martes, 22 de junio de 2010

Buffalo Bill

Buffalo Bill es, probablemente, el único superhéroe real que ha existido. Después de él llegaron Supermán, Batman, el Capitán América, Gallofa y Poti-Poti. Pero todos ellos tienen la característica común de ser imaginarios. Buffalo Bill, sin embargo, fue un personaje real. Un estadounidense que se paseó por medio mundo convirtiendo el mito del salvaje Oeste y las luchas entre blancos e indios en el principal espectáculo de su época. En la generación de mi padre, (nacidos en torno a los años treinta) fueron legión los niños que coleccionaron los tebeos de Buffalo Bill y de sus diversas evoluciones de ficción, como ocurrió en España con El Coyote y en el mundo sajón con El Zorro, de alguna manera inspirados en él;L pero esas legiones fueron aún mayores en las anteriores generaciones de infantes. Hoy en día, si coges a un adolescente, le quitas los audífonos del IPod para que te atienda y le hablas de Buffalo Bill, es muy probable que ni sepa de quién le estás hablando. Pero Buffalo Bill, en aquel mundo sin televisión, con escaso cine y divertimentos muy relacionados con lo escrito, fue un mito del tamaño de cualquiera de los que hoy podamos imaginar.
William Cody nació en 1846, hijo de Isaac Cody, un hombre dedicado al comercio procedente de Le Clair, al este del río Missouri, pero que se había traslado a Salt Creek Valley, muy cerca de Fort Leavenworth, en Kansas. Allí había indios pieles rojas y papá Cody solía comerciar con ellos. Cuando iba a hacer sus tratos, Isaac se llevaba a su hijo William, que mataba el rato jugando con los niños indios. Así fue como como Bill Cody aprendió la lengua de los pieles rojas.
El padre de Buffalo Bill murió a causa de las heridas de arma blanca que le causaron unos partidarios del esclavismo durante una discusión. Los Cody, al fin y al cabo procedentes del Este, eran abolicionistas, pero en Salt Creek éstos eran minoría. El agresor del padre de Bill intentó también agredirle a él, pero no lo consiguió. En todo caso, la muerte del padre, que se produjo cuando el hijo tenía once años, lo obligó a espabilarse para salir adelante. Aprovechando que había aprendido ya a montar y a tratar a los caballos, consiguió trabajo como cuidador de equinos en los establos de la compañía de transportes Rusell, Majors and Wadell, en Fort Leavenworth.
Dentro de sus labores, Bill Cody tuvo que escoltar una caravana de ganado destinada a Fort Kearney. En una de esas etapas, durante su guardia nocturna, vio o creyó ver a un indio que apuntaba a uno de sus compañeros con un fusil, y le disparó. Estaba convencido de que había matado al indio, y la historia fue referida por los testigos en términos cada vez más épicos (el mecanismo de formación de las leyendas urbanas es universal y ha existido siempre). El periódico local de Fort Leavenworth acabó publicando una historiada crónica de aquella «hazaña», lo cual no plugo mucho a Bill Cody, pero le valió un ascenso en la empresa.
En 1860, cuando Bill Cody llevaba tres años en la empresa, fue adjuntado a un nuevo servicio de la misma: el Pony Exprés. Especie de Seur de la época, el Pony Exprés era un servicio de correo rápido que garantizaba la transmisión de noticias y mensajes en el menor tiempo posible en un país cada día más grande. Bill tenía sólo catorce años, pero su enorme habilidad como jinete, unido al hecho de que el uso de las armas no tenía secretos para él, hicieron que trabajase en el proyecto desde el principio. En aquel entonces, todas las expediciones que cruzaban aquellas tierras, desde transporte de ganado hasta simples cartas o diligencias, estaban sometidos a notables peligros. La zona de trabajo de Cody, para empezar, estaba infestada de sioux, cheyenes y arapahoes. Luego estaban las bandas de mormones que atacaban las expediciones. Y, aún después, los simples grupos de maleantes.
Resulta curioso que el Pony Exprés se convirtiese en un hecho mítico teniendo en cuenta su corta duración. El 17 de octubre de 1861, la Western Union envió un mensaje telegráfico de parte a parte del país, que sólo se tomó unos segundos para llegar a su destino. Así pues, lo días del Pony Exprés estaban contados bien poco tiempo después de haber comenzado. Aunque para Cody no hubo mucho tiempo para pensar en ello, pues casi inmediatamente estalló la guerra de Secesión americana, en la que participó, y su posguerra, que también le dio trabajo pues se dedicó a asesorar al general Sherman en sus conversaciones con los indios.
En 1866, William se casó con Louisa Federici, mujer que le impulsó a sentar la cabeza. Así pues, trató de trabajar como hotelero, pero aquello no era para él. Deseando aún así sentar la cabeza, empleó todo su dinero en la compra de una granja, pero la inversión resultó ser una ruina, por lo que su mujer le abandonó para regresar con sus padres. Cody estaba, por lo tanto, abandonado y arruinado. Pero ahí es donde su vida rebota.
Un amigo le presentó a los hermanos Goddard, que regentan una cantina en la que almorzaban diariamente más de mil obreros de un astillero. El menú era muy aburrido (carne en conserva) porque en aquel entonces era complicado conseguir suministros, ya que los filetes no viajan por la línea telegráfica. Los hermanos Goddard propusieron a Bill contratarlo como suministrador de carne de bisonte. De esta actividad fue de donde le vino el apoyo de Buffalo Bill.
Otro cazador de la zona, Bill Comstock, reclamó para sí el derecho de llamarse Buffalo Bill. Así pues, se organizó un duelo en el cual ambos candidatos tuvieron once horas para matar cuantos bisontes fuesen capaces. El vencedor recibiría 5.000 dólares y el derecho a llamarse Buffalo Bill.
Cuando pasó la primera manada, Cody mató 38 animales y Comstock 23. Al final del día, tras el paso de tres manadas, el primero había matado 89 piezas y el segundo 46. Es obvio que un concurso así no se celebraría hoy en día.
Terminado el trabajo con los hermanos Goddard, Buffalo Bill se pasó al lucrativo negocio del turismo. Contra lo que pueda parecer, y siento con ello desanimar a quienes se hayan creado una imagen de Buffalo Bill a través de los tebeos y las pelis del Oeste, William Cody nunca fue una persona que se enfrentase a situaciones de peligro de muerte, mucho menos con los indios, que eran sus colegas. De hecho, en una célebre foto en la que posa junta al celebérrimo jefe Toro Sentado (o sea, el gran hechicero sioux Totanka Yotanka, que quiere decir Toro que se Levanta; por qué se le ha dado en llamar Toro Sentado, es un misterio para mi), ambos están agarrando el mismo fusil como buenos amigos, y Buffalo Bill parece estarle explicando a su amigo indio cómo se va a algún sitio.
Para cuando Cody se convirtió en Buffalo Bill, el Salvaje Oeste ya no era tan salvaje y había llegado eso que podemos llamar la explotación del mito. Su empleo, por lo tanto, no fue de perseguidor de indios ni nada que se le pareciese. Su empleo consistió más bien en vaciar las faltriqueras de europeos y yanquis ricos que acudían al Oeste a vivir las aventuras inventadas por mil escritores (como W. W. Bochamp, el cronista que acompaña a Richard Harris en la inmortal Sin perdón de Clint Eastwood) y que, en realidad, nunca o casi nunca habían ocurrido.
De hecho, uno de los encargos de Buffalo Bill fue uno que está, de alguna manera, rememorado en una película de Mel Gibson, Jodie Foster y James Gardner, llamada Maverick. En Maverick aparece el personaje de un aristócrata ruso que viaja a Estados Unidos a cazar bisontes, y otra escena en la que Mel Gibson se hace apresar por unos supuestos indios salvajes que, en realidad, son amigos suyos. Ambas cosas tienen su punto de verdad. Buffalo Bill organizó una cacería de bisontes para el gran duque Alexis de Rusia. Finalizada la cacería, el gran duque, que iba acompañado por el famoso general Sherman, ocupó una diligencia de la Wells Fargo conducida a toda velocidad por Bill. En un recodo del camino, una partida de indios que gritaban y disparaban al aire se hizo presente y comenzó a perseguir al convoy. Los indios persiguieron a la diligencia hasta una estación de tren, en la cual el carruaje se paró, se pararon los indios... y estallaron en un aplauso cerrado al puto aristócrata ruso. Todo había sido fake. Preparado por Bill.
William Buffalo Bill Cody fue presentado, sin su aquiescencia, a las elecciones congresuales de 1872, por el Estado de Nebraska, en las listas demócratas. Salió elegido. En Washington no fue feliz. En célebre anécdota, durante una reunión del Congreso escuchó a un colega pronunciar esa famosa frase de que «el único indio valioso es el indio muerto». Cody, levantándose para marcharse, tomó una moneda de dos dólares, que en reverso lleva la imagen de un indio, y, arrojándola sobre la mesa, le contestó: «Éste es el único indio que usted respeta».
La estancia en Washington y en el Este en general le sirvió para darse cuenta de que el Oeste era negocio. Eso, unido al hecho de lo mucho que estaba cambiando el Oeste, cada vez menos salvaje, le llevó a albergar, en 1882, la idea de formar un circo. El 17 de mayo de 1883 se celebró en Omaha, Nebraska, la primera representación de la Wild West, Rocky Mountains and Prairie Exhibition, que finalmente se conocería como Wild West Show. El WWS viajó por todos los Estados Unidos con tan grande éxito que los ecos llegaron a Europa, de donde a Bill le llegaron ofertas. Siendo como fue el WWS el mayor espectáculo de su época, el único sitio en el que las personas normales podían ver indios, vaqueros, jinetes haciendo maravillas a los lomos de sus caballos y muchos, muchos tiros, el tour europeo era algo casi obligado.
Para su desgracia, Buffalo Bill tenía tan buen olfato para iniciar negocios como le faltaba para mantenerlos. Como financiero fue un desastre y su circo terminó siendo mal negocio. Por eso, en los últimos años de su vida, tuvo que aceptar contratos en circos menores, amén de sufrir el mordisco de algunas atracciones de nuevo cuño, como el cinematógrafo. El 9 de enero de 1917, durante una representación, Cody sintió un dolor en el pecho. Se empeñó en no ser atendido, y algunas horas después fallecía. Con él murió el héroe de casi todos los niños del mundo de los primeros años del siglo XX, nuestros bisabuelos, y un héroe un poco de cartón piedra de ese mítico mundo, en parte cierto, en parte invención, que conocemos como Salvaje Oeste.

La eutanasia

El término eutanasia es todo acto u omisión cuya responsabilidad recae en personal médico o en individuos cercanos al enfermo, y que ocasiona la muerte inmediata de éste. La palabra deriva del griego: eu (‘bueno’) y thanatos (‘muerte’).

Situación legal de la eutanasia.
Quienes defienden la eutanasia sostienen que la finalidad del acto es evitarle sufrimientos insoportables o la prolongación artificial de la vida a un enfermo, presentando tales situaciones como «contrarias a la dignidad». También sus defensores sostienen que para que la eutanasia sea considerada como tal, el enfermo ha de padecer, necesariamente, una enfermedad terminal o incurable, y en segundo lugar, el personal sanitario ha de contar expresamente con el consentimiento del enfermo.
Otros, creen que los programas de eutanasia están en contraposición con los ideales con que se defiende su implementación. Por ejemplo, los médicos durante el régimen nazi hacían propaganda en favor de la eutanasia con argumentos tales como la indignidad de ciertas vidas que por tanto eran, según aquella propaganda, merecedoras de compasión, para conseguir así una opinión pública favorable a la eliminación que se estaba haciendo de enfermos, considerados minusválidos y débiles según criterios médicos. Por eso, ante la realidad de los crímenes médicos durante el régimen nazi, en los Juicios de Núremberg (1946-1947) se juzgó como criminal e inmoral toda forma de eutanasia activa y además se estableció desde entonces de manera positiva, es decir expresamente, que es ilegal todo tipo de terapia y examen médico llevado a cabo sin aclaración y consentimiento o en contra de la voluntad de los pacientes afectados.
Actualmente en muy pocos países (por ejemplo, Holanda y Bélgica) se ha despenalizado la eutanasia, y en ellos todavía permanece tipificado como homicidio, por ejemplo como homicidio pietístico o bien como asistencia al suicidio. Según los datos oficiales, los supuestos arriba mencionados no son cumplidos: en una tasa creciente, a miles de personas se les aplica la eutanasia en contra de su voluntad y las restricciones para aplicar la eutanasia han ido disminuyendo, por ejemplo actualmente existe el permiso legal para aplicar la eutanasia a niños recién nacidos con muy graves problemas de salud sin consentimiento de nadie excepto del médico.

Translado de José Antonio primo de Rivera desde Alicante a Madrid

Imagenes, de la muerte del Che Guevara.
















Diarios en motocicleta

Canción que Mecano le dedica al Dalai Lama

La guerra de Yugoslavia

Las Guerras de Yugoslavia fueron una serie de conflictos en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre 1991 y 2001. Comprendieron dos grupos de guerras sucesivas que afectaron a las seis ex repúblicas yugoslavas. Se han empleado términos alternativos como Guerra de los Balcanes, la Guerra de la ex Yugoslavia, Guerras Yugoslavas de Secesión o raramente Tercera Guerra Balcánica (un término acuñado por el periodista británico Misha Glenny, aludiendo a las Guerras de los Balcanes entre 1912 y 1913).
Las guerras se caracterizaron por los conflictos étnicos entre los pueblos de la ex Yugoslavia, principalmente entre los serbios por un lado y los croatas, bosnios y albaneses por el otro; aunque también en un principio entre bosnios y croatas en Bosnia-Herzegovina. El conflicto obedeció a causas políticas, económicas y culturales, así como a la tensión religiosa y étnica.
Las Guerras Yugoslavas terminaron con gran parte de la ex Yugoslavia reducida a la pobreza, con desorganización económica masiva e inestabilidad persistente en los territorios donde ocurrían las peores luchas. Las guerras fueron los conflictos más sangrientos en suelo europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, resultando en unas 300.000 muertes y millones más sacados de sus hogares. Fueron también los primeros conflictos desde la Segunda Guerra en haber sido formalmente juzgados los genocidas y muchos de los individuos claves participantes fueron consecuentemente acusados por crímenes de guerra.
Con el paso de los años fue tomando cuerpo la hipótesis, mantenida por algunos medios, de que varias potencias mundiales, especialmente Alemania y Estados Unidos crearon el ambiente propicio para la fragmentación del país, a través de la venta de armas a las repúblicas independentistas y de la manipulación de los medios de comunicación, sobre todo con fines económicos.

Peliculas sobre la guerra de Yugoslavia


Lech Walesa

Activista sindical que organizó y dirigió de 1980 a 1990 Solidaridad, la primera organización sindical independiente en el bloque comunista. Durante un tiempo fue un líder carismático de su país, fue presidente de Polonia (1990–95) y recibió el Premio Nobel de la Paz en 1983.
Testigo de las revueltas obreras de 1970 que se saldaron con manifestantes muertos por la policía polaca, se convirtió en el líder de las protestas en el astillero Lenin de Gdansk (antigua Danzig) en agosto de 1980. La amplitud de la revuelta obrera, en la que muy pronto se introdujeron demandas políticas, llevó a que el gobierno finalmente cediera y firmara un acuerdo con los representantes obreros permitiendo a los trabajadores el derecho de organizarse libremente. El Comité de Huelga se transformó en una federación de sindicatos dirigida por Walesa y que vino a denominarse Solidaridad. Más de 10 millones de polacos se adhirieron al movimiento.
El éxito fue efímero. Ante las amenazas soviéticas, el gobierno polaco impuso la ley marcial y el general Jaruselzski estableció una dictadura militar prohibiendo al sindicato Solidaridad y encarcelando a Walesa. Cuando le fue concedido el Premio Nobel de la Paz en 1983, fue su mujer Danuta la que asistió a la ceremonia de entrega en Oslo.
Una nueva oleada de malestar social desencadenó de nuevo una serie de huelgas en 1988. El gobierno comunista se vio de nuevo obligado a negociar con Walesa y otros líderes sindicales. Solidaridad volvió a la legalidad y se convocaron elecciones en las que el sindicato, que participaba como coalición política, obtuvo una abrumadora mayoría. Tadeusz Mazowiecki, compañero de Walesa, fue nombrado primer ministro de Polonia en 1989. Fue el inicio de la oleada democrática que puso fin a las dictaduras comunistas en Europa central y oriental en 1989.
En 1990 Walesa ganó las elecciones y desempeñó el cargo de Presidente de Polonia hasta 1995. Sin embargo, el que fue hábil líder sindical no sirvió para su nuevo puesto. Su estilo de ejercer el cargo, lleno de brusquedades y búsqueda de la confrontación, y su apoyo a las posturas más conservadoras de la Iglesia Católica sobre temas como el aborto fueron erosionando su popularidad. Así, su carrera política terminó en 1995 cuando perdió las elecciones frente Aleksander Kwasniewski, antiguo comunista y líder de la Alianza de la Izquierda Democrática.

sábado, 22 de mayo de 2010

explosiones nucleares en la atmosfera




soldados como cobayas en pruebas con bombas

El Ejército francés utilizó a sus propios soldados como cobayas en sus primeros ensayos atómicos efectuados a principios de los años sesenta en el Sáhara argelino, según revelan unos documentos secretos militares hechos públicos ayer por el diario Le Parisien. El objetivo de estas pruebas, que, según el rotativo, causaron "enfermedades irreversibles" entre los militares, era "estudiar los efectos físicos y psicológicos" de las radiaciones en seres humanos.
Francia efectuó ensayos nucleares en las regiones desérticas de Argelia entre 1960 y 1966. Hasta la fecha han sido muy escasas las informaciones sobre aquellos experimentos, llevados a cabo en el marco de la elaboración de la primera bomba atómica francesa. Pese a que el Gobierno ha asegurado en todo momento que los ensayos se habían efectuado en las mayores condiciones de seguridad posibles, el diario revela que el Ejército utilizó deliberadamente a sus soldados como cobayas durante unas maniobras realizadas el 25 de abril de 1961, conocidas con el nombre de código de Jerbo Verde.

Le Parisien ha obtenido una copia de un informe, de 260 páginas y sellado con el lema "confidentiel défense", que revela los detalles sobre los ensayos de ese mismo día. Se trata de un documento titulado "Génesis de la organización y los experimentos en el Sáhara" y redactado por un militar anónimo hacia 1998, justo antes de que el presidente Jacques Chirac ordenara la interrupción definitiva de los ensayos nucleares por parte de Francia.

Concretamente, el rotativo indica que, después del ensayo de abril de 1961, el Ejército ordenó a alrededor de 300 soldados que entraran en la zona afectada y se dirigieran hacia el lugar en el que había impactado la bomba. El objetivo de esta maniobra, según el informe, era "estudiar los efectos físicos y psicológicos de las armas atómicas en seres humanos" a fin de "obtener los elementos necesarios para la preparación física y el entrenamiento moral del combatiente moderno".

"Una patrulla de vehículos todoterreno ha recibido la orden de dirigirse al punto cero para estudiar la posibilidad de un ataque en la zona contaminada", se lee en el documento, citado por el rotativo. "La patrulla se detuvo a 275 metros del punto cero", prosigue el informe. El experimento con seres humanos, según el documento, reveló que los soldados son "capaces de proseguir el combate" en un terreno contaminado por la bomba atómica, lo cual, en caso de guerra, permitiría "golpear directamente" al enemigo.

Asimismo, el informe constata un "problema". Las máscaras antigás complican las comunicaciones. Por ello, en caso de conflicto "el mando no debe penetrar en la zona contaminada" y los soldados rasos deberían utilizar únicamente "máscaras contra el polvo elementales", ya que las máscaras antigás "disminuirían el ritmo de la maniobra en un 50%".

El ministro de Defensa, Hervé Morin, aseguró que desconoce este informe y que "las dosis radiactivas recibidas durante los ensayos fueron muy bajas". No obstante, según Le Parisien, "las dosis débiles a que se refiere el ministro de Defensa han causado enfermedades irreversibles". El año pasado, el Ejecutivo se comprometió a compensar a las víctimas de estas pruebas, con lo cual reconoció implícitamente que existe una relación entre las explosiones y las enfermedades. Algunos veteranos, tanto de estos ensayos como de los de la Polinesia (1966-1996) han declarado que se les había ordenado tumbarse en el suelo y taparse los ojos durante las explosiones, vestidos únicamente con pantalón corto y camiseta.

Ayatollah Jomeini

(Jomein, 1901 - Teherán, 1989) Líder religioso y dirigente político iraní. Hijo del ayatollah Sayyed Mustafa Musawi, asesinado a los cinco meses de nacer él, tomó el apellido de su pueblo natal, situado en el centro del país. Cuando el joven Jomeini contaba 15 años de edad falleció también su madre. Familiarizado con el orfanato y el concepto del martirio predicado por la fe chií, y proclive a la meditación, recibió una esmerada educación coránica, propia de los descendientes directos de la familia santa del chiísmo, el Profeta Mahoma, su hija Fátima y su esposo Alí (de ahí su condición de Sayyed), y del séptimo imán, Musa el-Kassim (los así bendecidos eran Musawi) en los centros de Isfahán (desde los 12 años), Arak (desde los 16) y la ciudad santa de Qom (desde los 18).


Allí se integró en la Asamblea Teológica y profundizó sus conocimientos en literatura, misticismo, gnosticismo, lógica, ética, retórica y jurisprudencia islámicos, además de filosofía, astronomía y matemáticas. Sus maestros fueron los más renombrados sabios de Qom, que en los años siguientes haría grandes avances en Teología. Cuando en 1929 contrajo matrimonio con Batul-Irán, hija de un ayatollah de la ciudad de Redj, la nueva familia se instaló en Qom, y en los años de la guerra mundial Jomeini y sus hermanos llevaron una empresa de transporte.

En 1927 había accedido a la dignidad de Ijtihad, lo cual quiere decir que era digno de interpretar el Corán y demás textos sagrados; ello supone el primer paso para el liderazgo religioso. Asumió la dirección de la Asamblea de Qom y se le consideró un ejemplo de ascetismo, castidad y fe en Dios. Sus enseñanzas en las escuelas teológicas y mezquitas de Qom le otorgaron crecientes respeto y autoridad, lo que le permitió ascender en la jerarquía del clero chií, a hodjatoleslam ('autoridad del Islam') y luego a ayatollah ('gran signo de Dios'). En su círculo de allegados se encontraban algunas de las futuras primeras figuras de la República Islámica.

Opuesto ya a las medidas secularizadoras del sha Reza Khan, en 1963, la reforma agraria contenida en la Revolución Blanca impulsada por su hijo Reza Pahlevi resultó ofensiva al clero chií por privar a los mullah o clérigos de parte de sus tierras. Jomeini encabezó entonces la oposición en Qom, y en un discurso en el mes de junio de aquel año atacó al sha como "enemigo de la religión". Fue arrestado, pero su arenga encontró eco en los centros urbanos del país, que fueron escenario de manifestaciones sangrientamente reprimidas.

Presionado por el pueblo, el sha liberó a Jomeini, ya erigido en principal voz de la oposición islámica al sha. Exiliado en Turquía en noviembre de 1964, se estableció pronto en Najaf, Iraq, otra de las ciudades santas del chiísmo, donde prosiguió sus labores docentes. En los catorce años siguientes, con la anuencia de las autoridades iraquíes, Jomeini redobló sus ataques contra la dictadura del sha, a la que consideraba no sólo opresora del pueblo, sino blasfema ante Dios. Jomeini hizo de hecho una declaración de guerra total a la monarquía, en los campos intelectual, moral y social.

A los ojos de los fieles fue tomando cuerpo la visión de un Jomeini mesiánico, como el Mahdi o el redentor del mundo islámico, o mejor aún el Imán que los chiíes estaban esperando desde la misteriosa ocultación del duodécimo poseedor de esta dignidad, en el año 880. Jomeini hizo llegar sus discursos a la población iraní a través de cintas magnetofónicas y fue tejiendo una disciplinada organización, con células de agitación y propaganda.

El 24 de septiembre de 1978 el gobierno iraquí (desde hacía tres años en entendimiento con el iraní), informó a Jomeini de su expulsión del país. Tras fallidas gestiones para afincarse en Kuwait, Líbano y Siria, Jomeini, por consejo de su hijo Ahmad (otro hijo mayor, Mustafá, fue asesinado en 1977 en Iraq), decidió establecerse en París, en cuyo suburbio de Neauphle-le-Château fue acogido por un iraní residente. Se negó a acatar el abandono de sus actividades políticas exigido por el gobierno francés e intensificó sus anatemas contra el sha, hábilmente difundidas por sus seguidores en Irán. Allí, entretanto, había comenzado el asalto final contra el régimen, con manifestaciones multitudinarias y una durísima represión de las fuerzas de seguridad.

El 13 de enero de 1979 Jomeini constituyó en París un Consejo de la Revolución Islámica, tres días después el sha y su familia abandonaban Irán y el 1 de febrero, sin poder impedirlo el gobierno de S. Bajtiar, el avión que llevaba a Jomeini aterrizó en el aeropuerto de Teherán, donde se le tributó un gran recibimiento. El 5 designó primer ministro provisional a M. Bazargan, un veterano opositor al sha, que hacia el día 11 quedó como poder ejecutivo indiscutible al disolverse el gabinete Bajtiar y desistir el ejército de oponerse al virtual triunfo de la Revolución.



En los meses siguientes Jomeini inspiró la acción de los comités de pasdarn ('guardianes de la Revolución'), que ejecutaron sumariamente a miles de miembros de la SAVAK (la temible policía secreta del sha), oficiales del ejército y políticos afectos al régimen depuesto, pero también a delincuentes comunes y a ciudadanos cuya conducta no se ajustaba al rigorismo moral ahora impuesto.

El 1 de abril de 1979 proclamó la República Islámica y el 3 de agosto se celebraron elecciones para una Asamblea Constituyente, en la que el Partido de la Revolución Islámica se hizo con la casi totalidad de los escaños. Impuestas las fuerzas islamistas conservadoras sobre los islamistas de izquierda (Combatientes Sagrados del Pueblo, Mujahidin-e-Khalq) y los partidos liberales y laicos, Jomeini se erigió a partir de 1980 en virtual y absoluto autócrata (sería más exacto referirlo como “teócrata”) del país en representación del gobierno de Dios en la tierra.

Siempre insistió en que él era un mero instrumento de Dios para la aplicación de sus designios. Aunque nunca ostentó la presidencia de la República o la jefatura del Gobierno, su condición de "Guía de la Revolución", ayatollah y, por aclamación popular, "imán" –en referencia al esperado duodécimo imán de la secta chií mayoritaria, tratamiento que no hizo muchos esfuerzos en desautorizar-, Jomeini mantuvo hasta su muerte la suprema autoridad política y religiosa.

Se enfrentó con una saña sin precedentes a EE.UU. (el "gran Satán"), confrontación que hizo perder las elecciones al presidente J. Carter, y su concepto de jihad ('guerra santa') en el conflicto armado con Iraq (septiembre de 1980-agosto de 1988) llevó a cientos de miles de jóvenes a morir con el nombre de Alá en los labios. Demonizado en Occidente, que le temía, y seguido fanáticamente por millones de iraníes, Jomeini fue uno de los últimos conductores de masas del siglo XX. Su influencia en el orbe musulmán ha sido enorme y ha inspirado la acción radical, intolerante y redentorista de muchos grupos islámicos, ya no meramente chiíes. A su fallecimiento, el hodjatoleslam Ali Jamenei, que hasta entonces ocupaba la presidencia de la República, asumió la condición de Guía de la Revolución, y el hodjatoleslam A. A. Hashemi Rafsanjani sustituyó a éste en la jefatura nominal del Estado.

La revolución islámica de Irán

Las reformas modernizadoras emprendidas por el Sha Reza Pahlevi en el marco de una dictadura corrupta y bajo una fuerte influencia norteamericana engendraron un importante descontento social, prontamente encauzado por el clero chiíta.

Pese a la brutal represión de las fuerzas policiales, largos meses de protestas desencadenaron la huida del Sha y el fracaso del intento de mantener un régimen pro-occidental bajo el primer ministro Bajtiar. El Ayatollah Jomeini retornó desde su exilio francés el 1 de febrero de 1979 en medio de enormes manifestaciones.

El 1 de abril tras una abrumadora victoria en un referéndum, Jomeini proclamó la República Islámica a la que pronto se dotó con una Constitución que reflejaba los ideales de gobierno islámico. Inmediatamente se tomaron medidas fundamentalistas y comités revolucionarios patrullaron las calles para obligar a cumplir los códigos de comportamiento y vestido. Mientras el régimen trataba de borrar cualquier vestigio de influencia occidental.

El sentimiento antiamericano se desbordó el 4 de noviembre de 1979 con el asalto por estudiantes islámicos de la embajada de EE.UU. Cincuenta y dos súbditos norteamericanos fueron mantenidos como rehenes hasta el 20 de enero de 1981. El nuevo Irán islámico se enfrentaba directamente con las dos superpotencias.

Los primeros años del gobierno revolucionarios se caracterizaron por la virtual eliminación de toda la oposición política en el marco de una represión brutal. El estallido de la guerra con Irak en septiembre de 1980, tras la agresión del régimen de Saddam Hussein, supuso una verdadera tragedia para ambos pueblos y fortaleció aún más la dictadura de los clérigos chiítas.

El fin por extenuación de la guerra en 1988 y la muerte de Jomeini en 1989 abrieron una nueva etapa en la historia del Irán islámico.

martes, 11 de mayo de 2010

Asesinato de Kennedy

JOHN FITZGERALD KENNEDY (1917-1963). 35 Presidente de los Estados Unidos (1961-1963). Kennedy nació en Brookline (Massachusetts), el 29 de mayo de 1917, segundo hijo del financiero Joseph P. Kennedy, embajador en Gran Bretaña durante el gobierno de Franklin D. Roosevelt. Se graduó por la Universidad de Harvard en 1940, se dio a conocer con la publicación de la ampliación de su tesis universitaria sobre la no preparación de Inglaterra para la II Guerra Mundial. Participó en esta contienda como oficial de Marina y fue héroe de la guerra del Pacífico. De regreso a su Boston natal se afilió al Partido Demócrata y se presentó con éxito a las elecciones a Cámara de Representantes en 1946. Los votantes de Massachusetts le eligieron al Senado en 1952.
En 1953 contrajo matrimonio con Jacqueline Bouvier con la que tuvo dos hijos. Durante su recuperación de una operación de la espina dorsal, Kennedy completó bosquejos biográficos de dirigentes políticos (1956), con los que obtuvo el premio Pulitzer en 1957. Después de un intento sin éxito para obtener la nominación vicepresidencial en la lista de Adlai E. Stevenson en 1956, Kennedy comenzó a planear su presentación a la elección presidencial de 1960. Asumió el liderazgo del ala liberal del Partido Demócrata y reunió en torno suyo a un grupo de jóvenes políticos con talento, en el que se encontraba Robert F. Kennedy, su hermano y director de la campaña.
Obtuvo la nominación en la primera votación e hizo campaña con el senador de Texas Lyndon B. Johnson como compañero en las elecciones frente al vicepresidente Richard M. Nixon, nominado candidato republicano para la presidencia. Obtuvo la victoria en las elecciones por un estrecho margen de 113.000 votos sobre un electorado de 68.800.000, aunque no pudo disponer sino de una reducida mayoría demócrata en el Congreso. J.F.K. fue el Presidente más joven y el primero católico de la historia de U.S.A.
En 1961, su primer año en el cargo, Kennedy fue criticado ásperamente por una serie de acontecimientos internacionales adversos. Heredado del gobierno anterior un plan secreto para derrocar al régimen cubano de Fidel Castro, Kennedy aprobó la invasión de Cuba en abril por refugiados que operaban con la ayuda de algunas agencias estadounidenses. El fracaso de la invasión en la bahía de Cochinos se convirtió en una frustración personal para el presidente. Después, en primavera, Kennedy consideró la posibilidad de enviar tropas a Laos, que estaba siendo amenazado por insurgentes comunistas. Voló a Viena en junio para entrevistarse con el primer ministro soviético Nikita Kruschev y ambos acordaron un la neutralidad de esta cuestión, surgiendo, en cambio, el problema de Berlín. Cuando se levantó el muro entre los sectores occidental y oriental de Berlín en agosto, Kennedy respondió enviando un contingente militar a la ruta terrestre hacia Berlín para reafirmar los derechos de acceso. Las tensiones de la guerra fría se agravaron cuando la Unión Soviética envió el primer hombre al espacio en abril y realizó pruebas nucleares en la atmósfera en septiembre.
Kennedy tuvo problemas en el Congreso de Estados Unidos, donde sus propuestas más importantes para el estímulo económico, la reforma fiscal, la ayuda a la educación y un bienestar ampliado quedaron obstruidas. Tuvo mejor suerte con sus acciones ejecutivas, persuadiendo a importantes compañías siderúrgicas para que dieran marcha atrás en los aumentos de precios en abril de 1962 y estimuló la carrera para llegar a la Luna. Kennedy respondió enérgicamente contra los esfuerzos para frustrar la integración de los negros en las universidades de los estados del Sur amenazando incluso con el envío de tropas federales si no se cumplían las leyes antirracistas. Para reforzar los derechos civiles, Kennedy envió al Congreso un mensaje especial solicitando una legislación para acabar con la segregación en los servicios públicos y dar al Departamento de Justicia autoridad para llevar a cabo acciones en favor de la integración escolar. La mayor parte de sus propuestas fueron promulgadas en última instancia en 1964 en la Ley de Derechos Civiles.
En otoño de 1963 Kennedy comenzó a planificar su estrategia para la reelección. Viajó por todo el país alabando la mejora de relaciones con los soviéticos. El 22/11/1963, mientras viajaba en un automóvil descapotable por Dallas (Texas), Kennedy recibió varios disparos en la cabeza y en el cuello, a consecuencia de los cuales falleció. Una comisión encabezada por el presidente del Tribunal Supremo Earl Warren (Comisión Warren), llegó a la conclusión en septiembre de 1964 de que el único asesino había sido Lee Harvey Oswald, antiguo soldado estadounidense. Oswald, que fue detenido horas después del asesinato en un cine próximo, fue asesinado dos días después por el propietario de un bar nocturno de Dallas, Jack Ruby, mientras era conducido desde la ciudad a la prisión del condado.
Las investigaciones posteriores sugirieron la firme posibilidad de que a Kennedy le dispararan al menos dos francotiradores, de frente y por detrás, lo que confirmaba las impresiones de la mayoría de los testigos oculares. Se identificaron varios posibles promotores del magnicidio, incluida la mafia y los exiliados cubanos descontentos. J.F.K. fue enterrado en el Cementerio de Arlington.

La maldición de los Kennedy

La maldición de los Kennedy La familia Kennedy es uno de los clanes políticos más tradicionales y liberales de Estados Unidos -algunos los consideran una especie de familia real- pero toda la fama y el glamour han ido acompañados también de una dosis tremenda de tragedia. John Fitzgerald Kennedy era el presidente número treinta y cinco de EE.UU. cuando fue asesinado en Dallas en 1963. Su hermano, Robert, a quien muchos consideraban un serio candidato a la presidencia de Estados Unidos, murió asesinado en junio de 1968 cuando celebraba la victoria en la elección primaria de California. Pero ya antes, el destino le había sido adverso al clan Kennedy. En 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, murió el mayor de los hermanos cuando probaba un avión militar. Kathleen, hermana de J.F. Kennedy, murió en 1948 víctima de un accidente aéreo. Finalmente tuvo lugar la tragedia que para muchos cerró toda posibilidad de que vuelva a haber un presidente en la familia Kennedy. El hijo del presidente asesinado falleció junto a su esposa y su cuñada en 1999. John John o JFK junior, el hijo del presidente asesinado, falleció junto a su esposa y su cuñada en un accidente aéreo ocurrido en 1999. La pequeña aeronave que pilotaba cayó en el Atlántico cuando se dirigía a Martha''s Vineyard, el tradicional sitio de recreo de la familia. Otros Kennedy tuvieron problemas con las drogas o debieron luchar contra el cáncer. Con su libro "Una vida inacabada" Robert Dallek ha causado una tormenta. Una reciente biografía escrita por Robert Dallek, "Una vida inacabada" (An Unfinished Life) ha causado algo parecido a una tormenta al colocar en el dominio público revelaciones sobre la salud de Kennedy y sus infidelidades dentro de la propia Casa Blanca. El autor agrega: "Su madre, Rose, acostumbraba a pegar a John y sus hermanos con perchas, cinturones, zapatos, e incluso sostenía sus dedos sobre quemadores encendidos". El propio Kennedy no ocultaba a su esposa, Jacqueline, sus relaciones extra maritales, e incluso mantuvo amantes dentro del mismo equipo de trabajo de la Casa Blanca. Barbara Gamarekian, quien trabajó para el equipo de prensa de la Casa Blanca durante la administración Kennedy, recuerda el día en que arribó Mimi, una joven de dieciocho años. Mimi no era la única amante de Kennedy en la Casa Blanca. Esposa humillada: Jacqueline sabía de las infidelidades de su marido. Sobre la voracidad sexual de Kennedy se dice que éste comentó al primer ministro británico, Harold McMillan, su necesidad de mantener relaciones al menos tres veces diarias a riesgo de contraer "dolor de cabeza". Aunque al parecer el dolor de cabeza no era el único riesgo presidencial. Además de severos dolores de columna, Kennedy padecía de la enfermedad de Addison, un mal poco conocido y considerado fatal en la década de los años 60, según el autor. El doctor George Thorn, quien fuera una autoridad en ese mal durante la época, explicó: "El doctor de Kennedy no sabía que éste padecía la enfermedad de Addison, lo cual sorprende. Para Dallek, los males de Kennedy incluían además problemas de próstata, uretra, sinusitis y colitis que de haber trascendido hubieran podido hundir las aspiraciones presidenciales de John F. Kennedy. Homenaje a la memoria de un presidente asesinado: Estados Unidos continúa recordando a Kennedy. Wheeler manifestó: "Hace poco, me encontraba en Dallas hablando con jóvenes sobre Kennedy y ellos se mostraban fascinados con la Teoría de la Conspiración, quién mató al presidente, y esos temas". La reputación de Kennedy se resintió en el pasado pero ahora se ha vuelto a fortalecer". Harvey Oswald, acusado del asesinato de Kennedy, no es más que una pieza del rompecabezas. Eran tiempos de Guerra Fría, de tensión entre Washington y Moscú, de tensión racial en el sur de Estados Unidos y de tensión creciente en un país poco conocido entonces, Vietnam. Esas balas impidieron que la historia fuera diferente, según aseguran muchos "creyentes" en los ideales de Kennedy. Es balas, sumadas a las de 1968, que terminaron con la vida de Robert F. Kennedy y los sueños de Martin Luther King. Se habló de un asesino único, de hombres atribulados, extremistas o simplemente locohay muchos que ven conspiraciones, y en el caso de la muerte del presidente Kennedy las mismas abundan. Respecto a la carabina Mannlicher-Carcano, modelo 1938, el mayor de ejército británico Frederick Myatt afirma lo siguiente en su libro "Small Arms", publicado por la editorial Salamander en 1978: "El arma modelo es italiana, un remanente de la guerra, equipada con una mira telescópica japonesa, comprada por correo por unos pocos dólares. Las teorías abundan. Según esta explicación, Oswald habría donado su identidad a los servicios secretos de Estados Unidos, por lo que habría varios "Oswald". Otra teoría –la del suicidio: quizá la más original de las teorías conspirativas. Asegura que el presidente, consciente de que sufría el mal de Addison y otras enfermedades, decidió organizar su muerte.

La guerra de Vietnam

Conflicto en la península de Indochina que tuvo lugar entre mediados de los cincuenta y mediados de los setenta y que enfrentó a los EE.UU. y el gobierno de Vietnam del Sur por un lado, contra Vietnam del Norte y las guerrillas comunistas que actuaban en Vietnam del Sur por otro. La guerra terminó extendiéndose también a Laos y Camboya. La guerra del Vietnam fue la más larga de la historia norteamericana, supuso para este país una experiencia de fracaso y frustración, constituyendo, sin lugar a dudas, el más serio fracaso de EE.UU. en la guerra fría.

El inicio de la implicación americana se remonta a inicios de los cincuenta cuando apoyaron los desesperados intentos de Francia por mantener su presencia colonial en Indochina frente a las fuerzas comunistas del Vietminh. La derrota francesa y los Acuerdos de Ginebra de 1954, que consagraron la partición de Vietnam en dos, llevaron a que Washington volcara su apoyo en el régimen anticomunista de Vgo Dinh Diem en Vietnam del Sur que hacía frente al Vietnam del Norte comunista, apoyado por la URSS.

La corrupción de Diem hizo a su régimen crecientemente impopular y finalmente fue derrocado y asesinado por sus propios militares en 1963. Mientras tanto se había creado en Vietnam del Sur el Frente Nacional de Liberación (FNL) donde se aglutinaba toda la oposición incluyendo los comunistas.

En 1964, la situación parecía desesperada para Vietnam del Sur. EE.UU., alegando como justificación el incidente de Tonkín contra su destructor Maddox el 2 de agosto de 1964, inició una intervención abierta. Se pasó de 4000 soldados norteamericanos en 1962 a casi 500.000 en 1967. Los bombardeos masivos, el uso de agentes químicos, la crueldad de la primera guerra retrasmitida por los medios de comunicación hicieron enormemente impopular la política de EE.UU. en el Tercer Mundo, el bloque comunista y en partes significativas de la opinión pública occidental. Dentro del propio país, la oposición a la guerra se extendió entre la juventud ligándose a movimientos contra el sistema, como el movimiento "hippie".

Tras la ofensiva vietnamita del Têt en 1968, el presidente Johnson decidió el progresivo desvinculamiento del conflicto y la búsqueda de una solución negociada. Tras una compleja fase de negociaciones y enfrentamientos militares, se firmó en París en enero de 1973 un acuerdo de paz. En agosto de 1973, el Congreso norteamericano prohibió cualquier reanudación de la intervención norteamericana. La retirada de las tropas estadounidenses hizo que el régimen de Vietnam del Sur se derrumbara inmediatamente. La ofensiva final comunista tuvo lugar en la primavera de 1975. El 17 de abril, Phnom Penh cayó en manos de los Khmers Rojos y el 30 los comunistas tomaron Saigón. La guerra había terminado.

La derrota supuso un verdadero trauma para EE.UU. 58.000 muertos, 300.000 heridos, centenares de miles de soldados con una amplia adicción a las drogas y con serios problemas de adaptación a la vida civil, el orgullo de potencia herido... Lo que se vino a denominar el "síndrome de Vietnam" supuso en el corto plazo una gran renuencia a la intervención militar exterior por parte de la potencia norteamericana.

La ofensiva del TET


No nos engañemos con los tópicos de Hollywood: en 1967 los americanos y sus aliados estaban ganando la guerra al Viet Minh. En consecuencia los informes militares eran francamente optimistas, y el Presidente Lyndon B. Johnson recorría los Estados Unidos asegurando que la guerra se estaba ganando poco a poco y que era cuestión de tener un poco de fe y de paciencia. En este contexto triunfalista, sin embargo, los soldados más avezados podían muy bien augurar que el mayor peligro era precisamente que los norvietnamitas lanzaran un ataque masivo a la desesperada en un último intento de darle la vuelta a la situación. El Jefe del Estado Mayor, general Earle Wheeler, el 18 de diciembre de 1967, dos días después de conmemorar el 23 aniversario de la Batalla de las Ardenas, advirtió al público americano que de igual manera que los nazis habían lanzado aquel ataque desesperado final, quizá los comunistas tramaran una ofensiva similar. La advertencia de Wheeler pasó desapercibida para el público general, inmerso como estaba en los cánticos de victoria de los comunicados cotidianos. Sin embargo el equivalente vietnamita de las Ardenas sería conocido por la Historia como la Ofensiva del Tet.

Ofensiva General


Así la llamaron los norvietnamitas, porque el estratega supremo de Vietnam del Norte, el general Vo Nguyen Giap, ministro de Defensa de Ho Chi Minh, confiaba en que una ofensiva general provocara paralelamente una insurrección general
En 1967 lo llamaban “búsqueda y destrucción”. Las tropas norteamericanas se repartían por todo Vietnam del Sur en campamentos fortificados, y entre unos campamentos y otros el terreno era recorrido día tras día por patrullas de infantería cuya consigna era: búsqueda y destrucción. Recorrían salvas, arrozales, senderos… hasta tomar contacto con el enemigo, lo que habitualmente suponía caer en una emboscada y sufrir algunas bajas. Pero acto seguido desencadenaban el infierno sobre los guerrilleros vietnamitas. Por radio pedían apoyo artillero y los obuses comenzaban a caer con precisión mortífera sobre las coordenadas señaladas. La aviación, que mantenía permanentemente en el aire cazabombarderos armados, hacía acto de presencia en cuestión de minutos. Y pronto llegaban más tropas en helicóptero: era el “envolvimiento vertical”. Unidades de infantería helitransportadas tomaban tierra en todo el perímetro en torno a la posición del enemigo, y comenzaban la cacería. Un general norvietnamita confesaría a los norteamericanos tras la guerra: “Con sus helicópteros ustedes podían atacar en profundidad a nuestra retaguardia, sin previo aviso. Fue muy efectivo”.

Los americanos no sólo usaban los helicópteros Huey para ocupar cualquier área (o evacuados, según la situación), sino que contaban además con los helicópteros artillados Cobra, verdadera artillería volante capaz de proporcionar apoyo directo en cualquier momento.
Si los guerrilleros Vietcong , a la desesperada, optaban por plantar cara a los americanos y hacerse fuertes en algún punto, entonces su situación se volvía todavía peor: llegaban los B 52, bombarderos estratosféricos proyectados para el bombardeo nuclear intercontinental, volaban a tal altura que eran invisibles e inaudibles desde tierra, cada uno de ellos podía descargar hasta 28’5 toneladas de bombas, y saturaban de explosivos cualquier parcela de selva, por extensa que fuera. En vehículos de tierra los americanos contaban con el tanque medio Patton M48A3, un potente carro de combate desarrollado a partir de los tanques de la SGM para desenvolverse en las llanuras europeas, pero en Vietnam demostró poseer una notable capacidad como “revientajunglas” en el avance campo a través.



Pero la estrella indiscutible era el ACAV, Vehículo de Asalto de la Caballería Blindada, surgido al modificar el Transporte de Personal Blindado (APC) M-113 con blindaje anti-RPG en los flancos, un escudo antiminas en el suelo, una cúpula blindada para la Browning calibre 50, y dos ametralladoras adicionales M-60 una a cada lado. Con los ACAV la infantería americana estaba dotadas de una movilidad y de una potencia de fuego contra la que no tenían antídoto los guerrilleros Viet Minh.
A principios de 1968 los Estados Unidos tenían destacadas en Vietnam muchas de sus mejores fuerzas de tierra: 1ª División de Caballería, la mejor del ejército, 18.647 hombres. 1ª Div. de Marines, 22.466 efectivos. 3ª Div. de Marines, 24.417 efectivos. 101 Div. Aerotransportada, 15.220 efectivos. Divisiones de Infantería del Ejército: 1ª, 17.539 soldados. 4ª, 19.042 soldados. 9ª, 16.153 soldados. 23ª, 15.825 soldados. 25ª, 17.666 soldados.

Unidades de elite: 5º Grupo de Fuerzas Especiales, 3.400 hombres. 11º Regimiento Blindado de Caballería, 4.331 hombres. 173 Brigada Aerotransportada, 5.313 hombres. 199 Brigada de Infantería, 4.215. Más de 184.000 efectivos, a los que añadir el tremendo poder de fuego de las Fuerzas Aéreas, el apoyo táctico de la Armada con sus portaaviones y sus flotillas fluviales, 3.100 helicópteros, y además las fuerzas aportadas por los ejércitos aliados, unidades selectas muy combativas: Fuerza Operativa Australiana, 6.000 hombres. Regimiento de Voluntarios de Tailandia, 2.400 hombres. Corea del Sur: Dos divisiones y una Brigada, 48.800 hombres.

El ejército de Vietnam del Sur contaba sobre el papel con 342.951 soldados regulares, y aunque la inmensa mayoría se encuadraba en unidades poco operativas o incluso sin efectividad para el combate, algunos de sus elementos eran muy dignos de tener en cuenta, en especial la División Aerotransportada (la elite guerrera del país), las dos potentes brigadas de marines survietnamitas y un par de aceptables divisiones de infantería: la 1ª y la 21ª. La acción combinada de todos estos efectivos no resultaba baldía, a todo lo largo de 1967 la ofensiva norteamericana en Vietnam del Sur fue devastadora. En palabras de un mando norvietnamita: “Fue verdaderamente feroz. Parte de nuestro pueblo se desanimó”.

Giap no era un ideólogo cegado por el fanatismo, sino un líder militar cuya competencia nadie discute. Dirigió durante 30 años el ejército de su país, venciendo consecutivamente a franceses, americanos, survietnamitas, camboyanos, laosianos y chinos. Era un militar muy capaz, y en 1967 comprendía con nitidez las nulas posibilidades de éxito que la guerrilla Viet Minh tenía contra la ingente maquinaria militar americana. Pero también sabía que habría elecciones presidenciales en Estados Unidos en 1968, y albergaba la esperanza de que un alzamiento popular generalizado contra el corrupto gobierno de Vietnam del Sur, en quien nadie creía, podría persuadir al nuevo Presidente de replantearse su apoyo a ese régimen desprestigiado y lo abandonaran a su suerte. Ése era el objetivo de Giap, no la victoria material en lo militar, que quedaba fuera de lo posible, sino la victoria fáctica en lo político. Las arengas con que el Partido trataba de enardecer a las fatigadas tropas y a la población civil son eleocuentes: “La Ofensiva General tiene lugar una vez cada mil años. Decidirá el destino del país. Acabará con la guerra. Es el deseo del partido y del Pueblo.” Es decir, se prometía el final del conflicto, del que estaban ya todos hartos. La Ofensiva fue programada para el día 31 de enero de 1968, celebración del año nuevo en el calendario chino, el Tet, efeméride que tradicionalmente suponía una tregua en los combates y en la que se daban numerosos permisos a las tropas para visitar sus familias.

Gandhi

Mohandas Karamchand Gandhi nació el 2 de octubre de 1869 en un remoto lugar de la India, en la ciudad costera de Porbandar, del distrito de Gujarat. Éste era entonces un mosaico de minúsculos principados, cuyos gobernantes tenían un poder absoluto sobre la vida de sus súbditos. Su padre, Karamchand Gandhi, era el primer ministro de Porbandar y pertenecía a la casta de los banias, mercaderes de proverbial astucia y habilidad en el comercio. Su madre, llamada Putlibai, procedía de la secta de los pranamis, quienes mezclaban el hinduismo con las enseñanzas del Corán. Era una mujer profundamente religiosa y austera que dividía su tiempo entre el templo y el cuidado de los suyos, amén de practicar frecuentes ayunos. En la formación espiritual de Mohandas, que sentía un ilimitado amor por sus padres, además de la adoración a la diosa Visnú que profesaba la familia, concurrieron una serie de culturas y credos amalgamados: el hindú, el musulmán, el jain. Este último tuvo especial influencia en su filosofía: los jains practicaban la no-violencia no sólo con los animales y los seres humanos, sino incluso con las plantas, los microbios, el agua, el fuego y el viento

Ejemplo típico de tardía genialidad, Mohandas fue un adolescente silencioso, retraído y nada brillante en los estudios, que pasó sin llamar la atención por las escuelas de Rajkot. A los trece años, siguiendo la costumbre hindú, lo casaron con una niña de su edad llamada Kasturbai, de quien estaba prometido desde los seis años sin saberlo. El joven esposo se enamoró apasionadamente de la muchacha, y por hacer el amor con ella abandonó el lecho de su padre moribundo la misma noche en que éste murió. El suceso dejó una culpa imborrable en Gandhi, que más tarde se declararía en contra del matrimonio entre niños y a favor de la continencia sexual.

Como sus calificaciones no mejoraron en el instituto, la familia decidió enviarlo a Londres para seguir los cursos de abogacía del Inner Temple, cuyas exigencias eran menores que las de las universidades indias. Con tanto miedo como excitación, el muchacho se embarcó en Bombay en septiembre de 1888. Tenía diecinueve años y acababa de ser padre por primera vez. Antes de partir había prometido solemnemente a su madre no seguir la costumbre inglesa de comer carne, dado que el visnuismo lo prohibía. Varias veces en su adolescencia había transgredido tal norma, impulsado por un amigo que le aconsejaba la carne para parecerse en fortaleza a los ingleses.

En Londres vivió tres años, entre 1888 y 1891, período en que se produjo uno de los hechos más determinantes de su vocación: el descubrimiento de Oriente a través de Occidente. En efecto, en la capital inglesa comenzó a frecuentar a los teósofos, quienes lo iniciaron en la lectura del primer clásico indio, el Bhagavad Gita, al que llegaría a considerar «el libro por excelencia para el conocimiento de la verdad». También allí entró en contacto con las enseñanzas de Cristo, y durante un tiempo se sintió tan atraído por la ética cristiana que dudó entre ésta y el hinduismo. De esa época son sus intentos de sintetizar los preceptos del budismo, el cristianismo, el islamismo y su religión natal, a través de lo que señaló como el principio unificador de todos ellos: la idea de renunciación.

En estos años decisivos para su formación intelectual leyó a Tolstói, en quien más tarde encontraría el guía para el perfeccionamiento de la práctica y la teoría de la no-violencia. Y cuando regresó a la India con el título de abogado, lo hizo con sus señas de identidad orientales: había ido en busca de la sabiduría occidental y retornaba con el secreto que había hecho sabios a los hindúes.

Al volver a Porbandar encontró a su familia desintegrada: la madre había muerto poco antes y los Gandhi habían perdido toda influencia en la corte principesca. Como abogado no halló muchas perspectivas, ya que su primera actuación profesional terminó en un humillante fracaso, pues enmudeció al dirigirse al tribunal y no pudo continuar. Fue entonces cuando una factoría comercial musulmana le ofreció un contrato para atender un caso de la empresa en Durban, y Gandhi no dejó pasar la oportunidad. Se embarcó hacia Sudáfrica en 1893.

En el país de los antiguos colonos holandeses vivía una colonia hindú formada en su mayoría por trabajadores, a quienes los ingleses llamaban despectivamente sami. Carecían de todo derecho, se les despreciaba y discriminaba racialmente, como pudo comprobar en carne propia el joven abogado durante algunos de sus viajes en ferrocarril. Pero la situación era más grave aún de lo que parecía. Terminado su trabajo, Gandhi estaba a punto de regresar a la India cuando se enteró de la existencia de un proyecto de ley para retirar el derecho de sufragio a los hindúes. Decidió entonces aplazar la partida un mes para organizar la resistencia de sus compatriotas, y el mes se convirtió en veintidós años.


Durante esa larga etapa de su vida, su mayor preocupación fue la liberación de la comunidad india, y en ella fue dando forma a las armas de lucha que más tarde utilizaría e su país. En los primeros años, convencido de las buenas intenciones del colonialismo británico, abrió un bufete para defender a sus compatriotas ante los tribunales en Johannesburgo y se propuso articular un movimiento dedicado a la agitación por medios legales. Fundó el periódico "The Indian Opinion", para aglutinar a la comunidad india y, como instrumento de agitación legal, creó el Congreso Indio de Natal. Sus simpatías anglófilas le llevaron durante la guerra contra los bóers a organizar el Cuerpo Indio de Ambulancias, acción que mereció duras críticas por parte de los nacionalistas indios.

A partir de 1904 la actividad de Gandhi sufrió un cambio notable: después de leer la crítica del capitalismo contenida en "Unto The Last", de John Ruskin, modificó su estilo de vida y pasó a llevar una sencilla existencia comunitaria en las afueras de Johannesburgo donde fundó una comuna llamada Tolstói. En esa época bosquejó la teoría del activismo no-violento, que puso en marcha por primera vez para oponerse a la ley de registro. Esta ley obligaba a todos los indios a inscribirse en un registro especial con sus huellas dactilares. Gandhi ordenó a sus compatriotas que no se inscribieran, que comerciaran en las calles sin licencia y, más tarde, que quemaran sus tarjetas de registro frente a la mezquita de Johannesburgo. Como muchos de sus seguidores, fue a parar a la cárcel varias veces, pero el movimiento de resistencia civil obtuvo varios éxitos parciales.

En 1913 la protesta contra un impuesto considerado injusto se tradujo en una marcha a través del Transvaal, hasta Natal. Al año siguiente las autoridades británicas dieron marcha atrás con dicho impuesto y autorizaron a los asiáticos a residir en Natal como trabajadores libres. La victoria parecía total, y Gandhi, que había abandonado las vestimentas europeas en señal de protesta, partió definitivamente de Sudáfrica con su mujer y sus hijos. A largo plazo todos los logros de la comunidad india se perdieron y las autoridades de aquel país endurecieron aún más su política racista, pero Sudáfrica había sido el banco de pruebas donde Gandhi desarrolló y comprobó las tácticas que más tarde habría de utilizar en su tierra natal.

Gandhi llegó a la India en 1915 como un verdadero héroe, con la aureola de sus campañas en el extranjero. Las masas de Bombay le tributaron un caluroso recibimiento, el gobernador inglés acudió a saludarlo y el poeta Rabindranath Tagore le dio la bienvenida en su Universidad Libre de Santiniketan. A poco de llegar, en la ciudad de Ahmedabad fundó una comunidad casi monástica en la que estaban prohibidas las vestimentas extranjeras, las comidas con especias y la propiedad privada. Sus miembros se dedicaban únicamente a dos trabajos materiales: la agricultura, para obtener el sustento, y el tejido a mano, para procurarse el abrigo. Aquí dio comienzo a una lucha que Gandhi habría de sostener durante toda su vida: la batalla contra las lacras del hinduismo y a favor de los intocables. El primer paso fue admitirlos como miembros de la comunidad.

En esos primeros años Gandhi abandonó toda agitación política a fin de apoyar los esfuerzos bélicos de Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial, llegando incluso al reclutamiento de soldados para el ejército inglés. Su entrada en la política india no se produjo hasta febrero de 1919, cuando la aprobación de la Ley Rowlatt, que establecía la censura y señalaba duras penas para cualquier sospechoso de terrorismo o sedición, le abrió los ojos acerca de las verdaderas intenciones de los imperialistas ingleses en su país. Gandhi pasó entonces a encabezar la oposición a la ley. Organizó una campaña de propaganda a nivel nacional mediante la no-violencia, que comenzó con una huelga general. Ésta pronto se extendió a todo el país y las protestas se sucedieron en las principales ciudades, donde se registraron algunos focos de violencia pese a la insistencia del líder en el carácter pacífico de las manifestaciones. Cuando acudía a Delhi a apaciguar la población, Gandhi fue detenido. Días después, el 13 de abril, el brigadier general Dyer ordenaba disparar a sus gurkas sobre la multitud reunida en el Jallianwala Bagh de la ciudad de Amritsar. La dominación inglesa había mostrado su verdadero rostro sanguinario y brutal: casi cuatrocientas personas fueron asesinadas y otras miles heridas. Pero las autoridades británicas se vieron obligadas a reconsiderar sus tácticas y la Ley Rowlatt jamás entró en vigor.

En los años siguientes a la masacre de Amritsar, Gandhi se convirtió en el líder nacionalista indiscutido, alcanzando la presidencia del Congreso Nacional Indio -partido fundado por Alan Octavius Hume en 1885-, que él supo convertir en un instrumento efectivo en pro de la independencia. De una agrupación de las clases medias urbanas, pasó a ser una organización de masas enraizada en los pueblos y en el campesinado. Se pusieron en marcha las grandes campañas de desobediencia civil, que iban desde la negativa masiva a pagar impuestos hasta el boicot a las autoridades. Miles de indios llenaron las cárceles y el mismo Gandhi fue detenido en marzo de 1922. Diez días más tarde comenzaba «el Gran Juicio», en que el Mahatma se declaró culpable y consideró la sentencia a seis años de prisión como un honor, con lo que la sesión terminó con una reverencia mutua entre juez y acusado.

Cuando salió de la cárcel -una apendicitis hizo que las autoridades coloniales lo liberaran en 1924-, encontró que el panorama político se había modificado en su ausencia: el Partido del Congreso se había dividido en dos facciones y la unidad entre hindúes y musulmanes, conseguida con el movimiento de desobediencia civil, había desaparecido. Gandhi decidió entonces retirarse de la política, para vivir como un anacoreta, en absoluta pobreza y buscando el silencio como fuerza regenerativa. Retirado en su Ashram se convirtió en esos años en el jefe espiritual de la India, en el dirigente religioso de fama internacional que muchos occidentales en busca de la paz espiritual trataban como un gurú.

Su retiro finalizó de manera brusca en 1927, cuando el gobierno británico nombró una comisión encargada de la reforma de la Constitución, en la que no participaba ningún nativo. A la cabeza de la lucha política, Gandhi consiguió que todos los partidos del país hicieran el boicot a dicha comisión. Poco después, la huelga de Bardoli, en apoyo a la negativa a pagar impuestos, terminaba en un éxito total. La victoria del movimiento animó al Congreso a declarar la independencia de la India, el 26 de enero de 1930, y se encargó al Mahatma la dirección de la campaña de no violencia para llevar a la práctica la resolución. Éste eligió como objetivo de la misma el monopolio de la sal que afectaba particularmente a los pobres-, y partió de Sabartami el 12 de marzo con 79 voluntarios con rumbo a Dandi, población costera distante 385 kilómetros. El pequeño movimiento se extendió como las olas de un estanque hasta alcanzar toda la India: los campesinos sembraban de ramas verdes los caminos por donde pasaría ese hombre pequeño y semidesnudo, con un bastón de bambú, camino del mar y al frente de un enorme ejército pacífico. El día del aniversario de la masacre de Amritsar, Gandhi llegó a orillas del mar y cogió un puñado de sal. Desde ese momento la desobediencia civil fue imparable: diputados y funcionarios locales dimitieron, los prohombres locales abandonaron sus puestos, los soldados del ejército indio se negaron a disparar sobre los manifestantes, las mujeres se adhirieron al movimiento, mientras los seguidores de Gandhi invadían pacíficamente las fábricas de sal.



La campaña terminó con un pacto de compromiso entre Gandhi y el virrey de su majestad británica, en virtud del cual se legalizaba la producción de sal y se liberaban los cerca de 100.000 presos detenidos durante las movilizaciones. Por otra parte, Gandhi era enviado a Londres para participar en la conferencia que discutía los pasos a seguir para establecer un gobierno constitucional en la India. La presencia del Mahatma en Inglaterra, al margen de la gran acogida popular que le dispensaron los barrios londinenses, no supuso resultados favorables para la causa, y al regresar a su país se encontró con que Nehru y otros líderes del Congreso se hallaban una vez más en prisión.

Varias veces en su vida Gandhi recurrió a los ayunos como medio de presión contra el poder, como forma de lucha espectacular y dramática para detener la violencia o llamar la atención de las masas. La falta de humanidad del sistema de castas, que condenaba a los parias a la absoluta indigencia y ostracismo, hizo que Gandhi convirtiera la abolición de la intocabilidad en una meta fundamental de sus esfuerzos. Y desde la prisión de Yervada, donde había sido confinado nuevamente, realizó un «ayuno hasta la muerte» en contra de la celebración de elecciones separadas de hindúes y parias. Ello obligó a todos los líderes políticos a acudir junto a su lecho de prisionero para firmar un pacto con el consentimiento inglés. La labor de «pedagogía popular» para curar a la sociedad hindú de sus llagas no terminó aquí. Distanciado del Congreso ante la decepción que le provocaban las maniobras de los políticos, se dedicó a visitar pueblos lejanos, insistiendo en la educación popular, en la prohibición del alcohol, en la liberación espiritual del hombre.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial fue el motivo de que Gandhi, una vez más, retornara al primer plano político. Su oposición al conflicto bélico era absoluta y no compartía la opinión de Nehru y otros líderes del Congreso, proclives a apoyar la lucha contra el fascismo. Pero la decisión del virrey de incorporar el subcontinente a los preparativos bélicos de Gran Bretaña sin consultar con los políticos locales, clarificó las aguas, provocando la dimisión en masa de los ministros pertenecientes al Congreso. Tras la toma de Rangún por los japoneses, Gandhi exigió la completa independencia de la India, para que el país pudiera escoger libremente sus decisiones. Al día siguiente, el 9 de agosto de 1942, era arrestado junto a otros miembros del Congreso, lo que produjo una sublevación en masa de los nativos, seguida por una serie de revueltas violentas en todo el territorio indio. Ésta fue la última prisión del Mahatma y quizá la más dolorosa, porque desde su presidio en Poona se enteró de la muerte de su mujer, Kasturbai. Era ya un anciano frágil y debilitado cuando salió en libertad en el año 1944.

Finalizada la guerra, y tras la subida al poder de los laboristas en Inglaterra, Gandhi desempeñó un rol fundamental en las negociaciones que llevaron a la liberación. Sin embargo, su postura opuesta a la partición del subcontinente nada pudo contra la determinación del líder de la Liga Musulmana, Jinnah, defensor de la separación del Pakistán. Dolido por lo que consideró una traición, en 1946 el Mahatma vio con horror cómo los antiguos fantasmas indios resurgían durante la celebración del Nombramiento de Nehru como primer jefe de gobierno, que fue pretexto de violentos disturbios motivados por la pugna entre hindúes y musulmanes.

Gandhi se trasladó a Noakhali, donde habían comenzado los enfrentamientos, y caminó de pueblo en pueblo, descalzo, tratando de detener las masacres que acompañaron a la partición en Bengala, Calcuta, Bihar, Cachemira y Delhi. Pero sus esfuerzos sólo sirvieron para acrecentar el odio que sentían por él los fanáticos extremistas de ambos pueblos: los hindúes atentaron contra su vida en Calcuta y los musulmanes hicieron lo propio en Noakhali. Durante sus últimos días en Delhi llevó a cabo un ayuno para reconciliar a las dos comunidades, lo cual afectó gravemente su salud. Aun así, apareció de nuevo ante el público unos días antes de su muerte.

El 30 de enero de 1948, cuando al anochecer se dirigía a la plegaria comunitaria, fue alcanzado por las balas de un joven hindú. Tal como lo había predicho a su nieta, murió como un verdadero Mahatma, con la palabra Rama ('Dios') en sus labios. Como dijo Einstein, «quizá las generaciones venideras duden alguna vez de que un hombre semejante fuese una realidad de carne y hueso en este mundo».

martes, 13 de abril de 2010

La crisis de los misiles de Cuba

Cuba había sido un país estrechamente ligado a los intereses norteamericanos desde su independencia de España en 1898. La revolución de Fidel Castro en 1959, que en un principio no se definía como comunista pero que tenía una clara orientación nacionalista, comenzó a tomar medidas que lesionaban los intereses estadounidenses. La reacción de Washington fue inmediata: ruptura de relaciones en 1961, imposición de un bloqueo económico, excluyó a Cuba de la OEA (Organización de Estados Americanos) y organizó, mediante operaciones secretas de la CIA, una fallida invasión de emigrados anticastristas en Bahía de Cochinos o Playa Girón en abril de 1961.
En ese contexto, el régimen de Fidel Castro viró hacia el alineamiento con el bloque soviético y el establecimiento de una dictadura comunista en la isla.
En octubre de 1962, aviones espías norteamericanos U2 detectaron la construcción de rampas de misiles y la presencia de tropas soviéticas. El 22 de octubre, con el apoyo claro de sus aliados occidentales, Kennedy toma una medida de gran dureza: establece una "cuarentena defensiva", es decir, un bloqueo de la isla, desplegando unidades navales y aviones de combate en torno a Cuba. Si los navíos soviéticos intentaran forzar el bloqueo, el conflicto armado entre los dos superpotencias estaba servido.
Fue el momento de la guerra fría en que más cerca se estuvo del enfrentamiento directo entre la URSS y EEUU y de la hecatombe nuclear. Finalmente, tras negociaciones secretas, Kruschev lanza una propuesta aceptada por Kennedy: la URSS retiraría sus misiles de Cuba a cambio del compromiso norteamericano de no invadir la isla y de la retirada de los misiles Júpiter que EE.UU. tenía desplegados en Turquía.
El mes siguiente la URSS desmonta y repatría su material bélico ofensivo y EE.UU. levanta el bloqueo.
La rápida solución de la crisis muestra la eficacia de la estrategia de la disuasión (la amenaza del holocausto nuclear frena el aventurerismo de las potencias) y la importancia del diálogo ente las dos superpotencias. En ese momento se instala una comunicación directa entre la Casa Blanca y el Kremlin para mejor desactivar cualquier crisis o malentendido: el "teléfono rojo".
Tras la crisis de Cuba, la coexistencia pacífica toma plenamente carta de realidad. La coexistencia entre los bloques se compatibiliza con la cohesión interna en ellos. Por un lado, Macmillan y De Gaulle no dudan en apoyar incondicionalmente a Kennedy; por otro, la Cuba de Castro se convierte en un fiel aliado de Moscú a cuyos intereses expansionistas va a servir en los años setenta enviando cuerpos militares expedicionarios a Angola, Mozambique o Etiopía.

Matrimonio judio que fue condenado a muerte por espionaje

Ethel Greenglass Rosenberg (Nueva York, 28 de septiembre de 1915 - 19 de junio de 1953) y Julius Rosenberg (Nueva York, 12 de mayo de 1918 - 19 de junio de 1953) fue un matrimonio de Estados Unidos de América ejecutados en la silla eléctrica acusados de espionaje. Fue la primera ejecución por espionaje de civiles en la historia de Estados Unidos
Nacidos en el seno de familia judía, Julius Rosenberg era ingeniero eléctrico, mientras su esposa Ethel era aspirante a actriz y cantante. Ambos formaron parte de la Young Communist League, las juventudes del Partido Comunista de los Estados Unidos.
El origen del juicio y ejecución de este matrimonio hay que buscarlo en las filtraciones de secretos nucleares acontecidas tanto en el centro de investigación nuclear de Los Álamos como en la Universidad de Berkeley, donde existía un importante sector simpatizante de la izquierda, especialmente entre los científicos. Un antiguo maquinista del centro super-secreto de Los Álamos, el sargento David Greenglass, hermano de Ethel, confesó haber pasado secretos a los rusos y acusó asimismo a su hermana y al esposo de ésta, confesión que condujo directamente hacia el matrimonio Rosenberg, que fue detenido, acusado y juzgado por espionaje.
Aún hoy, se considera que el juicio a que ambos se vieron sometidos distó mucho de haber sido justo, y ciertas o no las acusaciones de espionaje, ambos fueron ejecutados en virtud del Acta de Espionaje de 1917, que dictaba pena de muerte para este tipo de delitos en tiempo de guerra, si bien en el momento de haberse cometido el supuesto espionaje, los Estados Unidos no se encontraban en guerra con la Unión Soviética. Al comparar este caso con otros de la misma índole, resueltos con penas mucho más leves a pesar de existir pruebas más concluyentes (como el caso de Klaus Fuchs, condenado a sólo 14 años de prisión tras haber espiado a los Estados Unidos en favor de la Unión Soviética durante muchos años), se denota un agravio comparativo, espoleado por el ambiente anti-comunista y el miedo imperante en la sociedad americana a un inminente enfrentamiento con la Unión Soviética que había degenerado en el «Mccarthismo». Hay que considerar que en esa época se vivía la Guerra de Corea (25 de junio de 1950 al 27 de julio de 1953). Este era un conflicto entre Corea del Norte (comunista) y Corea del Sur (capitalista), pero a la vez era una guerra no oficial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, conocida como Guerra Fría. En Corea las tropas de EEUU sufrían muchas bajas (al final más de 44.000 muertes, un poco menos que en la Guerra de Vietnam, pero en un periodo mucho más corto), por ello en el juicio se acusó al matrimonio Rosenberg de haber revelado los secretos de la bomba atómica a los soviéticos, dando lugar supuestamente al equilibrio nuclear con los soviéticos y se les hizo responsables de las numerosas bajas norteamericanas en Corea.
Ambos fueron finalmente ejecutados en la silla eléctrica el 19 de junio de 1953, y las crónicas de la época cuentan que, aunque Julius murió a la primera descarga, su esposa Ethel, a pesar de ser una mujer más pequeña y supuestamente frágil, resistió hasta tres descargas eléctricas antes de fallecer, hecho del que se responsabilizó al diseño de la silla, construida para una persona de mayor envergadura y cuyos electrodos al parecer no se ajustaban «adecuadamente» al cuerpo de la mujer.
Años después, en 1966, David Greenglass, hermano de Ethel, quien pasó 10 años en prisión y que había sido sentenciado a solo 15 años de condena por su confesión y colaboración, manifestó haber acusado falsamente a su hermana y cuñado bajo las amenazas del FBI. En las memorias de Nikita Khrushchev, publicadas póstumamente en 1990, el ex primer ministro soviético alaba al matrimonio Rosenberg por su "muy significativa ayuda en acelerar la producción de nuestra bomba atómica", pero los analistas creen que la validez de su aporte no pudo ser tan importante. En 1995, luego de finalizada la Guerra Fría, diversas investigaciones del FBI y de los servicios de inteligencia norteamericanos (proyecto VENONA) parecen haber encontrado evidencias de que Julius Rosenberg trabajaba para los servicios de espionaje soviéticos, pero no así su esposa Ethel.

Las batallas de Stalinrado y la bomba atomica







Visita de Churchill a La Palma

El 24 de febrero de 1959, el que fuera primer ministro británico desembarcó en el puerto de Santa Cruz de La Palma, donde llegó a bordo del yate Christina, propiedad del magnate griego Aristóteles Onassis, quien lo acompañara durante esa jornada de visita a la isla.Desde el Cabildo de La Palma se ha organizado la celebración de una conferencia, que será impartida hoy en el Salón Noble de la Casa Principal de Salazar, a partir de las 19.30 horas, por el doctor en Derecho y parlamentario regional, Miguel Cabrera Pérez-Camacho.Del mismo modo, podrá ser visitada una exposición fotográfica con diferentes instantáneas de los momentos vividos por Churchil en la isla, y se descubrirá una placa conmemorativa de la efeméride, que posteriormente será instalará en la Estación Marítima de Santa Cruz de La Palma una vez concluyan las obras de ampliación de la misma.

Entrevista de Franco y Hitler

Llega el tren que conduce a Su Excelencia el Caudillo a la estación de Hendaya poco después de las tres de la tarde. Hace Su Excelencia el viaje en el «break» de Obras Públicas, acompañado por el ministro de Asuntos Exteriores, señor Serrano Suñer, y los jefes de sus Casas Militar y Civil.
A la llegada del tren es recibido en el andén por el Führer, a quien acompañan su ministro de Negocios Extranjeros, señor Ribbentrop, mariscal Keitel y todo su Estado Mayor. Una vez hechas las presentaciones de los séquitos respectivos, invita el Führer a Su Excelencia a pasar a su coche-salón, donde se ha de celebrar la entrevista.
En dicho coche-salón, y en una mesa rectangular para seis personas, toman asiento Su Excelencia el jefe del Estado, el Führer, el señor Serrano Suñer, el señor Ribbentrop, un intérprete alemán y el barón De las Torres, que actúa como intérprete por parte española, prohibiéndose el acceso a dicho salón de ninguna otra persona, ya que los embajadores de Alemania en Madrid, señor von Stohrer y de España en Berlín, general Espinosa de los Monteros, han permanecido con el resto del séquito.
El Führer está sentado en una cabecera, teniendo a su derecha al Caudillo y a su izquierda al señor Serrano Suñer; a la derecha del Caudillo está el señor Ribbentrop.
Comienza Su Excelencia el jefe del Estado señalando la satisfacción que le produce el encontrarse por vez primera con el Führer, a quien de nuevo reitera las gracias por la ayuda que Alemania prestó a España durante nuestro Glorioso Movimiento Nacional.
El Führer contesta a Su Excelencia diciendo que es también para él muy grato el momento de encontrarse con el Generalísimo, y después de ensalzar la gesta del pueblo español, que ha sabido enfrentarse contra el comunismo a las órdenes de Su Excelencia, señala la importancia que tiene la reunión de ambos jefes de Estado en este momento crítico de la guerra en Europa, en que acaba de ser derrotada Francia.
Empieza el Führer por hacer una relación bastante minuciosa de todos los acontecimientos ocurridos hace trece meses, y que han dado origen a la guerra mundial, insistiendo que él no quería la guerra, pero que se ha visto obligado a aceptarla con todas sus consecuencias. Pinta la situación de Europa como completamente favorable a las armas alemanas, diciendo textualmente: «Soy el dueño de Europa y como tengo doscientas divisiones a mi disposición, no hay más que obedecer.» Continúa el Führer ponderando la eficacia y el dominio de las fuerzas alemanas, asegurando que será cuestión de muy poco tiempo el aniquilamiento de Inglaterra, cuya invasión se está preparando con gran eficacia, y que le interesa tener prevenidos y sujetos todos los puntos neurálgicos que puedan ser de interés para sus enemigos, y por ello es por lo que le ha interesado tener esta conversación con el Caudillo, pues hay varios puntos en los que España está llamada a desempeñar un papel muy importante, y que no hay duda que velando por sus intereses políticos lo llevará a cabo, ya que si dejara pasar esta oportunidad no se le podría presentar nunca.
A este respecto, dice que le interesa y preocupan tres puntos, que son: Gibraltar, Marruecos e islas Canarias.
Continúa diciendo el Führer, al pasar a tratar de Gibraltar, que ésta es una cuestión de honor para el pueblo español, el reintegrar a la Patria este pedazo de suelo que está todavía en manos extranjeras, y que por su situación privilegiada en el Estrecho sea el punto de apoyo más importante que para la navegación por el Mediterráneo tienen los aliados, y que, por tanto, hay que ir tomando en consideración la necesidad de que se cierre el Estrecho, ya que si Ceuta y Gibraltar estuvieran en manos españolas, sería imposible la navegación.
Ataca el segundo punto referente a Marruecos, diciendo que España, por su historia y por otros muchos antecedentes, es la llamada a quedar en posesión de todo el Marruecos francés y de Orán, y que, desde luego, si España entraba en la guerra al lado del Eje, se le garantizaba el dominio de los territorios antes citados.
Por lo que se refiere a las islas Canarias, dice que, aunque está convencido de que los Estados Unidos no han de entrar en la guerra, pues no tienen intereses de gran envergadura en ella, no así los ingleses, que aunque sufren una situación precaria actualmente, en cualquier golpe de mano podrían hacerse con ellas y sería, desde luego, un golpe muy fuerte contra la campaña submarina que con toda eficacia se está llevando a cabo.
Su Excelencia el Jefe del Estado contesta a los puntos que acaba de mencionar el Führer, diciendo que aunque es exacto que Gibraltar es un pedazo de tierra española que hace muchos años está en manos ajenas, y que sería de gran satisfacción para el pueblo español que volviera a formar parte de la Patria, hay que comprender que lo que al Führer le parece muy fácil, que es tomar la ofensiva contra Gibraltar, supone para un pueblo que acaba de pasar por una de las más terribles guerras civiles un sacrificio, ya que no tiene aún cerradas las heridas de todo orden que ha sufrido, y que sería una muy pequeña compensación para los estragos y dificultades que la entrada en guerra con Inglaterra supondría.
Por otro lado, continúa el Caudillo, por lo que se refiere a Marruecos, debe tenerse muy en cuenta el esfuerzo que para una España aún no rehecha de la guerra civil supone el mantenimiento de los efectivos militares que tiene en su zona y que obliga a las tropas francesas a mantener unos efectivos importantes inactivos que no pueden acudir a otros sectores. Continúa el Caudillo diciendo que agradece mucho los ofrecimientos que para después de la guerra, y en el caso que entrara España en ella, que le hacen de la zona francesa y de Orán, que no se le ha ocurrido pedir, pero que estima que para ofrecer las cosas es necesario tenerlas en mano, y que, hasta ahora, el Eje no dispone de ellas. Añade el Caudillo que este problema de Marruecos no lo ha considerado él vital para España, y comprende que no se le ha hecho justicia a nuestro país y que no se le ha reconocido la situación que por derecho e historia le corresponde; pero que habiendo sido, como lo prueba la Conferencia de Algeciras, problema que siempre suscitó la intervención de todos los países, aun de aquellos que más alejados se encontraban de él, estima que no debe procederse a la ligera, sino, por el contrario, sin hacer dejación ninguna de los derechos que le asisten, examinar el problema con toda frialdad.
Por lo que se refiere a las islas Canarias, no cree el Caudillo que puedan ser objeto de un ataque, pero desde luego, reconoce que aun cuando existen en las islas efectivos necesarios, los medios de defensa de que disponen las islas no están a la altura de las circunstancias, pues el armamento no es eficiente.
A esto contesta el Führer diciendo que se enviarían por Alemania las baterías de costa de gran calibre que fueran necesarias, así como los técnicos encargados de montarlas y enseñar su manejo.
Señala el Caudillo, con referencia al cierre del estrecho de Gibraltar, que considera de mucha más urgencia e importancia el cierre del canal de Suez, pues el corte de éste traería aparejada la inutilidad del estrecho de Gibraltar, y pasaría a ser un mar muerto el Mediterráneo.
El Führer se mantiene en su postura de que considera más importante cerrar por Gibraltar que por Suez.
Insiste el Führer en señalar los grandes beneficios que reportaría a España una intervención al lado del Eje, manifestando que cree llegado el momento en que España tiene que tomar una determinación, pues no puede permanecer indiferente a la realidad de los hechos y de que las tropas alemanas se encuentren en los Pirineos. Y añade que como mañana o pasado tiene concertada una entrevista con el mariscal Pétain y el señor Laval en Montoire, quiere saber a qué atenerse respecto a la actitud de España para obrar en consecuencia con respecto a Francia.
Contesta a éste el Caudillo que no cree que tenga nada que ver la actitud de España en las conversaciones de una potencia que acaba de hacer ofrecimientos, pues, una de dos, o estos ofrecimientos no son más que el cebo para una posible entrada de España en la guerra o no se piensa cumplirlos si la actitud de Alemania con el Gobierno de la Francia derrotada no es excesivamente dura.
Esta contestación del Caudillo no parece agradar mucho al Führer (seguramente porque es verdad), y recalca de una manera un poco vehemente, y sin recoger lo dicho por el Generalísimo, que él no puede ir a Montoire a entrevistarse con Pétain sin conocer una actitud definida por parte de España.
El Caudillo vuelve a insistir en lo antes manifestado, y además reitera que España, que acaba de sufrir una gravísima guerra civil, que ha tenido cerca de un millón de muertos por todos los conceptos, que está falta de víveres y de armamento, no puede ser llevada sin más ni más a una guerra cuyo alcance no se puede medir, y en la cual no iba a sacar nada.
(Al llegar a este momento se suspendió la sesión, que ha durado desde las cuatro menos cuarto a las siete menos veinte. La conversación ha resultado lenta por tener que traducirse del español al alemán y viceversa. Una vez terminada la conferencia se traslada el Caudillo a su coche-salón hasta la hora de la comida que ofrece el Führer a Su Excelencia y a su séquito. Se reanuda la conferencia poco después de las diez y media de la noche.)
En la segunda parte de la conferencia se nota desde el principio el afán del Führer de hacer ver al Caudillo la conveniencia de entrar al lado de Alemania en la guerra, por estar ésta, como quien dice, virtualmente ganada, y asegurando que tendría España cuanta ayuda pudiera necesitar tanto en provisiones como en armamentos.
Vuelve el Caudillo a insistir en lo que tantas veces ha repetido durante el curso de la conversación, de que España no está preparada para entrar en ninguna guerra, y que no se le pueden pedir sacrificios inútiles para no obtener nada de ellos, y que considera que ya es buena ayuda la neutralidad española que le permite no tener efectivos en los Pirineos y la distracción de fuertes contingentes franceses por nuestras fuerzas militares en la zona de Marruecos, aparte de lo que representa el haberse adueñado España de Tánger, evitando que lo hicieran otros.
El Führer a esta contestación, y visiblemente contrariado, manifiesta que, aunque eso es verdad, no es lo suficiente ni lo que necesita Alemania.
El Caudillo le vuelve a contestar que él no puede llevar al pueblo español a una guerra que, desde luego, sería impopular, ya que en ella no se podría alegar que estaba implicado el prestigio ni la conveniencia de España.
Después de un forcejeo insistiendo ambos jefes de Estado en sus puntos de vista, y teniendo en cuenta que quiere llegarse a una solución por parte de Alemania, propone el Führer, de acuerdo con su ministro de Asuntos Exteriores, señor Ribbentrop, que se firme por parte de España un compromiso en el que se compromete a entrar en la guerra al lado de Alemania cuando ésta estime necesario que lo haga más adelante.
El Caudillo vuelve a insistir en los tan repetidos puntos de vista respecto a la imposibilidad de España de entrar en una guerra que no le habría de reportar ningún beneficio y que, por tanto, aunque fuera un compromiso aplazado, él no lo puede aceptar.
Se siguen manteniendo durante más de tres cuartos de hora los respectivos puntos de vista y, pasadas las doce y media, el Führer, que ha ido cada vez perdiendo más su control, se dirige en alemán a Ribbentrop y le dice: «Ya tengo bastante; como no hay nada que hacer, nos entenderemos en Montoire.»
El Führer, dando muestras de su soberbia o de su mala educación, se levanta de la mesa y, de forma completamente militar y agria, se despide de los presentes, acompañado de su ministro de Asuntos Exteriores.
Poco después, y ya de manera oficial, tiene lugar la despedida en el andén en forma aparentemente cordial.
A la una menos cinco arranca el tren que conduce a Su Excelencia, quien creo ha sacado una impresión del Führer distinta a la que se había imaginado, como aquel señor que cree encontrarse con otro y se lleva un chasco.
Mi impresión, como español, no puede ser mejor, pues conozco a los alemanes y sé sus procedimientos, y teniendo en cuenta la fuerza que tienen hoy en día dominando Europa entera, la actitud del Caudillo ni ha podido ser más viril ni más patriótica ni más realista, pues se ha mantenido firme ante las presiones, justificadas o no, del Führer y ha pasado por alto con la mayor dignidad los malos modos, al no ver satisfechos los deseos, del Führer-Canciller.