese un sangrante ejemplo de clasismo: los ricos, que podían pagar el impuesto, se quedaban en casa; y los pobres pechaban con el fusil y con la muerte. De estos tiempos son la costumbre de algunos padres de poner a sus hijos nombre de mujer (Cruz o Rosario eran nombres de hombre relativamente comunes) y un seguro de vida específico, el seguro de quintas, que era un producto de capitalización que los padres comenzaban a acopiar al nacimiento del hijo varón con el objetivo de que, pasados los años, el ahorro hubiese alcanzado la magnitud del impuesto, para librarle de la guerra.

En el lenguaje de la época se comenzó a hablar de los cuotas, tal era el nombre que recibían los jóvenes burgueses que se libraban del servicio mediante el pago del impuesto.El primer error del gobierno fue disponer, el mismo día 10 de julio, la movilización de la Brigada Mixta de Cataluña.De todas las regiones de España, Cataluña era la más indicada para la movilización (tenía muchas tropas, un puerto grande y barcos en él), pero la menos, al mismo tiempo. La guerra era cosa de pobres y si había un lugar en el que los pobres estaban organizados y tenían conciencia de clase, ése era la industriosa y relativamente próspera Cataluña (relativamente próspera porque en 1909 vivía una situación de paro endémico, causado por el bajo precio internacional de los productos textiles, que también le echó gasolina a la hoguera). Para colmo, el coordinador de toda la historia bélica había de ser el ministro de la Guerra, el general Linares, quien antes de ser ministro había sido… capitán general de Cataluña. Tiró de donde sabía que había.El 14 de julio, embarcó hacia Melilla el Batallón de Cazadores de Barcelona, al que siguieron los batallones de Mérida, de Alba de Tormes, de Alfonso XII y de Cazadores de Estella. El día 18 embarcó, por su parte, el Batallón de Cazadores de Reus, compuesto íntegramente por soldados catalanes. Se armó la de Dios.Era domingo (otra torpeza gubernamental). En un muelle tomado por la policía, las esposas de los soldados, pues muchos estaban casados, lloraban a gritos.

Desde la popa del barco, los mismos soldados que iban movilizados gritaban mueras a la policía, a Maura, a Romanones y a la guerra, siendo aclamados por el público en los muelles. Los obreros, desde los muelles, gritan: «¡Tirad los fusiles! ¡Que vayan los cuotas! ¡Que vayan los hijos de Comillas y Güell! (alusión a dos de los principales accionistas del ferrocarril de Melilla)». Ya el día 14, en el primer embarque, unas damas católicas habían llevado medallas de santos a los Cazadores de Barcelona y éstos las habían tirado al mar, desdeñosamente. En los mitines que inmediatamente celebraron socialistas y anarquistas en toda Cataluña, los discursos se ven acompañados por los gritos desgarradores de las mujeres.El gobierno, en todo caso, no se toma en serio las cosas. El 21 de julio, los diputados de la Esquerra piden la apertura urgente de las Cortes, y La Cierva les contesta tomándolos a chirigota. En realidad, no es desprecio, sino antigüedad: hasta el siglo XX, todo lo que apañaba un gobierno para empezar una guerra era la opinión de los países vecinos y del propio ejército; a eso que llamamos el pueblo no se le había preguntado nunca y aquella vez tampoco se le preguntó.

El 18 de julio (de 1909, obviously), la Federación Socialista de Cataluña votó la huelga general. El día 20, socialistas y anarquistas convocaron juntos un histórico mitin en Tarrasa, del que salió un comunicado en el que se afirmaba el derecho de los marroquíes a su independencia, se llamaba a la huelga general, se decían cosas como que a los reunidos se la sudaba que en Marruecos prevaleciese la media luna sobre la cruz y se hacían propuestas como, cito textualmente, «que se formen regimientos de curas y frailes, que a más de estar interesados en los triunfos de la religión católica, no tienen ni familia ni hogar, y no producen la menor utilidad al país». Era gobernador de Barcelona Ossorio y Gallardo, un liberal de mente abierta que acabaría en las filas republicanas. Prohibió las reuniones preparatorias de la huelga, pero aún así éstas se celebraron de forma más o menos clandestina y el domingo 25 bajaron a Barcelona obreros de Sabadell, de Tarrasa, de Igualada y de Badalona, que estaban, a las doce de la noche, todos apiñados en la sede de la Casa del Pueblo, en la calle Nueva de San Francisco.

Los activistas obreros, consiguieron, a eso de la una, dar esquinazo al policía que les vigilaba, que se fue a redactar un informe bastante tranquilizador, mientras ellos se reunían en una chocolatería para preparar, nunca mejor dicho, el pastel.El lunes, 26 de julio, amanece la Semana Trágica de Barcelona con un montón de líderes obreros estratégicamente dispuestos por la ciudad, pasando a todo el mundo la consigna de no trabajar. La SEAT del momento, o sea la Hispano-Suiza, se declara en huelga ese mismo día. Los piquetes logran acojonar a los carreteros, con lo que la huelga consigue paralizar el tráfico de la ciudad. De Madrid se exige represión. Ossorio se niega. Su negativa se convierte en dimisión. En Barcelona manda el ejército. A primera hora de la tarde, los tranvías vuelven a las cocheras. La huelga general es del cien por cien. Comienza la violencia. En los barrios extremos de la ciudad y en la Barcelona gótica se levantan barricadas.A pesar de ser la Semana Trágica un movimiento sin cabeza ni planificación (sus propios impulsores no creían en las posibilidades de triunfo de la huelga), de lunes a jueves, hasta que llegan tropas de refresco, la calle es de la protesta.

Primero, la huelga se extiende a Sabadell, a Mataró, a Granollers, Manresa y Tarrasa; luego se vuelan puentes y vías férreas, en un intento de incomunicar Cataluña del resto de España para evitar el envío de tropas. Los huelguistas vuelan las estaciones eléctricas, dejan Barcelona sin gas, rompen casi todos los 7.000 faroles públicos. Se quemaron conventos e iglesias. Sin embargo, no hay una estrategia; los huelguistas no tienen una acción coordinada para hacerse con los edificios cruciales, o con las fábricas. Al revés que otras movilizaciones que vivirá España bien pronto, ésta de la Semana Trágica es, tan sólo, un puñetazo en la mesa. Y, después de eso, nada.En total, entre alzados y paseantes, murieron 104 personas. Hubo 296 heridos. Sólo en el barrio de Gracia se levantaron 76 barricadas. 21 de las 56 iglesias de la ciudad fueron incendiadas, y 30 de los 75 conventos.

El único barrio por donde no pasó la Semana Trágica fue Sarriá, defendido, desde el primer día, por el entonces relativamente numeroso carlismo catalán.Se practicaron centenares de detenciones, algunas de las cuales pasaron a la jurisdicción militar. Pero, de todos los procesos, uno destacará especialmente: el de Francisco Ferrer Guardia.Ferrer Guardia era un anarquista que dirigía una denominada Escuela Moderna y de quien se dijo, en la época de los sucesos que hoy cuento, que había tenido algunas connivencias con Mateo Morral, el anarquista que trató de matar a Alfonso XIII; incluso se insinuó que había participado en dicho atentado, pero que su rastro había desaparecido misteriosamente de las actuaciones judiciales realizadas sobre el mismo.Ferrer participó en la Semana Trágica; pero de ahí a decir que la organizó hay un trecho muy difícil de recorrer que el gobierno Maura-La Cierva, sin embargo, recorrió sin problemas.

El programa de Ferrer, que escribió en un pasquín, recoge todos los tópicos del anarquismo vehemente de la época: abolición de las leyes, expulsión de las órdenes religiosas, disolución de los tribunales y del ejército, derribo de las iglesias, expropiación de la banca… No obstante, Ferrer no tenía madera de Lenin, ni de lejos.La condena a muerte de este conspirador fue, a todas luces, exagerada. Así lo entendió media Europa y, de hecho, dicha condena provocó en todo el continente una corriente de solidaridad con el condenado y de antiespañolismo que no tiene nada que envidiarle a los años de Olof Palme recogiendo firmas contra Franco por los fusilamientos de militantes de ETA y FRAP, o, algunos años antes, el escándalo organizado en torno al fusilamiento de Julián Grimau. Para muchos europeos, Ferrer fue fusilado, en la madrugada del 13 de agosto de 1909, por defender la escuela laica; la leyenda negra española en estado puro.

La Semana Trágica, o más concretamente el fusilamiento de Francisco Ferrer, marca un antes y un después para España. Son un montón las cosas que no vuelven a ser iguales. En primer lugar, el anarcosindicalismo será dotado de un mártir y de una voluntad de organización de la que antes carecía. Sobre el cadáver de Ferrer comienza a construirse la CNT que diseñará, en buena parte, el triste futuro de España en las tres décadas siguientes. En segundo lugar, el escándalo de la ejecución de Ferrer acabará con el gobierno Maura y acabará, de hecho, con algo mucho más importante: con el turno pacífico pues, desde entonces, el partido liberal, que hasta ese momento ha sido un aliado de los conservadores contra los partidos republicanos y obreros, construirá una conjunción con los primeros que cristalizará en 1930 en el Pacto de San Sebastián. Ni siquiera Cataluña se libra de las consecuencias.

La muerte de Ferrer supone la voladura de Solidaritat Catalana, la conjunción de fuerzas nacionalistas generada alrededor del catalanismo altoburgués de la Lliga, que no sólo no hizo nada por apoyar la Semana Trágica, sino que celebró su represión. El nacionalismo de izquierdas nace de esa decepción y, durante el resto del siglo, ya no hará otra cosa que crecer.El 20 de octubre de aquel año, en las Cortes, Segismundo Moret reclama a Maura que dimita. Maura se niega, seguro en su mayoría, pues la matemática parlamentaria está de su lado. Moret ataca al ministro La Cierva, acusándole de ser excesivamente cruel con Barcelona. Éste le contesta que la política de blandenguería ante la revolución la practicó Moret en 1906 y le acusa de haber conseguido, con esa actitud, provocar el atentado de Mateo Morral contra el rey (debe recordarse que esta bomba mató a 23 personas del público). Una acusación muy dura. Los liberales nunca la perdonarán.A las palabras de La Cierva se sigue un gran escándalo. Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, espeta: «Yo hablaré mañana, porque no hay más remedio que hablar, y ya veré si es el último discurso que hago como monárquico». El general Luque, que luego será ministro de la guerra, afirma: «yo no tengo de monárquico ni el canto de un duro y, a poco que me aprieten, tiro también el duro».Ya he dicho que la matemática parlamentaria estaba con Maura.

Pero en la España de 1909 había algo de más importancia que los votos de las Cortes.Cuando, algunas horas después, Antonio Maura se encuentra frente al rey Alfonso XIII, éste le estrecha la mano y le dice: «¿Viene usted solo? Ya sabía yo que iba usted a prestar un gran servicio a la Patria y ala monarquía. ¿Qué le parece Moret como sucesor?»La suerte está echada. Desde ese día, el turno de partidos de la Restauración está ya, de alguna manera, muerto, y en España comienza otro ciclo histórico, que acabará causando centenares de miles de muertos.Y todo eso por no saber, por no querer entender un grito muy sencillo: no a la guerra.

El desembarco de alhucema

Abd-el-krim

( Abd-al-Krim) Dirigente de la resistencia contra la dominación colonial española en el norte de Marruecos (Tafersit, 1882 - El Cairo, 1963). Perteneciente a la tribu rifeña de Beni Urriaguel, era hijo de un cadí; tras recibir una educación en Túnez y Fez, sirvió a la administración colonial española en diversos puestos.

Sus primeras actividades contra la penetración colonial le llevaron a la cárcel en 1915. Pero fue en 1921, convertido ya en el máximo dirigente anticolonial de Marruecos, cuando organizó la sublevación general del Rif; las tropas españolas, derrotadas en Annual, hubieron de replegarse, mientras Abd-el-Krim se erigía en emir de un territorio independiente.

Al extender sus ambiciones a la parte de Marruecos bajo dominio francés, provocó el entendimiento contra él entre las dos metrópolis europeas. La contraofensiva hispano-francesa, a partir del desembarco de Alhucemas (1925), llevó a la derrota de los rifeños en 1926. Viéndose próximo a caer en manos de los españoles, se entregó a los franceses tras ejecutar a todos los prisioneros de aquella nacionalidad; este último acto de guerra no hizo sino acrecentar la imagen de Abd-el-Krim como hombre cruel y sanguinario, imagen basada en las formas de lucha propias de las tribus rifeñas, pero exagerada en España por el odio al enemigo y por el secular desprecio hacia las poblaciones norteafricanas.

Por acuerdo entre las autoridades coloniales españolas y francesas, Abd-el-Krim fue deportado a la isla de Reunión, colonia francesa en el océano Índico, en donde permaneció hasta 1947; en aquel año, autorizado por el gobierno francés a trasladarse a la metrópoli, consiguió escapar durante una escala en Port Said del barco que le transportaba, acogiéndose a la protección del rey egipcio Faruk.

Mantuvo su lucha desde el exilio contra la dominación colonial hasta 1952, poco antes de la independencia total de Marruecos (1956); a pesar de los honores que le concedió el primer rey de Marruecos, Mohammed V, rehusó volver a su país y permaneció en Egipto hasta su muerte, convertido en un símbolo del nacionalismo árabe.

El desastre de annual

Barranco del lobo

La guerra de Marruecos

El discurso de el gran dictador:

El movimiento sufragista en Gran Bretaña

Los cambios políticos, económicos y sociales que vinieron unidos a lo que los historiadores han denominado “Segunda Revolución Industrial”, iniciada en la década de 1870, provocaron una clara aceleración del movimiento feminista en el último tercio del siglo XIX.El mayor protagonismo y seguimiento del feminismo estuvo condicionado por claros cambios sociales en los países más desarrollados.En Gran Bretaña, por ejemplo, a principios del siglo XX el 70.8% de las mujeres solteras, entre 20 y 45 años, tenían un trabajo remunerado.También en el Reino Unido, en 1850 se observaba como el número absoluto de mujeres solteras mayores de 45 años había crecido entre las clases medias. La "carrera del matrimonio" registraba así un cierto retroceso para muchas mujeres, no sólo como proyecto de vida, sino también como opción económica.Otro elemento clave lo constituyó la incorporación de la mujer al trabajo durante la Primera Guerra Mundial para sustituir a los hombres que habían marchado al frente. La consciencia de su valor social alentó sus demandas del derecho de sufragio.
Los principales objetivos del movimiento feminista siguieron siendo los mismos: el derecho de voto, la mejora de la educación, la capacitación profesional y la apertura de nuevos horizontes laborales, la equiparación de sexos en la familia como medio de evitar la subordinación de la mujer y la doble moral sexual.La gran novedad vino de la amplia movilización colectiva que supo dirigir el movimiento sufragista en determinados países.Con los países anglosajones al frente, la evolución en el mundo europeo fue muy diversa

Albert Einstein

Albert Einstein sigue siendo una figura mítica de nuestro tiempo; más, incluso, de lo que llegó a serlo en vida, si se tiene en cuenta que su imagen, en condición de póster y exhibiendo un insólito gesto de burla, se ha visto elevada a la dignidad de icono doméstico, junto a los ídolos de la canción y los astros de Hollywood.

Sin embargo, no son su genio científico ni su talla humana los que mejor lo explican como mito, sino, quizás, el cúmulo de paradojas que encierra su propia biografía, acentuadas con la perspectiva histórica. Al Einstein campeón del pacifismo se le recuerda aún como al «padre de la bomba»; y todavía es corriente que se le atribuya la demostración del principio de que «todo es relativo» a él, que luchó encarnizadamente contra la posibilidad de que conocer la realidad significara jugar con ella a la gallina ciega.

Albert Einstein nació en la ciudad bávara de Ulm el 14 de marzo de 1879. Fue el hijo primogénito de Hermann Einstein y de Pauline Koch, judíos ambos, cuyas familias procedían de Suabia. Al siguiente año se trasladaron a Munich, en donde el padre se estableció, junto con su hermano Jakob, como comerciante en las novedades electrotécnicas de la época.

El pequeño Albert fue un niño quieto y ensimismado, que tuvo un desarrollo intelectual lento. El propio Einstein atribuyó a esa lentitud el hecho de haber sido la única persona que elaborase una teoría como la de la relatividad: «un adulto normal no se inquieta por los problemas que plantean el espacio y el tiempo, pues considera que todo lo que hay que saber al respecto lo conoce ya desde su primera infancia. Yo, por el contrario, he tenido un desarrollo tan lento que no he empezado a plantearme preguntas sobre el espacio y el tiempo hasta que he sido mayor».
Albert Einstein en 1947

En 1894, las dificultades económicas hicieron que la familia (aumentada desde 1881, por el nacimiento de una hija, Maya) se trasladara a Milán; Einstein permaneció en Munich para terminar sus estudios secundarios, reuniéndose con sus padres al año siguiente. En el otoño de 1896, inició sus estudios superiores en la Eidgenossische Technische Hochschule de Zurich, en donde fue alumno del matemático Hermann Minkowski, quien posteriormente generalizó el formalismo cuatridimensional introducido por las teorías de su antiguo alumno. El 23 de junio de 1902, empezó a prestar sus servicios en la Oficina Confederal de la Propiedad Intelectual de Berna, donde trabajó hasta 1909. En 1903, contrajo matrimonio con Mileva Maric, antigua compañera de estudios en Zurich, con quien tuvo dos hijos: Hans Albert y Eduard, nacidos respectivamente en 1904 y en 1910. En 1919 se divorciaron, y Einstein se casó de nuevo con su prima Elsa.

Durante 1905, publicó cinco trabajos en los Annalen der Physik: el primero de ellos le valió el grado de doctor por la Universidad de Zurich, y los cuatro restantes acabaron por imponer un cambio radical en la imagen que la ciencia ofrece del universo. De éstos, el primero proporcionaba una explicación teórica, en términos estadísticos, del movimiento browniano, y el segundo daba una interpretación del efecto fotoeléctrico basada en la hipótesis de que la luz está integrada por cuantos individuales, más tarde denominados fotones; los dos trabajos restantes sentaban las bases de la teoría restringida de la relatividad, estableciendo la equivalencia entre la energía E de una cierta cantidad de materia y su masa m, en términos de la famosa ecuación E = mc², donde c es la velocidad de la luz, que se supone constante.
El esfuerzo de Einstein lo situó inmediatamente entre los más eminentes de los físicos europeos, pero el reconocimiento público del verdadero alcance de sus teorías tardó en llegar; el Premio Nobel de Física, que se le concedió en 1921 lo fue exclusivamente «por sus trabajos sobre el movimiento browniano y su interpretación del efecto fotoeléctrico». En 1909, inició su carrera de docente universitario en Zurich, pasando luego a Praga y regresando de nuevo a Zurich en 1912 para ser profesor del Politécnico, en donde había realizado sus estudios. En 1914 pasó a Berlín como miembro de la Academia de Ciencias prusiana. El estallido de la Primera Guerra Mundial le forzó a separarse de su familia, por entonces de vacaciones en Suiza y que ya no volvió a reunirse con él.

Contra el sentir generalizado de la comunidad académica berlinesa, Einstein se manifestó por entonces abiertamente antibelicista, influido en sus actitudes por las doctrinas pacifistas de Romain Rolland. En el plano científico, su actividad se centró, entre 1914 y 1916, en el perfeccionamiento de la teoría general de la relatividad, basada en el postulado de que la gravedad no es una fuerza sino un campo creado por la presencia de una masa en el continuum espacio-tiempo. La confirmación de sus previsiones llegó en 1919, al fotografiarse el eclipse solar del 29 de mayo; The Times lo presentó como el nuevo Newton y su fama internacional creció, forzándole a multiplicar sus conferencias de divulgación por todo el mundo y popularizando su imagen de viajero de la tercera clase de ferrocarril, con un estuche de violín bajo el brazo.
Durante la siguiente década, Einstein concentró sus esfuerzos en hallar una relación matemática entre el electromagnetismo y la atracción gravitatoria, empeñado en avanzar hacia el que, para él, debía ser el objetivo último de la física: descubrir las leyes comunes que, supuestamente, habían de regir el comportamiento de todos los objetos del universo, desde las partículas subatómicas hasta los cuerpos estelares. Tal investigación, que ocupó el resto de su vida, resultó infructuosa y acabó por acarrearle el extrañamiento respecto del resto de la comunidad científica.





A partir de 1933, con el acceso de Hitler al poder, su soledad se vio agravada por la necesidad de renunciar a la ciudadanía alemana y trasladarse a Estados Unidos, en donde pasó los últimos veinticinco años de su vida en el Instituto de Estudios Superiores de Princeton, ciudad en la que murió el 18 de abril de 1955.




Einstein dijo una vez que la política poseía un valor pasajero, mientras que una ecuación valía para toda la eternidad. En los últimos años de su vida, la amargura por no hallar la fórmula que revelase el secreto de la unidad del mundo hubo de acentuarse por la necesidad en que se sintió de intervenir dramáticamente en la esfera de lo político. En 1939, a instancias de los físicos Leo Szilard y Paul Wigner, y convencido de la posibilidad de que los alemanes estuvieran en condiciones de fabricar una bomba atómica, se dirigió al presidente Roosevelt instándole a emprender un programa de investigación sobre la energía atómica.




Luego de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, se unió a los científicos que buscaban la manera de impedir el uso futuro de la bomba y propuso la formación de un gobierno mundial a partir del embrión constituido por las Naciones Unidas. Pero sus propuestas en pro de que la humanidad evitara las amenazas de destrucción individual y colectiva, formuladas en nombre de una singular amalgama de ciencia, religión y socialismo, recibieron de los políticos un rechazo comparable a las críticas respetuosas que suscitaron entre los científicos sus sucesivas versiones de la idea de un campo unificado.

Los coches biscuter

El Biscúter floreció durante aproximadamente 10 años y se convirtió en un visitante habitual de las carreteras españolas. Poco a poco se le añadieron puertas y ventanas y se fabricaron formas de carrocería distintas, incluyendo camionetas, una elegante furgoneta con caja de madera (el Biscúter Comercial 200 C) y un deportivo casi de juguete llamado Pegasín.
La marca de automóviles Fiat consiguió en 1950 el permiso del gobierno español para abrir una filial llamada SEAT. Al principio, incluso los modelos de diseño italiano más baratos eran considerados coches de lujo, fuera del alcance del consumidor español medio. Con el paso del tiempo y el enriquecimiento del país, SEAT fue obteniendo mayores cuotas de ventas y acabó por expulsar del mercado a las marcas de coches pequeños cuando, en 1957, empezó la fabricación del modelo 600 a un precio muy competitivo.
A principios de los años 1960 terminó la venta y producción de Biscúter, tras una producción total de unos 12.000 coches. Casi todos los Biscúter fueron finalmente desguazados.

Coches de gasógeno

El sistema cuenta con una tecnología muy sencilla. Al quemar de forma parcial madera, carbón, o incluso acetileno, se generan diversos gases, entre ellos monóxido de carbono, un gas que dispone de cierto poder calorífico, y con una pequeña modificación en los motores de gasolina permitía mover el vehículo.

La difícil situación en la que se encontraba nuestro país al final de la Guerra Civil, con una gran escasez de combustible debida en gran medida al inmediato estallido de la Segunda Guerra Mundial, hizo que durante toda la década de los años cuarenta se modificaran infinidad de vehículos para circular con este sistema: desde autocares, hasta automóviles, camiones e incluso tractores y alguna motocicleta.

En los camiones y autocares las calderas y depósitos se acoplaban mejor, por su mayor espacio disponible, aunque en algunos automóviles todo el sistema se instalaba en un remolque. Lo asequible de la tecnología hizo que cientos de talleres se dedicaran a fabricar este tipo de artilugios, un ámbito en el que participaron desde pequeños talleres locales hasta grandes marcas como las filiales españolas de Ford, Renault o Michelín.


Incluso el ejército transformó un buen número de camiones y cuenta la leyenda que en uno de los primeros Desfiles de la Victoria el propio Franco apareció a bordo de un gran coche estadounidense con un remolque en el que se montaba un sistema de gasógeno, aunque las malas lenguas dicen que el potente V8 funcionaba con gasolina y el remolque formaba tan sólo parte de un acto propagandístico.

Hoy en día y a partir de esta misma tecnología están instaladas en nuestro país varias plantas de biomasa que queman residuos vegetales para obtener en la mayoría de los casos agua caliente para suministro residencial.

Zapata Tamayo

Tras 86 días de huelga de hambre ha muerto el preso político cubano Orlando Zapata Tamayo.
Zapata Tamayo, de 42 años, falleció en el Hospital Hermanos Ameijeiras y es el segundo opositor cubano que fallece tras una huelga de hambre en la cárcel. El primero fue Pedro Luis Boitel, a inicio de los años 60 del siglo pasado.
"Lograron lo que ellos querían. Acabaron con la existencia de un luchador por los derechos humanos, añadió la madre del opositor.
Zapata formaba parte del grupo de los 75 disidentes condenados en la primavera del año 2003 con penas de hasta 28 años de cárcel, aunque, en su caso, la acumulación de penas por "desobediencia, desacato y protestas a favor de los derechos humanos" le acarreó una condena de hasta 36 años de prisión.
El disidente inició la huelga de hambre después de que el Gobierno se negara a aceptar sus demandas, entre ellas, vestir la ropa blanca de disidente y no el uniforme de recluso común. Además, protestó por las condiciones en que se encuentran los presos políticos y se negó a comer el rancho que provee el penal para, en su lugar, alimentarse sólo de la comida que, cada tres meses, le llevaba a la cárcel su madre.
Desde febrero, Zapata Tamayo fue sometido periódicamente a un tratamiento con suero, para la hidratación de su organismo, al tiempo que alertó sobre el hecho de que si muriera, el gobierno intentaría responsabilizarlo.

La gran depresión

Periódico de la época (click para ampliar)La Gran Depresión fue una profunda recesión económica mundial que empezó a principios de 1929 y terminó en diferentes momentos de los años 30 o principios de los 40, según el país. Fue la mayor y más importante depresión económica de la historia moderna, y se utiliza en el siglo 21 como punto de referencia sobre lo que podría ser una futura caída de la economía mundial.

La Gran Depresión se originó en los Estados Unidos. La mayoría de los historiadores suelen usar como fecha de inicio el crash bursátil del 29 de Octubre de 1929, conocido como "Martes Negro". El fin de la depresión en los Estados Unidos se asocia con la aparición de la economía de guerra durante la Segunda Guerra Mundial, que empezó a funcionar en 1939.La Gran Depresión tuvo efectos devastadores tanto en los países desarrollados como en desarrollo.
El comercio internacional se vio profundamente afectado, al igual que los ingresos personales, los ingresos fiscales, los precios y los beneficios empresariales. Ciudades de todo el mundo resultaron gravemente afectadas, especialmente las que dependían de la industria pesada. La construcción prácticamente se detuvo en muchos países. La agricultura y las zonas rurales sufrieron cuando los precios cayeron entre un 40 y un 60 por ciento. Frente a la caída de la demanda, con pocas fuentes alternativas de puestos de trabajo, fueron las áreas dependientes del sector primario (industrias como la agricultura, la minería y la tala de árboles) las que más sufrieron. Incluso poco después del crash de Wall Street de 1929, el optimismo persistía. John D. Rockefeller dijo que "estos son días en que muchos se ven desalentados.

En los 93 años de mi vida, las depresiones han ido y venido. La prosperidad siempre ha vuelto otra vez."La Gran Depresión terminó en momentos diferentes según el país. La mayoría de los países establecieron programas de ayuda y sufrieron algún tipo de agitación política, impulsándolos hacia extremismos de izquierda o derecha. En algunos países, los ciudadanos desesperados se sintieron atraídos por nacionalistas demagogos (como Adolf Hitler), preparando el escenario para la Segunda Guerra Mundial en 1939.