martes, 13 de abril de 2010

La crisis de los misiles de Cuba

Cuba había sido un país estrechamente ligado a los intereses norteamericanos desde su independencia de España en 1898. La revolución de Fidel Castro en 1959, que en un principio no se definía como comunista pero que tenía una clara orientación nacionalista, comenzó a tomar medidas que lesionaban los intereses estadounidenses. La reacción de Washington fue inmediata: ruptura de relaciones en 1961, imposición de un bloqueo económico, excluyó a Cuba de la OEA (Organización de Estados Americanos) y organizó, mediante operaciones secretas de la CIA, una fallida invasión de emigrados anticastristas en Bahía de Cochinos o Playa Girón en abril de 1961.
En ese contexto, el régimen de Fidel Castro viró hacia el alineamiento con el bloque soviético y el establecimiento de una dictadura comunista en la isla.
En octubre de 1962, aviones espías norteamericanos U2 detectaron la construcción de rampas de misiles y la presencia de tropas soviéticas. El 22 de octubre, con el apoyo claro de sus aliados occidentales, Kennedy toma una medida de gran dureza: establece una "cuarentena defensiva", es decir, un bloqueo de la isla, desplegando unidades navales y aviones de combate en torno a Cuba. Si los navíos soviéticos intentaran forzar el bloqueo, el conflicto armado entre los dos superpotencias estaba servido.
Fue el momento de la guerra fría en que más cerca se estuvo del enfrentamiento directo entre la URSS y EEUU y de la hecatombe nuclear. Finalmente, tras negociaciones secretas, Kruschev lanza una propuesta aceptada por Kennedy: la URSS retiraría sus misiles de Cuba a cambio del compromiso norteamericano de no invadir la isla y de la retirada de los misiles Júpiter que EE.UU. tenía desplegados en Turquía.
El mes siguiente la URSS desmonta y repatría su material bélico ofensivo y EE.UU. levanta el bloqueo.
La rápida solución de la crisis muestra la eficacia de la estrategia de la disuasión (la amenaza del holocausto nuclear frena el aventurerismo de las potencias) y la importancia del diálogo ente las dos superpotencias. En ese momento se instala una comunicación directa entre la Casa Blanca y el Kremlin para mejor desactivar cualquier crisis o malentendido: el "teléfono rojo".
Tras la crisis de Cuba, la coexistencia pacífica toma plenamente carta de realidad. La coexistencia entre los bloques se compatibiliza con la cohesión interna en ellos. Por un lado, Macmillan y De Gaulle no dudan en apoyar incondicionalmente a Kennedy; por otro, la Cuba de Castro se convierte en un fiel aliado de Moscú a cuyos intereses expansionistas va a servir en los años setenta enviando cuerpos militares expedicionarios a Angola, Mozambique o Etiopía.

Matrimonio judio que fue condenado a muerte por espionaje

Ethel Greenglass Rosenberg (Nueva York, 28 de septiembre de 1915 - 19 de junio de 1953) y Julius Rosenberg (Nueva York, 12 de mayo de 1918 - 19 de junio de 1953) fue un matrimonio de Estados Unidos de América ejecutados en la silla eléctrica acusados de espionaje. Fue la primera ejecución por espionaje de civiles en la historia de Estados Unidos
Nacidos en el seno de familia judía, Julius Rosenberg era ingeniero eléctrico, mientras su esposa Ethel era aspirante a actriz y cantante. Ambos formaron parte de la Young Communist League, las juventudes del Partido Comunista de los Estados Unidos.
El origen del juicio y ejecución de este matrimonio hay que buscarlo en las filtraciones de secretos nucleares acontecidas tanto en el centro de investigación nuclear de Los Álamos como en la Universidad de Berkeley, donde existía un importante sector simpatizante de la izquierda, especialmente entre los científicos. Un antiguo maquinista del centro super-secreto de Los Álamos, el sargento David Greenglass, hermano de Ethel, confesó haber pasado secretos a los rusos y acusó asimismo a su hermana y al esposo de ésta, confesión que condujo directamente hacia el matrimonio Rosenberg, que fue detenido, acusado y juzgado por espionaje.
Aún hoy, se considera que el juicio a que ambos se vieron sometidos distó mucho de haber sido justo, y ciertas o no las acusaciones de espionaje, ambos fueron ejecutados en virtud del Acta de Espionaje de 1917, que dictaba pena de muerte para este tipo de delitos en tiempo de guerra, si bien en el momento de haberse cometido el supuesto espionaje, los Estados Unidos no se encontraban en guerra con la Unión Soviética. Al comparar este caso con otros de la misma índole, resueltos con penas mucho más leves a pesar de existir pruebas más concluyentes (como el caso de Klaus Fuchs, condenado a sólo 14 años de prisión tras haber espiado a los Estados Unidos en favor de la Unión Soviética durante muchos años), se denota un agravio comparativo, espoleado por el ambiente anti-comunista y el miedo imperante en la sociedad americana a un inminente enfrentamiento con la Unión Soviética que había degenerado en el «Mccarthismo». Hay que considerar que en esa época se vivía la Guerra de Corea (25 de junio de 1950 al 27 de julio de 1953). Este era un conflicto entre Corea del Norte (comunista) y Corea del Sur (capitalista), pero a la vez era una guerra no oficial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, conocida como Guerra Fría. En Corea las tropas de EEUU sufrían muchas bajas (al final más de 44.000 muertes, un poco menos que en la Guerra de Vietnam, pero en un periodo mucho más corto), por ello en el juicio se acusó al matrimonio Rosenberg de haber revelado los secretos de la bomba atómica a los soviéticos, dando lugar supuestamente al equilibrio nuclear con los soviéticos y se les hizo responsables de las numerosas bajas norteamericanas en Corea.
Ambos fueron finalmente ejecutados en la silla eléctrica el 19 de junio de 1953, y las crónicas de la época cuentan que, aunque Julius murió a la primera descarga, su esposa Ethel, a pesar de ser una mujer más pequeña y supuestamente frágil, resistió hasta tres descargas eléctricas antes de fallecer, hecho del que se responsabilizó al diseño de la silla, construida para una persona de mayor envergadura y cuyos electrodos al parecer no se ajustaban «adecuadamente» al cuerpo de la mujer.
Años después, en 1966, David Greenglass, hermano de Ethel, quien pasó 10 años en prisión y que había sido sentenciado a solo 15 años de condena por su confesión y colaboración, manifestó haber acusado falsamente a su hermana y cuñado bajo las amenazas del FBI. En las memorias de Nikita Khrushchev, publicadas póstumamente en 1990, el ex primer ministro soviético alaba al matrimonio Rosenberg por su "muy significativa ayuda en acelerar la producción de nuestra bomba atómica", pero los analistas creen que la validez de su aporte no pudo ser tan importante. En 1995, luego de finalizada la Guerra Fría, diversas investigaciones del FBI y de los servicios de inteligencia norteamericanos (proyecto VENONA) parecen haber encontrado evidencias de que Julius Rosenberg trabajaba para los servicios de espionaje soviéticos, pero no así su esposa Ethel.

Las batallas de Stalinrado y la bomba atomica







Visita de Churchill a La Palma

El 24 de febrero de 1959, el que fuera primer ministro británico desembarcó en el puerto de Santa Cruz de La Palma, donde llegó a bordo del yate Christina, propiedad del magnate griego Aristóteles Onassis, quien lo acompañara durante esa jornada de visita a la isla.Desde el Cabildo de La Palma se ha organizado la celebración de una conferencia, que será impartida hoy en el Salón Noble de la Casa Principal de Salazar, a partir de las 19.30 horas, por el doctor en Derecho y parlamentario regional, Miguel Cabrera Pérez-Camacho.Del mismo modo, podrá ser visitada una exposición fotográfica con diferentes instantáneas de los momentos vividos por Churchil en la isla, y se descubrirá una placa conmemorativa de la efeméride, que posteriormente será instalará en la Estación Marítima de Santa Cruz de La Palma una vez concluyan las obras de ampliación de la misma.

Entrevista de Franco y Hitler

Llega el tren que conduce a Su Excelencia el Caudillo a la estación de Hendaya poco después de las tres de la tarde. Hace Su Excelencia el viaje en el «break» de Obras Públicas, acompañado por el ministro de Asuntos Exteriores, señor Serrano Suñer, y los jefes de sus Casas Militar y Civil.
A la llegada del tren es recibido en el andén por el Führer, a quien acompañan su ministro de Negocios Extranjeros, señor Ribbentrop, mariscal Keitel y todo su Estado Mayor. Una vez hechas las presentaciones de los séquitos respectivos, invita el Führer a Su Excelencia a pasar a su coche-salón, donde se ha de celebrar la entrevista.
En dicho coche-salón, y en una mesa rectangular para seis personas, toman asiento Su Excelencia el jefe del Estado, el Führer, el señor Serrano Suñer, el señor Ribbentrop, un intérprete alemán y el barón De las Torres, que actúa como intérprete por parte española, prohibiéndose el acceso a dicho salón de ninguna otra persona, ya que los embajadores de Alemania en Madrid, señor von Stohrer y de España en Berlín, general Espinosa de los Monteros, han permanecido con el resto del séquito.
El Führer está sentado en una cabecera, teniendo a su derecha al Caudillo y a su izquierda al señor Serrano Suñer; a la derecha del Caudillo está el señor Ribbentrop.
Comienza Su Excelencia el jefe del Estado señalando la satisfacción que le produce el encontrarse por vez primera con el Führer, a quien de nuevo reitera las gracias por la ayuda que Alemania prestó a España durante nuestro Glorioso Movimiento Nacional.
El Führer contesta a Su Excelencia diciendo que es también para él muy grato el momento de encontrarse con el Generalísimo, y después de ensalzar la gesta del pueblo español, que ha sabido enfrentarse contra el comunismo a las órdenes de Su Excelencia, señala la importancia que tiene la reunión de ambos jefes de Estado en este momento crítico de la guerra en Europa, en que acaba de ser derrotada Francia.
Empieza el Führer por hacer una relación bastante minuciosa de todos los acontecimientos ocurridos hace trece meses, y que han dado origen a la guerra mundial, insistiendo que él no quería la guerra, pero que se ha visto obligado a aceptarla con todas sus consecuencias. Pinta la situación de Europa como completamente favorable a las armas alemanas, diciendo textualmente: «Soy el dueño de Europa y como tengo doscientas divisiones a mi disposición, no hay más que obedecer.» Continúa el Führer ponderando la eficacia y el dominio de las fuerzas alemanas, asegurando que será cuestión de muy poco tiempo el aniquilamiento de Inglaterra, cuya invasión se está preparando con gran eficacia, y que le interesa tener prevenidos y sujetos todos los puntos neurálgicos que puedan ser de interés para sus enemigos, y por ello es por lo que le ha interesado tener esta conversación con el Caudillo, pues hay varios puntos en los que España está llamada a desempeñar un papel muy importante, y que no hay duda que velando por sus intereses políticos lo llevará a cabo, ya que si dejara pasar esta oportunidad no se le podría presentar nunca.
A este respecto, dice que le interesa y preocupan tres puntos, que son: Gibraltar, Marruecos e islas Canarias.
Continúa diciendo el Führer, al pasar a tratar de Gibraltar, que ésta es una cuestión de honor para el pueblo español, el reintegrar a la Patria este pedazo de suelo que está todavía en manos extranjeras, y que por su situación privilegiada en el Estrecho sea el punto de apoyo más importante que para la navegación por el Mediterráneo tienen los aliados, y que, por tanto, hay que ir tomando en consideración la necesidad de que se cierre el Estrecho, ya que si Ceuta y Gibraltar estuvieran en manos españolas, sería imposible la navegación.
Ataca el segundo punto referente a Marruecos, diciendo que España, por su historia y por otros muchos antecedentes, es la llamada a quedar en posesión de todo el Marruecos francés y de Orán, y que, desde luego, si España entraba en la guerra al lado del Eje, se le garantizaba el dominio de los territorios antes citados.
Por lo que se refiere a las islas Canarias, dice que, aunque está convencido de que los Estados Unidos no han de entrar en la guerra, pues no tienen intereses de gran envergadura en ella, no así los ingleses, que aunque sufren una situación precaria actualmente, en cualquier golpe de mano podrían hacerse con ellas y sería, desde luego, un golpe muy fuerte contra la campaña submarina que con toda eficacia se está llevando a cabo.
Su Excelencia el Jefe del Estado contesta a los puntos que acaba de mencionar el Führer, diciendo que aunque es exacto que Gibraltar es un pedazo de tierra española que hace muchos años está en manos ajenas, y que sería de gran satisfacción para el pueblo español que volviera a formar parte de la Patria, hay que comprender que lo que al Führer le parece muy fácil, que es tomar la ofensiva contra Gibraltar, supone para un pueblo que acaba de pasar por una de las más terribles guerras civiles un sacrificio, ya que no tiene aún cerradas las heridas de todo orden que ha sufrido, y que sería una muy pequeña compensación para los estragos y dificultades que la entrada en guerra con Inglaterra supondría.
Por otro lado, continúa el Caudillo, por lo que se refiere a Marruecos, debe tenerse muy en cuenta el esfuerzo que para una España aún no rehecha de la guerra civil supone el mantenimiento de los efectivos militares que tiene en su zona y que obliga a las tropas francesas a mantener unos efectivos importantes inactivos que no pueden acudir a otros sectores. Continúa el Caudillo diciendo que agradece mucho los ofrecimientos que para después de la guerra, y en el caso que entrara España en ella, que le hacen de la zona francesa y de Orán, que no se le ha ocurrido pedir, pero que estima que para ofrecer las cosas es necesario tenerlas en mano, y que, hasta ahora, el Eje no dispone de ellas. Añade el Caudillo que este problema de Marruecos no lo ha considerado él vital para España, y comprende que no se le ha hecho justicia a nuestro país y que no se le ha reconocido la situación que por derecho e historia le corresponde; pero que habiendo sido, como lo prueba la Conferencia de Algeciras, problema que siempre suscitó la intervención de todos los países, aun de aquellos que más alejados se encontraban de él, estima que no debe procederse a la ligera, sino, por el contrario, sin hacer dejación ninguna de los derechos que le asisten, examinar el problema con toda frialdad.
Por lo que se refiere a las islas Canarias, no cree el Caudillo que puedan ser objeto de un ataque, pero desde luego, reconoce que aun cuando existen en las islas efectivos necesarios, los medios de defensa de que disponen las islas no están a la altura de las circunstancias, pues el armamento no es eficiente.
A esto contesta el Führer diciendo que se enviarían por Alemania las baterías de costa de gran calibre que fueran necesarias, así como los técnicos encargados de montarlas y enseñar su manejo.
Señala el Caudillo, con referencia al cierre del estrecho de Gibraltar, que considera de mucha más urgencia e importancia el cierre del canal de Suez, pues el corte de éste traería aparejada la inutilidad del estrecho de Gibraltar, y pasaría a ser un mar muerto el Mediterráneo.
El Führer se mantiene en su postura de que considera más importante cerrar por Gibraltar que por Suez.
Insiste el Führer en señalar los grandes beneficios que reportaría a España una intervención al lado del Eje, manifestando que cree llegado el momento en que España tiene que tomar una determinación, pues no puede permanecer indiferente a la realidad de los hechos y de que las tropas alemanas se encuentren en los Pirineos. Y añade que como mañana o pasado tiene concertada una entrevista con el mariscal Pétain y el señor Laval en Montoire, quiere saber a qué atenerse respecto a la actitud de España para obrar en consecuencia con respecto a Francia.
Contesta a éste el Caudillo que no cree que tenga nada que ver la actitud de España en las conversaciones de una potencia que acaba de hacer ofrecimientos, pues, una de dos, o estos ofrecimientos no son más que el cebo para una posible entrada de España en la guerra o no se piensa cumplirlos si la actitud de Alemania con el Gobierno de la Francia derrotada no es excesivamente dura.
Esta contestación del Caudillo no parece agradar mucho al Führer (seguramente porque es verdad), y recalca de una manera un poco vehemente, y sin recoger lo dicho por el Generalísimo, que él no puede ir a Montoire a entrevistarse con Pétain sin conocer una actitud definida por parte de España.
El Caudillo vuelve a insistir en lo antes manifestado, y además reitera que España, que acaba de sufrir una gravísima guerra civil, que ha tenido cerca de un millón de muertos por todos los conceptos, que está falta de víveres y de armamento, no puede ser llevada sin más ni más a una guerra cuyo alcance no se puede medir, y en la cual no iba a sacar nada.
(Al llegar a este momento se suspendió la sesión, que ha durado desde las cuatro menos cuarto a las siete menos veinte. La conversación ha resultado lenta por tener que traducirse del español al alemán y viceversa. Una vez terminada la conferencia se traslada el Caudillo a su coche-salón hasta la hora de la comida que ofrece el Führer a Su Excelencia y a su séquito. Se reanuda la conferencia poco después de las diez y media de la noche.)
En la segunda parte de la conferencia se nota desde el principio el afán del Führer de hacer ver al Caudillo la conveniencia de entrar al lado de Alemania en la guerra, por estar ésta, como quien dice, virtualmente ganada, y asegurando que tendría España cuanta ayuda pudiera necesitar tanto en provisiones como en armamentos.
Vuelve el Caudillo a insistir en lo que tantas veces ha repetido durante el curso de la conversación, de que España no está preparada para entrar en ninguna guerra, y que no se le pueden pedir sacrificios inútiles para no obtener nada de ellos, y que considera que ya es buena ayuda la neutralidad española que le permite no tener efectivos en los Pirineos y la distracción de fuertes contingentes franceses por nuestras fuerzas militares en la zona de Marruecos, aparte de lo que representa el haberse adueñado España de Tánger, evitando que lo hicieran otros.
El Führer a esta contestación, y visiblemente contrariado, manifiesta que, aunque eso es verdad, no es lo suficiente ni lo que necesita Alemania.
El Caudillo le vuelve a contestar que él no puede llevar al pueblo español a una guerra que, desde luego, sería impopular, ya que en ella no se podría alegar que estaba implicado el prestigio ni la conveniencia de España.
Después de un forcejeo insistiendo ambos jefes de Estado en sus puntos de vista, y teniendo en cuenta que quiere llegarse a una solución por parte de Alemania, propone el Führer, de acuerdo con su ministro de Asuntos Exteriores, señor Ribbentrop, que se firme por parte de España un compromiso en el que se compromete a entrar en la guerra al lado de Alemania cuando ésta estime necesario que lo haga más adelante.
El Caudillo vuelve a insistir en los tan repetidos puntos de vista respecto a la imposibilidad de España de entrar en una guerra que no le habría de reportar ningún beneficio y que, por tanto, aunque fuera un compromiso aplazado, él no lo puede aceptar.
Se siguen manteniendo durante más de tres cuartos de hora los respectivos puntos de vista y, pasadas las doce y media, el Führer, que ha ido cada vez perdiendo más su control, se dirige en alemán a Ribbentrop y le dice: «Ya tengo bastante; como no hay nada que hacer, nos entenderemos en Montoire.»
El Führer, dando muestras de su soberbia o de su mala educación, se levanta de la mesa y, de forma completamente militar y agria, se despide de los presentes, acompañado de su ministro de Asuntos Exteriores.
Poco después, y ya de manera oficial, tiene lugar la despedida en el andén en forma aparentemente cordial.
A la una menos cinco arranca el tren que conduce a Su Excelencia, quien creo ha sacado una impresión del Führer distinta a la que se había imaginado, como aquel señor que cree encontrarse con otro y se lleva un chasco.
Mi impresión, como español, no puede ser mejor, pues conozco a los alemanes y sé sus procedimientos, y teniendo en cuenta la fuerza que tienen hoy en día dominando Europa entera, la actitud del Caudillo ni ha podido ser más viril ni más patriótica ni más realista, pues se ha mantenido firme ante las presiones, justificadas o no, del Führer y ha pasado por alto con la mayor dignidad los malos modos, al no ver satisfechos los deseos, del Führer-Canciller.

Monte Casino

Himno de España franquista

Canciones para despues de una Guerra





Guerra Civil

Las llamadas matanzas de Paracuellos fueron una serie de episodios de asesinato masivo organizados durante la Batalla de Madrid, en el transcurso de la Guerra Civil Española, y que llevaron a la muerte de varios miles de prisioneros considerados opuestos al bando republicano. Los hechos se desarrollaron en los parajes del arroyo de San José, en Paracuellos de Jarama, y en el soto de Aldovea, en el término municipal de Torrejón de Ardoz, ambos lugares cercanos a la ciudad de Madrid.
Las matanzas se realizaron aprovechando los traslados de presos de diversas cárceles madrileñas, conocidos popularmente como sacas, llevados a cabo entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936, mientras se enfrentaban las tropas gubernamentales y franquistas por el control de la ciudad. Del total de 33 sacas de presos que tuvieron lugar en las fechas citadas, 23 de ellas terminaron en asesinatos: las de los días 7, 8, 9, 18, 24, 25, 26, 27, 28, 29 y 30 de noviembre y las del 1 y el 3 de diciembre. Entre el 10 y el 17 de noviembre no hubo extracción alguna, y desde el 4 de diciembre cesaron.
Los convoyes mencionados fueron desviados hacia los lugares del arroyo San José, en la vega del río Jarama, y a un caz o canal de irrigación fuera de uso, en la vega del río del Henares donde miles de prisioneros fueron asesinados. Entre ellos se encontraban militares que habían participado en la sublevación o que no se habían incorporado a la defensa de la República, falangistas, religiosos, militantes de la derecha, burgueses y otras personas que en su inmensa mayoría habían sido detenidas por ser simplemente consideradas como partidarias de la sublevación, y custodiadas sin amparo legal ni acusación formal.
Tras ser extraídos de las prisiones con listas elaboradas y notificaciones de traslado o libertad con membrete de la Dirección General de Seguridad y, en ocasiones, firmadas por Segundo Serrano Poncela, el delegado de Orden Público de la Consejería de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, encabezada por Santiago Carrillo, y posteriormente fusilados de manera sumaria por milicias pertenecientes a las organizaciones obreras. Antes del 7 de noviembre ya habían tenido lugar algunas sacas, especialmente durante el mes de octubre, fruto del cambio de manos del control de las prisiones, que pasó de las de los funcionarios de prisiones a las de las milicias a raíz del asalto a la Cárcel Modelo, que tuvo lugar el 22 de agosto de 1936, si bien el número de asesinados fue mucho menor y carecieron del carácter sistemático y organizado que tuvieron las de noviembre y diciembre.
La matanzas de Paracuellos son consideradas las de mayor dimensión que tuvieron lugar en la retaguardia de la zona republicana. El número de asesinados ascendió a varios miles, entre 2.000 y 5.000, si bien la cifra exacta sigue siendo objeto de discrepancia y controversia. También son objeto de enconadas discusiones aspectos como quién dio la orden de ejecutar a los evacuados de las cárceles, por qué unas sacas terminaron en asesinatos masivos en tanto que en otras los prisioneros llegaban sanos y salvos a su destino y, en definitiva, las responsabilidades directas e indirectas de los fusilamientos

Lerroux

Alejandro Lerroux fue Presidente del Gobierno durante la II República. Su tiempo en la presidencia fue fugaz en gran parte debido al escándalo del estraperlo.
La palabra estraperlo que hoy en día es sinónimo de mercado negro y asunto turbio es fruto del acoplamiento de los apellidos de un tal Strauss empresario de juegos de azar y de su socio capitalista Perle. Ambos habían ideado un juego de azar basado en una especie de ruleta y pretendían introducirlo por Europa.
El juego era una especie de ruleta donde la bolita pasaba por un número y si el jugador era rápido de reflejos, podía hacer calculo mental y adivinar en que número iba a detenerse. Pero cuando el ambiente se caldeaba y las apuestas eran grandes, los cálculos fallaban. La máquina ya había sido prohibida en Holanda. Los dos socios se trasladaron a Madrid para conseguir los permisos en España para ponerla en funcionamiento.
Acudieron al hijo de D. Alejandro Lerroux al que regalaron dos relojes de lujo uno para su padre y otro para el Ministro de la Gobernación, no se sabe si los relojes llegaron a su destino pero los promotores obtuvieron la licencia. La máquina empezó a funcionar en el casino de San Sebastián, pero el gobernador civil la prohibió en tres horas, lo mismo pasó en un hotel en Mallorca.
Strauss escribió a Alejandro Lerroux lamentándose sobre lo sucedido y poniendo en su conocimiento la implicación de su hijo adoptivo solicitándole una indemnización. Lerroux ignoró la carta.
Strauss fue con el cuento a Manuel Azaña el mayor enemigo de Lerroux.
El asunto se debatió en las Cortes con intervención del Fiscal General del Estado y cautivó a la prensa. El escándalo acabó con el Partido Radical pues no sólo salpicó a Lerroux sino a toda su plana mayor y dejó muy desprestigiada a la República.

Asesinato de Calvo Sotelo

Calvo Sotelo fue asesinado el 13 de julio de 1936- recordar que aquellos que hoy se quieren hacer pasar por demócratas, todo el Frente Popular, en realidad no mantenían en los años 30 un comportamiento muy diferente al que hoy mantiene Batasuna-ETA. Su idea de la política, al igual que los etarras, pasaba por la premisa de que eliminar a tiros a quienes se oponían a sus dictados e impedían u obstaculizaban su triunfo estaba justificado.
En la madrugada del 13 de julio de 1936 un grupo de guardias de Asalto y militantes socialistas, dirigido por el capitán de la Guardia Civil Fernando Condes, que se encargaba de la instrucción militar de la “motorizada”, guardia pretoriana del dirigente del PSOE Indalecio Prieto, le detuvo en su domicilio y le introdujo en el interior de una camioneta de la guardia de Asalto donde Luis Cuenca, militante de las Juventudes Socialistas y también guardaespaldas de Indalecio Prieto le asesinó a sangre fría disparándole dos tiros en la nuca. Inmediatamente después del asesinato el capitán Condes, que fue reconocido por la viuda de Calvo Sotelo, estuvo oculto por una noche en casa de la diputada Margarita Nelken.
Previamente Calvo Sotelo había sido amenazado de muerte en sede parlamentaria por Dolores Ibárruri La Pasionaria (16 de junio), e indudablemente por Ángel Galarza (1 de julio). Posteriormente los dos líderes del PSOE se pronunciaban sin lugar a dudas sobre el significado del crimen. Indalecio Prieto escribía el día 14 de julio en “El Liberal”: “La trágica muerte del Sr. Calvo Sotelo servirá para provocar el alzamiento… Será una batalla a muerte, porque cada uno de los bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel”. Largo Caballero iba más allá y el 16 de julio de 1936, en el diario socialista Claridad aprobaba los métodos terroristas y violentos, cualquier cosa menos la democracia: “La lógica histórica aconseja soluciones más drásticas. Si el estado de alarma no puede someter a las derechas, venga, cuanto antes, la dictadura del Frente Popular. Dictadura por dictadura, la de izquierdas. ¿No quiere el Gobierno? Pues sustitúyale por un Gobierno dictatorial de izquierdas… ¿No quiere la paz civil? Pues sea la guerra civil a fondo. Todo menos el retorno de las derechas.”
Calvo Sotelo, junto a Gil Robles y José Antonio Primo de Rivera eran los líderes más importantes y populares de la oposición al Frente Popular. Dos de ellos, Calvo Sotelo y José Antonio, cayeron asesinados sin haber tenido participación alguna en el Alzamiento Nacional. Pero es que si repasamos la lista de víctimas de la guerra civil podremos encontrar a toda la cúpula dirigente de Falange junto a muchos significados líderes de la derecha española, mientras que del lado contrario, a excepción de Companys, no encontramos baja alguna. Dato muy significativo a la hora de comprender la realidad, profundidad y alcance de la represión desatada en ambos bandos.
Lo truculento del revisionismo, que desde el más puro revanchismo ha gestado la Ley de memoria histórica, es que ha llegado al extremo de perseguir la memoria de personajes que como Calvo Sotelo o José Antonio Primo de Rivera, que no sólo nada tuvieron que ver con el régimen franquista o la guerra civil, sino que cayeron víctimas de la violencia política. Cuando se pretende eliminar su presencia en el callejero de nuestras ciudades, lo que se está haciendo es cometer una autentica barbaridad. Ni más ni menos como si dentro de 70 años las calles y monumentos dedicados a Miguel Ángel Blanco fueran eliminados porque había pertenecido al PP.

Las Huerdes, tierra sin pan





Camino del rey en Málaga

El Camino del Rey es un paso construido en las paredes del Desfiladero de los Gaitanes en El Chorro, cerca de Álora (Málaga). Se trata de un paso peatonal de 3 km. con largos tramos con una anchura de apenas 1 m. colgando hasta 100 m. de altura sobre el río, en unas paredes prácticamente verticales.
Actualmente se halla muy deteriorado, casi todo el recorrido está sin barandilla y hay segmentos que se han derrumbado, quedando sólo la viga de soporte. Todos estos factores han contribuido a crear una leyenda negra tras haber perdido la vida excursionistas tratando de cruzarlo.
La Sociedad Hidroeléctrica del Chorro, propietaria del Salto del Gaitanejo y del Salto del Chorro necesitaba un acceso a ambos para facilitar el paso de los operarios de mantenimiento, transporte de materiales, y la vigilancia de los mismos. Las obras se iniciaron en 1901 y fueron terminadas en 1905.
En 1921, el rey Alfonso XIII asistió a la inauguración de la presa del Conde del Guadalhorce cruzando para ello el camino previamente construido. Fue a partir de este momento cuando se le empezó a apodar como Caminito del Rey, nombre que se mantiene vigente actualmente.

Visita de Alfonso XIII a La Palma

En la desapacible noche del 29 de marzo de 1906 zarpó del puerto de Santa Cruz de Tenerife el empavesado trasatlántico Alfonso XII, convertido en crucero auxiliar, hacia la Isla de San Miguel de La Palma. A bordo viajaban el joven Rey Alfonso XIII (hijo del monarca que daba nombre al buque) y su amplio séquito. En él se encontraba su hermana la Infanta María Teresa y su esposo el Infante Fernando de Baviera. También el Ministro de la Gobernación, Guerra y Marina. Debido al mal estado de la mar, se optó por cambiar el rumbo y se dirigió al Puerto de la Luz. Desde aquí salió a las 11 de la mañana del 3 de abril a la preciosa capital palmera, llegando al atardecer del mismo día. Fondeó el barco lo más cerca posible de tierra, cerca del actual muelle, no muy lejos de donde lo hicieran sus escoltas, el cañonero Alvaro de Bazán y el yate real Giralda
El desembarco del soberano estaba previsto para las 9 de la mañana del día siguiente, pero nuevamente la climatología volvió a ser adversa y unas amenazadoras nubes aconsejaron que permaneciera a bordo. Mientras el tiempo mejoraba, el monarca se entretuvo haciendo ejercicios de tiro de pichón. Finalmente llegó el momento esperado. La muchedumbre aguardaba expectante. Una vez que la lancha de motor dejó al rey en el desembarcadero el gentío le dispensó un caluroso recibimiento. Subió a un coche de caballos en el que también viajaba el alcalde Federico López Abreu. Un testigo afirmaba que “Su Majestad, siempre sonriente, no se daba punto de reposo, revelábase la emoción de que estaba poseído, aplaudía con frenesí, saludaba con la teresiana o con las manos, agitaba el pañuelo…” Aunque su estancia fue muy corta, la regia visita fue muy bien aprovechada, y siempre arropada por varios miles de personas que lo ovacionaban desde todos los rincones de la ciudad. Visitó el templo de El Salvador, donde entró bajo palio, y participó en un Tedeum. También entró en el ayuntamiento, la recova, el museo de La Cosmológica, el Teatro Circo de Marte y la sede del Nuevo Club Náutico. No faltó también la visita al acuartelamiento del Batallón de Cazadores de La Palma, sito en el Cuartel de San Francisco. Fue en ese instante cuando cayó un inmenso aguacero que no arredró al joven rey. Allí Alfonso XIII pasó revista a las tropas que le rendían honores, bajo una lluvia que no cesaba. Ya por la noche, varios botes de pesca rodearon el buque real y le obsequiaron con numerosos cantos de la tierra.

El esperado día había llegado. Era un día desapacible, lluvioso y la calle Real, que había sido allanada con arena para que los carruajes del séquito real pudieran maniobrar y rodar con elegancia y rapidez, se había convertido en un lodazal. Sin embargo, entre las paredes de la Sociedad todo estaba preparado, reluciente, espectacular… Algunas fotografías conservadas de aquellos salones hablan por sí solas. La mansión- antigua casa del mayorazgo Fierro-Espinosa- iba a ser testigo de una de las más importantes efemérides de toda su historia. Suponemos que el nerviosismo se palpaba por doquier. Arduas horas de preparación intramuros que no iban a impedir que las condiciones meteorológicas adversas del exterior mermaran tanta ilusión. El esfuerzo, el interés, el agotamiento… debían tener por fuerza otro premio.El día había llegado y la muchedumbre abigarrada y apretujada a lo largo de la mojada y enramada calle Real ya vociferaba. El Rey estaba llegando. Las últimas carreras, los últimos suspiros… y, luego, la calma. La suerte estaba echada y ya se habían cuidado todos los detalles, por lo que nada podía fallarles. El mal tiempo no podía deslucir la gran celebración que tantos quebraderos de cabeza y gastos habían dado a los organizadores… a tanta gente…
Los amplios salones de la recién inaugurada sociedad Nuevo Club se preparaban para albergar al primer Rey de España que, en toda la historia, iba a visitar La Palma. Era el primer monarca español que visitaba todas y cada una de las islas Canarias en un mismo viaje. Un gran honor. El nombre de la sociedad tendría que asociarse ya, indiscutiblemente, al histórico acontecimiento. Existía, eso sí, algo de decepción, puesto que, a diferencia de los sucedido en Santa Cruz de Tenerife con el Club Tinerfeño, no le había sido posible participar en el traslado del Rey a tierra en uno de sus botes, que había sido primorosamente preparado al efecto.La casa se hallaba magníficamente decorada y amueblada. La zona noble había convertido en un fastuoso salón del trono. En él tendría lugar la recepción en el que le cumplimentarían las numerosas autoridades, cónsules, jefes y oficiales del ejército. Las muchachas ataviadas con los trajes típicos también aguardaban impacientes y también una representación de estudiantes, comisiones de otras sociedades y parte del público elegido.Fue muy poco el tiempo que el monarca permaneció en el local social. Se reafirmaba así la referencia socio-cultural de gran prestigio de esta Sociedad. Así lo era ya antes de tener lugar el evento que ahora celebramos, pero ésta ha sido una de sus experiencias más importantes y relevantes. Tengamos en cuenta que a esta sociedad pertenecían casi “obligatoriamente” las clases nobles y de abolengo, las clases llamadas “altas” o de “élite”, así como los personajes más relevantes de la época y en ella tenían lugar los acontecimientos sociales más lucidos y recordados. La visita real fue, por tanto, la coronación y la materialización de un anhelo largamente esperado.Se había habilitado la alcoba real con un juego de cama expresamente bordado para la ocasión por unas artesanas palmeras e incluso se le había colocado un orinal de oro. El edificio lucía sus mejores galas. Importantes familias habían cedido numerosos muebles, tapices, alfombras y diversos enseres para revestir salones, escaleras y resto de la mansión. Como anécdota se recuerda que fue comprada una preciosa cristalería bellamente tallada. También se conserva la carta remitida por Nicolás de las Casas al alcalde López Abreu, con noticias sobre una alfombra destinada a los arreglos con motivo de la visita regia, fechada el 20 de marzo de 1906. Precisamente un día después, el ayuntamiento había hecho un llamamiento dirigido a los miembros de la comisión nombrada para el arreglo de esta casa, inicialmente preparada para que allí se hospedara Su Majestad. Previamente, el 10 de marzo, se había hecho una convocatoria para tratar el arreglo de las casas que habían de servir de alojamiento real. Finalmente se optó por la mansión que nos ocupa.En esa visita se le concedió al soberano la Presidencia de Honor de la Sociedad, tras lo cual ésta recibe el otorgamiento de “Real”. Tratamiento especial que confirmó nuestro actual monarca don Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII, cuando muchos años después también visitó el noble inmueble. Allí fue también recibido con todos los honores, almorzando en el salón principal, el mismo que había visitado su augusto abuelo.Aún se conserva el retrato del soberano. Una fotografía dedicada por el propio rey que fue salvada de sucumbir en dos incidentes. Por un lado, el día de la proclamación de la II República y por otro del incendio de 1954.